Los siguientes meses pasaron rápido. René pudo volver al trabajo que tenía antes de irse a Argentina, el club fue muy considerado con él y no puso ninguna objeción. Tenía pensado crear una academia de fútbol base para todo aquel niño o niña que quisiera disfrutar del fútbol aprendiendo y formándose no sólo como futbolistas, también como personas.
Para eso contaría con la ayuda de Álex, la cual puso el grito en el cielo aludiendo que ella no tenía ni idea de fútbol. Hasta que eso fuera una realidad, tuvo tiempo de formarse, ya que sería la encargada de la administración de la academia y de tratar con los posibles patrocinadores. Por suerte, Alfredo estaba siempre a su lado para enseñarle y ayudarla en todo lo que necesitara.
Cuando se dieron cuenta, volvían a estar de diciembre, pero por una vez, Álex estaba entusiasmada con las festividades navideñas. Ese año, la familia de René al completo, voló hasta Sevilla y la pareja no podía estar más feliz, al fin aquella enorme casa se llenaría de gente por unos días. Habían echado de menos el caos, las órdenes y lo cotillas que podían ser, pero con todo y con eso, los adoraban.
En esos días, decidieron juntar a la familia con sus amigos, aprovechando que Noe y Juanmi habían vuelto a pasar las vacaciones con los suyos. Así que todos ellos junto a Bea, Toni, los niños y Pipe y David se reunieron en aquella casa.
—¿A que ahora no pensás que esta casa es demasiado grande?
—No, ya no…—sonrió Álex apoyándose en su pecho—Es increíble la familia que tenemos.
—Tenés razón, mi amor—la besó en la cabeza—¿Sos feliz?
—Muy feliz… Pero lo que más feliz me hace, es ver que tú también lo eres, y hoy más que nunca… Mira eso—señaló desde lo más alto de la escalera. Valentina disfrutaba de sus nietos y del resto de niños así presentes, exceptuando a Lola que estaba de lo más entretenida con David. Juanmi, Pipe y Toni acogieron muy bien a Rocco y Martín. Bea, Mía y Noe charlaban alegremente con una tímida Julieta—Es increíble que los tengamos a todos y cada uno de ellos en nuestra vida… Somos muy afortunados.
—Lo somos, flaca. Ojalá que esto no acabe nunca… Como nuestro amor.
—Eso jamás, te lo prometo—lo abrazó por la cintura—¿Bajamos?
—Sí, pero antes…—la subió en brazos y la besó apasionadamente mientras se tomaba su tiempo—Ahora sí, vayamos con ellos.
Fue una velada agradable, y, sobre todo divertida, lo estaban pasando estupendamente. Álex acompañó a Bea y Mía al salón para dormir a sus respectivos bebés, se llevaban poco tiempo de diferencia.
—Qué tranquilitos se les ve—comentó mientras los miraba dormir.
—Justo por eso, porque están durmiendo—añadió Bea—Porque el mío, mientras está despierto, está exigiendo. Manu era mucho más tranquilo que Marcos.
—Estoy súper de acuerdo con vos. Aunque de mi hijo Matito ya hace muchos años, recuerdo que siempre fue buenísimo. En cambio Valentín, se la pasa día y noche llorando… A veces yo me pongo a llorar con él desesperada…
—¿Qué miedo, no? No puedo ni imaginármelo—Álex trató de no reírse, no creía que fuera para tanto.
—Y vos ¿Para cuándo tenés pensado hacerme tía?—preguntó Mía.
—Eso, yo también quiero saberlo—Bea la secundó.
—No hay prisa. Además, ya cumplí los treinta, no es tan sencillo quedarse embarazada.
Las dos muchachas se miraron entre ellas y rompieron a reír mientras observaban a Álex con gesto serio.
—¡Ay, cuñadita! Cuando menos lo esperás, simplemente sucede, no importa la edad.
—Tienes toda la razón… Basta que no quieras y ¡Pam! Bebé a bordo.
—¿Podéis dejar el temita, por favor? No es gracioso—se quejó.
—Y por si no lo sabías, suele ser contagioso… Mira nosotras si no…
—Aquí os quedáis con vuestros hijos y vuestras tonterías—Álex las dejó solas para volver a la mesa.
Horas más tarde, los invitados se fueron y el resto se retiraron a dormir. Álex fue al baño y recordó la conversación que tuvo con Mía y Bea. Fue entonces cuando un pensamiento le cruzó por la cabeza.
Abrió el cajón donde guardaba sus productos de higiene íntima y vio una caja. No recordaba la última vez que había comprado una… Buscó en su móvil la aplicación donde anotaba sus ciclos menstruales y se quedó pálida… Hacía más de dos meses que no había ningún registro.
Tal vez había olvidado hacerlo, eso no significaba nada. Después se miró en el espejo, desde que se marchó de Argentina, había engordado algo, lo suficiente para estar cómoda con su cuerpo, pero nunca había tenido tanto pecho como en ese momento. Álex comenzó a agobiarse, tantas casualidades no eran posibles.
—¡Deja de sugestionarte!—se dijo a sí misma.
—¿Decías algo?—preguntó René desde la cama.
—No, nada…—salió del baño y se reunió con él—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Obvio, mi amor. A ver, decime ¿Qué querés saber?—Álex se quitó la ropa y el muchacho se emocionó—Sea lo que sea, sí quiero—una traviesa sonrisa se dibujó en sus labios—Pero tenemos la casa llena de gente, nos toca ser discretos.
—No, no es eso… ¿Tú…me ves diferente?—se señaló de arriba abajo.