La noche se hizo larga, pero en algún momento René se había dormido sobre el regazo de Álex que aún seguía despierta. Poco después del amanecer, Rocco llegó a su puesto de trabajo y pudo colarse a ver a su madre.
—Está sedada y tranquila, ha pasado buena noche y parece que las cosas van por buen camino.
—Gracias a Dios ¿Cuándo pensás que podremos verla nosotros?
—No lo sé, hermano. Pero intentaré que los dejen pronto… Pero si no se puede, siempre podemos recurrir a nuestro viejo truco.
—¿No estamos un poco grandes para eso?
—¿Alguien es tan amable de explicarme de qué habláis?—intervino Álex.
—René y yo nos hemos hecho pasar por el otro algunas veces. Aunque hace mucho que no lo hacemos.
—Vosotros dos, dais miedo—se rio la muchacha.
—Ahora tengo que irme, después les cuento como va todo—Rocco desapareció dejándolos solos.
—Menudos tuvisteis que ser vosotros dos de pequeños.
—Éramos absolutamente adorables… Podés preguntarle a cualquiera.
—Permíteme que lo dude… La verdad, pagaría por poder ver cómo erais. No sé, siento curiosidad—sonó su teléfono—Es una llamada importante, ahora vengo.
Álex se alejó, era el comprador de la casa, quería resolver algunas dudas. Durante unos minutos, habló con ese hombre bajo la atenta mirada de René. Cuando colgó, volvió a su lado.
—Ya es la segunda llamada importante que recibís… ¿Pasa algo?—quiso saber.
—Te lo contaré cuando volvamos, no te preocupes, no es nada malo. Esta vez no—prefería informarle de sus planes cuando todo volviera a la normalidad.
Después de otro eterno día de espera, Álex y René obligados por el resto de la familia, volvieron a casa para descansar esa noche. Tras una más que necesaria ducha y una cena ligera, se fueron a la cama enseguida.
René trataba de mantenerse sereno ante ella, pero fue incapaz de seguir haciéndose el fuerte cuando Álex lo abrazó por detrás mientras estaban tumbados. Sentir su calor, su piel después de tantos días difíciles, fue lo que le hizo mostrarse más vulnerable que nunca.
Ninguno de los dos dijo nada, Álex lo abrazaba con todas sus fuerzas al mismo tiempo que rociaba sus hombros con besos. Sin duda un gesto siempre era mejor que cualquier palabra. Poco después, René se dio la vuelta para quedar cara a cara con ella y besó su mejilla sonriendo levemente. El muchacho la acomodó entre sus brazos y se durmió enseguida. Una vez más, Álex estaba siendo la medicina que necesitaba para curar todos sus males.
Al día siguiente era fin de año, aunque por supuesto a todos les dio bastante igual debido a las circunstancias. Cuando llegaron al hospital, el doctor les dio una buena noticia, podrían ver a Valentina, aunque sólo serían unos minutos. Inmediatamente, Mía y René entraron a ver a su madre, mientras Álex se quedó sola en la sala de espera. Justo entonces, Rocco apareció.
—¿Mis hermanos ya pasaron?
—Sí, están muy contentos por poder ver a su madre.
—¡Al fin! Parece que poco a poco estamos despertando de esta pesadilla… ¿Vos como andás? Te veo de un lado a otro preocupándote por los demás, pero nadie pregunta por cómo te sentís.
—Pues está siendo bastante duro, a ti no te lo puedo negar… Pero tengo que ser fuerte para apoyar a René en un momento tan complicado, y a vosotros también… Aunque creo que tú ya tienes tu propio apoyo…
—Ya te vas a poner como mi mamá y mis hermanos con eso…—Rocco se sonrojó.
—No me gusta meterme donde no me llaman, pero se nota que te gusta Julieta y mucho. Y si mi instinto no me falla, diría que a ella también le gustas… Cuando te confundió con tu hermano pensando que eras tú quién estaba conmigo, se quedó de piedra, eso tiene que ser por algo ¿No crees?
—Somos buenos amigos y ya. Julieta es demasiado para mí, es una de las neurólogas más importantes del país, al igual que su papá. Esa familia tiene más plata de la yo pudiera ganar en diez vidas ¿Vos creés que se va a fijar en un simple enfermero como yo? Por supuesto que no, Julieta está totalmente fuera de mi alcance. Me conformo con ser su amigo para poder estar cerca de ella—la aludida pasó por su lado y le dedicó una gran sonrisa—Es la mujer más hermosa que vi en mi vida… Discúlpame, soy un tarado, no debí decir eso frente a vos.
—No te preocupes… ¿Sabes? Te entiendo perfectamente, así mismo me siento yo con René. Él es quién es, la gente lo reconoce, lo admira Yo me siento diminuta a su lado, porque de tantas mujeres guapas y sin taras mentales que hay por ahí, él me eligió a mí y la verdad sigo sin entender por qué.
—¿Qué decís? Vos también sos hermosa Álex, y lo más importante, sos una linda persona que lo ama, lo saca de quicio y lo pone en su lugar cuando lo necesita. Mi hermano se sacó la lotería con vos.
—Bueno, gracias por el subidón de autoestima—ambos se rieron—¿Qué te hace pensar que Julieta no piensa lo mismo de ti?
—No lo creo… Julieta puede tener al tipo que quiera en la palma de su mano. Créeme cuando te digo que acá, hay demasiada competencia por su atención, yo no tengo posibilidades.
—¿Por qué no se lo preguntas directamente? El no, ya lo tienes, pero ¿Y si te dice que sí?