La redención de un alma #2 (2025)

CAPÍTULO 64

Tiempo después…

Álex se despertó con la ayuda de los rayos del sol, René había vuelto a olvidar bajar la persiana cuando amaneció. Se dio la vuelta y abrió los ojos para contemplar aquella escena que cada mañana la enternecía.

—Buenos días—estiró cada músculo de su cuerpo y sonrió.

—Buen día, mi amor—se sentó en la cama y la besó—Saludá a la mamá, decile «Buen día mamita hermosa»—dejó a su bebé gatear en la cama—Ya le di su desayuno a esta bella dama, se comió todo, no dejó nada.

—Mi niña guapa—la estrechó entre sus brazos—¿Cómo de grande debería ser el babero que necesita tu padre cada vez que te mira?—bromeó observando al aludido.

—No hay suficiente tela para mí… Es que ver a mis dos mujercitas tan hermosas hace que me sienta el tipo más afortunado del mundo. La parte que más me gusta, es que la nena es igualita a vos… Mismo cabello, mismos ojos, mismo geniecito que me dará dolor de cabeza en el futuro…

—Aún no sabemos si tiene mis ojos o no, sólo tiene siete meses…—escucharon un estruendo y voces por el pasillo—Oh, oh…—se tapó la cabeza consciente de lo que se avecinaba.

—¡Buenos días, mamá! ¡Buenos días, papá!—tres niños con edades comprendidas entre los seis y los dos años acababan de asaltar su dormitorio.

—Llegó la caballería—anunció René entre risas—Buen día hijos—los besó uno a uno—¿Durmieron bien?

—Sí, papi—respondieron los dos mayores.

—¿Ande ta mami?—preguntó el más pequeño de los tres.

—Aquí estoy—se descubrió rápidamente y lo abrazó.

—¿Y la manita?

—Aquí, esperando que sus hermanos mayores le den los buenos días—con cuidado todos se subieron a la cama—Me parece que se nos está quedando pequeña, ya no cabemos.

—Mejor, más apretaditos—afortunadamente los niños eran demasiado pequeños para entender de qué hablaba.

—Venga, todos arriba que hay que desayunar y no quiero que lleguéis tarde al colegio—entre los dos prepararon el desayuno de los niños y el suyo propio. Las comidas en esa casa nunca eran aburridas.

Resultaba que, la supuesta sugestión de Álex, se materializó en un precioso niño llamado Aarón que ya tenía seis años de edad. La noticia se hizo pública el día de navidad, y el más feliz de todos fue el padre, por supuesto.

Dos años después, llegó Adán y luego lo hizo Ángel. Álex se salió con la suya tras ganar una apuesta a René que aseguraba que esa vez, sería una niña. Y la última incorporación a la familia, fue la pequeña Aura, que era la delicia de sus padres y hermanos.

Aarón y Adán, era la mezcla perfecta de sus padres. Aarón tenía el pelo cobrizo y ojos negros y Adán tenía el cabello negro con ojos verdes. Sin embargo, las cosas del destino hicieron que el pequeño Ángel fuera un clon de su padre, al igual que Aura lo era de su madre.

Durante todos esos años, Álex y René cumplieron su deseo de construir una relación sana basada en la confianza, el respeto y un inmenso amor que había sido bendecido con cuatro hijos preciosos.

René era el encargado de llevar a los niños al colegio antes de ir al trabajo, mientras que Álex se quedaba con los dos más pequeños y de momento, trabajaba desde casa.

—Despídanse de la mamá y suban al auto—ordenó René.

—Adiós mamá.

—Adiós, mami.

—Portaos muy bien y aprended muchas cosas ¿Vale?—besó a sus hijos.

—¿Y para el papá no hay beso?—daba igual los años que hubieran pasado, René seguía tan cariñoso y demandante como el primer día—Ten lindo día mi amor.

—Tú también tienes que portarte bien—lo besó rápidamente—Si no, habrá castigo.

—Me portaré horrible, entonces…—le guiñó un ojo.

—Llévatelos ya o llegarán tarde…—ahora la besó él de improviso—¡René!

—¿Sí?

—Te quiero—sonrió ampliamente.

—Yo más… Pero llego tarde…luego te muestro cuánto…—le susurró—Chao.

A Álex nunca se le hubiera pasado por la cabeza convertirse en madre de familia, y mucho menos, numerosa, pero las cosas del amor, hizo que ocurriera. Tener hijos no la hizo desistir de seguir haciendo su trabajo en la academia, aunque ahora tuviera que realizarlo desde su casa.

Poco después llegó Rocío, la chica que se quedaba con los niños mientras ella trabajaba.

—Hola Rocío—la saludó. Para todos, la joven era mucho más que una empleada—¿Qué pasa? Te veo muy seria.

—Viniendo hacia aquí, he vuelto a ver a esa mujer merodeando otra vez…

—¿En serio? Al final voy a tener que recurrir a la policía si sigue así… No se lo digas a René ¿Vale?

—Tranquila, no lo haré. Pero deberíais tener cuidado, no sabemos qué intenciones tiene.

—Sí, ya lo sé…—se quedó pensativa un instante—Bueno, voy a trabajar un rato, cualquier cosa, me avisas.

Se metió en el despacho y mientras esperaba a que se encendiera el ordenador, se quedó pensando en lo que le había dicho Rocío. Sus hijos también la habían visto, y por la descripción que le dio la muchacha y su hijo Aarón, no había duda, se trataba de Cristina.



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En el texto hay: redención, drama, amor

Editado: 21.09.2025

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