Valentina acompañó a su hijo hasta el improvisado altar donde el juez ya estaba esperando. Minutos más tarde, Álex entró con sus hermanos, no fue capaz de elegir a uno. Cuando la entregaron, René no podía dejar de mirarla, y sin importarle nada, la besó.
—Eso se suele hacer al final de la ceremonia—comentó el hombre entre risas—Pero entiendo que estés nervioso frente a tu futura esposa.
—No se me ocurre ningún adjetivo para definir lo hermosa que estás—René se la comía con los ojos.
—Pues mira que es difícil dejarte a ti sin palabras ¿Eh?
—No quisiera interrumpirlos, pero ¿Podemos comenzar ya?—preguntó el juez.
Ninguno de los dos le prestó atención a lo que aquel hombre estaba diciendo, sólo tenían ojos el uno para el otro. De nuevo los testigos fueron Toni y Bea como la otra vez, no quisieron cambiar, gracias a ellos estaban ese día allí.
Llegó el momento de los votos, aunque Álex no tenía nada preparado, improvisó.
—A mí lo de hablar no se me suele dar muy bien, tú lo sabes…pero lo voy a intentar. Lo primero que quiero que sepas es que me alegro haberme equivocado contigo… No ser como yo creía, me descuadró bastante… Desde entonces, aunque hayamos tenido altibajos en nuestra relación, fui descubriendo en ti a una persona maravillosa, más tarde a uno de mis mejores amigos, y por último, el amor de mi vida. El mismo que bajó mil veces a mi infierno sólo para acompañarme sin importarle nada más. Quién me dejó entrar en su vida y en su gran familia, me dio su amor, su corazón y cuatro niños hermosísimos… Gracias, mi amor por darme todo cuando creía que mi vida se había acabado…—cuando Álex lo miró a los ojos, René estaba llorando igual que ella—¡Somos un par de llorones!—gritó haciéndolo reír.
—Ahora sí que conseguiste dejarme sin saber qué decirte…—se limpió las lágrimas—Vos sos la mujer que estuve esperando toda mi vida, cuando ni yo sabía que lo estaba haciendo. No fue un camino fácil, pero volvería a recorrerlo una y otra vez si me llevara de nuevo a mi hogar, a mi amor…a vos. Te amo y te amaré hasta mi último aliento de vida. Quiero que veamos a nuestros hijos crecer, vivir la vida, ser felices…pero siempre de tu mano.
—Diría que no hay más qué decir—intervino el juez—Ahora sí, llegó la parte donde podés besar a la novia muchacho.
—Siento la interrupción…—Valentina se puso en pie—Se te olvido esto, hijo—le susurró pasándole la caja con los anillos.
—Pero si ya tengo un anillo…—Álex le mostró la mano izquierda.
—Pues ahora tenés dos—le deslizó la alianza en su mano derecha.
—Dame el tuyo—René se lo pasó—Ahora ya no tienes excusa para no utilizarlo.
—Nunca me lo voy a quitar, lo juro… ¿Puedo besar ya a mi esposa o alguien más tiene algo para decir?—dijo lo suficientemente alto para que todos lo escucharan.
—¡Bésala ya, pesado!—gritó Juanmi desde el fondo.
Y, obedeciendo su orden, René tomó a Álex por la cintura y la besó hasta quedarse sin aliento.
Poco a poco todos fueron a darles la enhorabuena a los ya esposos, para después disfrutar de una comida informal y una fiesta que duró horas. Cuando sonaron los acordes de la canción favorita de René interpretada por Álex, por supuesto, todos se metieron en casa para dejarles su momento.
«…Solo estoy solo y estoy buscando esa alguien que me está esperando. Que me entienda y si no me entiende Alguien que me comprende alguien a quien recordar de memoria cuando estoy de viaje cuando estoy muy lejos sí.
Soy un vagabundo y camino bastante alrededor del mundo. Pero quiero volver a mi casa… A alguna casa. Para encontrar a esa princesa vampira que respira que respira y me mira…»
René la sorprendió cantándole esa parte de la canción mientras bailaban en su jardín.
—Así que así se siente uno cuando le cantan…—comentó Álex sin dejar de mirarlo—Me gusta…
—Yo canto horrible, vos sos la de la voz divina—unas tímidas gotas comenzaban a caer sobre ellos cada vez más fuerte—¿Viste? Hasta traje la lluvia.
—No me lo puedo creer… ¿Otra boda con lluvia?—se quejó—Pero ¿Sabes qué? No me importa… Es el día más feliz de nuestras vidas y de aquí no me muevo hasta que me sangren los pies.
—Si vos te quedás, yo también—besó su mano haciéndole cosquillas—¿Qué te parece si hacemos una locurita de recién casados?
—¿Qué tipo de locurita?
René no le respondió, simplemente la tomó en brazos y corrió hasta la playa. Terminaron empapados por la lluvia y por el agua del mar que los cubría por debajo de sus rodillas.
—Acá, en este momento, frente al mar, te prometo entregarte mi vida entera para toda la eternidad—se arrodilló como si fuera a pedirle matrimonio de nuevo—Te amo…
—Y yo prometo seguir dándote amor y mucha guerra todos los días de mi vida—lo besó—Te amo René, hoy, mañana y siempre… ¡Viva Argentina carajo!—gritó con todas sus fuerzas.
—Definitivamente ya te contagié mi locura… Será mejor que regresemos antes de que nos lleve una ola mar adentro.
El camino de vuelta lo recorrieron despacio y de la mano, deteniéndose de cuando en cuando para besarse y disfrutarse mutuamente.