La redención de un alma #2 (2025)

CAPÍTULO 66

Viajar en avión normalmente solía ser un caos, sobre todo tratándose de un vuelo largo. Pero hacerlo con tres niños pequeños, un bebé y una madre que le aterrorizaba volar, no era tarea fácil. Menos mal que René era un hombre paciente cuando se trataba de su familia y se hizo cargo de la situación y el resultado no fue tan desastroso como esperaba.

Al llegar a Buenos Aires, Rocco y Martín los estaban esperando para llevarlos hasta Aguas Verdes. Al ser tantos, ya no cabían en un solo coche, y Álex se negaba a conducir por esas carreteras y calles caóticas.

Después de los saludos pertinentes, se pusieron en marcha. Por suerte los niños habían dormido en el avión bastantes horas y tendrían buen horario, pero no se podía decir lo mismo de sus padres, estaban agotados.

Horas más tarde, llegaron a la casa frente al mar que habían comprado años atrás. Hacía tiempo que la casa de Valentina se les había quedado pequeña cuando iban de visita o de vacaciones.

Era amplia y acogedora, y las vistas al mar fue lo que los convenció para hacerse con ella. De hecho, la boda de Mía y Martín se celebraría allí ya que la lista de invitados no era muy extensa, sólo la familia y los amigos más cercanos, no necesitaban más.

Al día siguiente fueron a visitarlos Mía, Valentina y Julieta junto a los niños. Matito ya había cumplido los dieciocho, no quedaba nada del niño que Álex había conocido hacía tantos años, pero era tan cariñoso y cercano como el resto de su familia.

Valentín era un pequeño terremoto de siete años que traía de cabeza a sus padres, su abuela solía decir que en eso había salido igualito a su tío René. Y luego estaba Benja, el hijo de Rocco y Julieta de tres años, era la antítesis de Valentín, tranquilo, obediente y tímido como su padre.

—Amo tener a todos mis nietos juntos—los contempló la orgullosa abuela.

—Abuelita, decís que nos amás a todos, pero sólo tenés ojos para mi primita Aura—protestó Valentín—Sólo porque es la única nena de todos nosotros.

—Eso no es cierto… Todos son iguales para mí, pero Aurita es la más chiquita y la que más necesita que la cuiden.

—Nosotros cuidamos muy bien de mi hermana—intervino Adán.

—Ya sé, mi amor—revolvió el pelo de su nieto—Ustedes la cuidan y la aman mucho.

—Entonces, abuela…—ahora era Aarón el que hablaba—De todos nosotros, sin contar a Aura ¿Cuál es tu favorito?

—Bueno… ¡Ya empezamos!—agregó Mía—Yo esto ya lo viví.

—Hay cosas que nunca cambian hermanita—René no pudo evitar echarse a reír mientras esperaba ver como su madre salía del aprieto en el que la había metido su hijo mayor.

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—¿Cómo no vas a venir? Es mi despedida de soltera—se quejó Mía.

—Me encantaría, pero te recuerdo que tengo cuatro niños pequeños a los que cuidar, dan mucha guerra—le explicó Álex.

—¿Si sabes que tienen un papá? Dejá que René se ocupe.

—Tanto él como yo nos ocupamos por igual de nuestros hijos—lo defendió.

—Ya sé, pero si no venís, me veo sola con Julieta y poco más… Soy tu cuñadita favorita…dale, que te cuesta… ¿Cuánto hace que no salís de joda sin hijos y sin René?

—Puf, ni me acuerdo…—ambas rieron.

—Dejá que Mía te saque a divertirte—René acababa de llegar—Hace un montón que no lo hacés. Mi hermano, Martín y yo nos vamos a quedar acá. El plan es cervecita, un asadito y los nenes corriendo por todas partes… ¿Está bueno, no?

—Buenísimo, hermanito—lo besó en la mejilla—¿Viste? Ya no me podés decir que no.

—Odio cuando os ponéis de acuerdo para hacerme cambiar de idea—bufó Álex.

—Ya verás que la vamos a pasar increíble—la abrazó efusivamente.

Ya de noche, las tres cuñadas en compañía de un par de amigas de Mía, fueron a cenar y después a un local para tomar algo y bailar. Al fondo, había un grupito de chicos bastante más jóvenes que ellas que no dejaban de mirarlas.

—¿Sabes de lo que me estoy acordando, Mía? De la despedida de soltera de Noe—se rio.

—Lo decís por aquellos nenes que llevan mirándonos todo el tiempo?

—Sí, claro… ¿Te acuerdas de mi amiga Noe?—le preguntó a Julieta y ella asintió—Pues por cosas del destino, Mía y ella se conocieron y le sugirió que debía celebrar una despedida de soltera. Resulta que aquella noche había unos chicos que se empeñaron en hacernos compañía, ya sabes… Bueno pues esta loca de aquí—señaló a la cuñada que tenían en común—Se encargó de espantarlos a todos con un «Ella está casada, ella está por casarse, pero yo busco un hombre que me mantenga y me trate como una reina porque no me gusta hacer nada» Obviamente, salieron huyendo al escuchar eso… Lo que me pude reír esa noche.

—No sabía que habías estado casada, Álex.

—Sí, lo estuve durante casi tres años…con René—la cara de estupefacción de Julieta no tenía precio.

—¿Cómo? Creo que no te escuché bien.

—Sí, René y yo estuvimos casados hace muchos años… ¿No le habéis contado nada?

—Yo al menos, no—intervino Mía—Es una larga historia… Deberían escribir un libro sobre ella.



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En el texto hay: redención, drama, amor

Editado: 21.09.2025

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