El día de la boda de Mía y Martín llegó, el jardín estaba perfectamente adornado, el personal del catering lo tenía todo listo. Los invitados estaban llegando y en la habitación principal, Mía y Álex acababan de terminar de ser perfectamente peinadas y maquilladas para la ocasión, tan sólo faltaban que se vistieran.
—Tía Álex, tenés que venir, ha ocurrido algo—Matito irrumpió en la habitación por sorpresa.
—¿Qué pasa?
—No sé, no entendí bien… ¿Podés venir, por favor?
Álex salió tras el muchacho bastante preocupada. Lo siguió hasta el jardín trasero donde no había nadie.
—¿Por qué me has traído hasta aquí?—preguntó, pero Matito había desaparecido.
—Yo le dije que lo hiciera—de repente, René apareció en escena—Sé que andás muy ocupada, pero los niños me dijeron que tenían algo importante que preguntarte.
—¿Los niños? ¿El qué?—Álex no entendía nada—René, hay un montón de cosas que hacer antes de que llegue el juez. Mía no está vestida, ni yo tampoco… ¿Y qué traje te has puesto? Ese no es el que elegiste…—protestó enérgicamente.
—Mejor, date la vuelta y ve a ver que quieren tus hijos.
Se acercó hasta donde estaban y tenían en las manos cada uno una cartulina con algo escrito.
«Papá ha prometido darnos helado si dices que sí… Así que necesitamos tu ayuda para conseguirlo… ¿Quieres casarte con él?»
Álex lo tuvo que leer un par de veces para comprender lo que estaba sucediendo. Con el corazón a mil, se dio la vuelta lentamente y vio a René con una rodilla en el suelo sosteniendo el mismo anillo que le había pertenecido hacía mucho y que él llevaba consigo desde hacía años.
—Entonces…vos decidís… ¿Les puedo dar helado a los nenes o no?—René apenas podía respirar, su plan estaba saliendo a la perfección, a falta de la respuesta de Álex, por supuesto.
—¡Ángel René Ortiz de Luca, te voy a matar! ¿Cómo me vas a pedir matrimonio con estas pintas?—se señaló la bata que tenía puesta mientras comenzaba a llorar.
—¡Te salió bárbaro, mi amor!—gritó Valentina. Ella le había enseñado a llamarlo así cuando se enfadara con él, se sentía orgullosa.
—¿Qué importa, flaca? Lo único que necesito es una respuesta, afirmativa si puede ser. Vos estás hermosa con cualquier cosa… No es por meterte prisa, pero, estoy dejando de sentir la rodilla, mi amor—todos los allí presentes se rieron.
—Si me lo pides así… ¡Por supuesto que me caso contigo!—al fin René pudo levantarse para ponerle el anillo de nuevo—¡Todavía me sirve! Gracias por guardármelo.
—Gracias a vos por aceptarlo, esta vez, sin fecha de caducidad—la levantó del suelo para poder besarla al fin entre vítores y aplausos de la familia.
Todos fueron pasando a felicitarlos uno por uno, cuando llegó el turno de Mía, Álex la observó con detenimiento.
—Bonito vestido, pero este no es el que me enseñaste… ¿Cuándo has cambiado de opinión?
—No, no cambié de opinión—la sonrisa de Mía la hizo saber que algo tramaba—Este no es mi vestido de novia… ¿Cómo me voy a casar de azul?
—Entonces, si no hay boda… ¿Para qué hemos preparado todo esto?
—Mi amor, yo te puedo explicar… Todo esto es para nuestra boda…nos casamos en un rato más.
—Espera… ¿Qué? ¿Cómo que nos casamos ya? No tengo nada que ponerme, ni para los niños… Además, no me puedo casar, me falta una parte importante de mi familia. Si me vuelvo a casar sin Noe y sin Juanmi otra vez, me lo van a estar recordando toda mi vida.
—Eso puedes jurarlo, pelirroja—una voz tras ella la sobresaltó girándose bruscamente—Te deseo que seas muy feliz en el día de tu boda.
—Creo que me voy a desmayar…—lo abrazó con todas sus fuerzas—¿Qué haces aquí?
—Bueno, me invitaron a una boda—sonrió y saludó a René—Y no he venido solo…
Comenzaron a entrar Noe, Toni, Bea, todos los niños, sus hermanos Pipe y David y su cuñado Raúl.
—¿En serio has montado todo esto y yo no tenía ni idea?—le preguntó a René mientras seguía llorando de la emoción.
—Por vos, hago cualquier cosa… Hasta organizarte el casamiento asegurándome que no te falte nadie.
—¿Todos lo sabían?
—Obvio, desde hace meses, y ya veo que me guardaron muy bien el secreto… Cosa que les agradezco con toda mi alma.
—Esta vez te has pasado un montón… No sé cómo superar esto…
—Yo sí. Andá a ponerte aún más hermosa de lo que sos, decime que sí cuando llegue el momento y listo… Eso sí que sería insuperable—la besó en los labios—Ayúdenla con eso—le dijo a su hermana y al resto de mujeres.
Todas las chicas, emocionadísimas subieron hasta la habitación de Álex.
—Dadas las circunstancias, entre todas elegimos tu vestido, ojalá te guste—le informó Noe.
Cuando Mía lo sacó del vestidor, Álex se quedó muda. Era el vestido más bonito que había visto jamás. Era de manga larga con encaje, con escote cuadrado y se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Sencillo pero elegante, muy en la línea de lo que a ella siempre había usado.