Llegó nochebuena y toda la familia se reunió en la casa de Valentina para cenar. Álex se había prometido a sí misma poner buena cara y tratar de sonreír, ellos no tenían la culpa de su amargura y tristeza, tenían que pasarlo bien.
Antes de bajar, estuvo hablando con sus hermanos y sus amigos. En España ya era tarde y los notó más eufóricos de lo normal, dichosos ellos que podía divertirse. Cuando llegó al comedor, tomó asiento junto a René.
—Estoy feliz por tenerlos a todos conmigo… Mis hijos son el regalo más hermoso que la vida me ha dado…—Valentina los contemplaba con orgullo.
—¿Y yo qué? ¿Estoy pintado?—preguntó Matito molesto.
—Vos también, mi amor. Eres mi primer nietecito… ¿Cómo no te voy a adorar?—le acarició la mejilla al niño—Estoy muy contenta viendo como la familia crece, espero y deseo que lo siga haciendo con el paso de los años y que Dios me de vida para poder disfrutarlo.
—Obvio, vieja. Vos nos vas a durar ciento veinte años, mínimo—comentó Mía haciéndolos reír—Eso sí, después de este embarazo, me planto… Yo también espero que la familia siga creciendo, pero que lo hagan otros mejor ¿No?—clavó una divertida mirada en su hermano y Álex, la cual tosió mientras bebía de su vaso—¿Todo bien, querida?
—Sí, es que bebí demasiado rápido…—no quería ser descortés, pero la insinuación de Mía, había logrado ponerla nerviosa.
—¿Qué tal si brindamos?—René intervino justo a tiempo para evitar que ella se sintiera más incómoda—Por nuestra querida y adorada madre, sin ella, ninguno de nosotros estaría hoy acá—todos acercaron sus vasos y brindaron.
—¡Salud!—exclamaron todos.
—No podría imaginar un mundo sin ustedes, hubiera sido demasiado aburrido para mí—la mujer los hizo reír—Por supuesto no me olvido de ustedes… A Martín lo conozco desde chiquito y sé el gran hombre que es, y agradezco que mi hija y mi nieto hayan encontrado la felicidad con vos.
—Muchas gracias Valentina… Agradecido estoy yo con vos por tener a esta encantadora mujer y por hacerme partícipe desde el primer momento de tu hermosa familia.
—Y no me olvido de vos, Álex… Desde que te conocí, supe que sos una persona especial, incluso antes que René—la muchacha sonrió al mirarla—Siempre quise alguien así para mis hijos, personas con carácter que los sepan enderezar—todos rieron—Y sobre todo que los amen y los cuiden como vos hacés con mi hijo. Me tranquiliza mucho saber que, aunque esté lejos de mí, René está en buenas manos.
—Las mejores, vieja—agarró una mano de Álex y la besó.
—Gracias por tus palabras, pero eso es generalizar mucho para bien… Hay muchos matices que no me dejan muy bien parada…
—Detallitos sin importancia ¿Verdad, mi amor?—preguntó a su hijo y este asintió—Ahora estoy deseosa que mi Rocco siga el mismo camino de sus hermanos y encuentre pronto a su amor.
—¿Ya vas a empezar con eso, mamá?
—No hijo, sólo expreso mi deseo. Te la pasas todo el día metido en ese maldito hospital trabajando. Necesitás salir, tomar aire y conocer a otras personas…
—Pregúntale por una tal Julieta, mamita. A ver si a vos te cuenta quién es, y por qué sonríe cuando le escribe por el celular…
—¡Mía, cállate la boca!—le gritó a su hermana—Eso no es asunto tuyo, ni de nadie.
—Así que se llama Julieta ¿Eh?—Valentina alzaba las cejas con una sonrisa en la cara—¡Ya sabía yo que había alguien!
—Mamá, ya…cortala ¿Ok?—a medida que hablaba, se iba sonrojando más.
—Mi amor, no te avergüences. Algún día tenía que pasar, no tiene nada de malo…
Y mientras la familia de Luca al completo seguía haciéndole pasar un mal rato a Rocco entre risas, Álex fingía prestar atención cuando en realidad su mente estaba muy lejos de allí…
Aunque no lo pareciera, estaba haciendo un esfuerzo titánico para no salir corriendo. Era la primera vez en muchos años que por fin se sentía parte de algo. Ya no era la acoplada, ya no parecía que la incluían por lástima, y eso, la hacía sentir bien, rara, pero bien.
Al llegar la medianoche, todos se desearon Feliz navidad como mandaba la tradición. Después de hacerlo, Álex se retiró a su habitación y agradeció que nadie le insistiera en quedarse. René quiso ir tras ella, pero Valentina no lo dejó.
—Déjala sola un rato, ya ha hecho mucho al estar acá sentada con todos nosotros. Necesita tiempo para desahogarse.
—Pero mamá…
—Hacele caso, hermano. A veces la agobiás más que la ayudás—comentó Mía—No te lo digo en mal plan…
—Ok, ya entendí…—se sentó de nuevo con gesto serio.
Disfrutaron de una sobremesa agradable, aunque René se encontraba mentalmente ausente. Valentina se levantó lentamente ante la atenta mirada de sus hijos.
—Y vos ¿Para dónde vas?—ahora era René el que preguntaba.
—Voy a hablar con Álex.
—¿Vos sí y yo no?—se quejó.
—Vos tenés toda la vida para hablar con ella, pero ahora me apetece hacerlo a mí ¿Puede ser?—su hijo no le dijo nada más, subió hasta la antigua habitación de su hija y tocó a la puerta—¿Puedo pasar?
—Sí, claro…—se limpió las lágrimas y se recompuso un poco.
—Permiso—cerró la puerta a su espalda y se acercó a ella. Cuando Álex levantó la mirada, vio a la mujer con los brazos abiertos—Vení acá…—la muchacha fue hasta Valentina y esta, la recibió entre sus brazos—Ya, mi amor… Llorá todo lo que necesites, no tenés que pasar por esto sola ¿Ok?—se separaron y la besó en la frente—De verdad que estoy feliz de tenerte acá y te agradezco que te hayas animado a festejar con nosotros a pesar de tu dolor, hija.
—Lo siento, no quería fastidiaros la noche… He aguantado todo lo que he podido, te lo juro…—sorbió por la nariz—Odio ser el centro de atención…
—Nadie te está juzgando, todos te amamos y sabemos lo difícil que es todo esto para vos…
—No estoy así sólo por eso, Valentina—se sentó en la cama y la mujer hizo lo mismo.
—Entonces ¿Por qué?
—Me aterra perder esto… Comidas, cenas, compartir momentos con vosotros, reírnos de algo, molestar a alguien, y, sobre todo, el amor que se respira en esta casa. Hoy me he sentido parte de tu familia por primera vez, y me ha llenado tanto el corazón que un poco más y exploto—le explicó.