CAPITULO III
Viktor la contempló entretenido mientras Elektra daba un paso atrás en el establo; la conocía lo suficientemente bien como para saber que escondía algo, sabía que no había aceptado de buena gana lo que él había decidido sin tener un plan de respaldo, y aunque no tuviese idea de cuál era ese plan, se había encargado de que jamás se llevara a cabo.
-Parece como si estuvieses esperando a alguien más – Dijo con fingida inocencia.
-¿Qué haces aquí, padre?
-Podría preguntarte lo mismo, Elektra, todos te están esperando en la fiesta.
La joven dio un paso atrás asustada por primera vez de su propio padre; tragó e intentó mantener su postura, necesitaba saber qué estaba ocurriendo, por qué él estaba ahí, qué había sucedido con Tai.
-¿Dónde está Tai? – Preguntó y sintió que su voz se quebraba.
-¿Tai? – Repitió mientras jugaba con el reloj de bolsillo que llevaba en su chaqueta - ¿Era a él a quien esperabas?
-No juegues conmigo, padre, ¿Dónde está?
Viktor apretó la mandíbula, nunca desde ese mismo día, Elektra se había atrevido a desafiarlo, siempre se había presentado obediente y sumisa, y ahora lo retaba cada vez que tenía una oportunidad.
-Tú misma me llevaste a esto, Elektra, si hubieses aceptado lo que te dije desde un principio nada de esto habría pasado.
Elektra dio un paso atrás sintiendo que le faltaba la respiración, miraba a su padre como si no lo reconociera, como si no supiese quién era ése que vestía su ropa, llevaba su cuerpo, hablaba con su misma voz, pero actuaba de una forma tan hiriente y siniestra.
-¿Qué es lo que estás diciendo padre? – Inquirió con miedo.
Viktor dio un paso hacia ella sin separar la mirada de sus ojos, debía hacerla entender el error descomunal que habría estado a punto de cometer si él no lo hubiese resuelto antes.
-Tai no era más que un simple sirviente, hijo de una sirvienta – Espetó con amargura – Tú eres la última en un linaje de sangre real, una heredera de la República, sus vidas jamás habrían debido unirse. Sé que esto fue mi culpa, yo te dejé continuar viéndolo, pensando que tendrías un mejor juicio a la hora de escoger; pero en cambio decidiste que lo amabas a él, a un simple súbdito, a alguien que solo puede aspirar a pertenecer a la milicia y servirnos.
Todo el cuerpo de Elektra temblaba de arriba abajo, sentía que había perdido el color de su piel, que su corazón latía en un ritmo decadente y estaba a punto de perder el sentido.
-¿Dónde está Tai, Padre? – Repitió una vez más con la poca fuerza que le quedaba - ¿Qué le hiciste?
-¡El jamás habría estado a nuestra altura! – Bramó colérico.
-¡¿Dónde está?!
Viktor retrocedió ante el grito de su hija, pero eso solo hizo que se enfureciera más.
-Donde ningún alma viva podrá jamás encontrarlo – Siseó con desprecio.
Elektra sintió como si le hubiesen lanzado un balde de agua fría, como si le hubiesen arrancado de un tirón todo el aire de sus pulmones, era como si su propia alma hubiese dejado el cuerpo, se sintió caer de rodillas en el mugriento suelo en el que hacía sólo horas había besado a Tai... Tai, su Tai, la única persona a la que había amado... se había ido, había... no, no se atrevía siquiera a pronunciar las palabras, parecían un insulto, algo imposible, una palabra maldita... él no podía haberse ido, no la podía haber dejado sola; no... si él estaba... si él estaba muerto, entonces quería ir con él, lo seguiría hasta el mismísimo infierno y la haría volver, porque él le pertenecía, ella le pertenecía... "Te amaré esta vida y mil más", su voz hacía eco dentro de sus pensamientos.
-Yo también te amaré esta vida y mil más – Murmuró entre lágrimas sintiendo que su garganta se trancaba – Esta vida, ésta muerte y mil muertes más.
Alzó la mirada finalmente para contemplar la estoica figura de su padre a dos metros de ella; el odio y la sed de venganza dominaban su cuerpo, una cólera apoteósica había tomado control de su vida de una forma que jamás habría pensado posible. Lo odiaba, detestaba al hombre frente a ella. Se puso de pie con las renovadas fuerzas que la llenaban, sus manos temblando apretadas en fuertes puños y las lágrimas cayendo por su rostro.
-Me arrebataste lo único que he amado en mi vida – Espetó con furia contenida mientras sus uñas se clavaban en la palma de sus manos haciéndola sangrar – Elektra no solo fue la Diosa de la justicia, padre – Replicó escupiendo con odio la última palabra – También fue la Diosa de la venganza, y juro sobre éste mismo suelo, que no descansaré hasta quitarte todo lo que amas, e incluso en la muerte me aseguraré de seguirte, te atormentaré eternamente sin descanso... y jamás olvidarás que hoy creaste a tu peor enemiga.
Viktor contempló mientras su hija se enjuagaba las lágrimas con las palmas sucias de sus manos; vio su vestido manchado, su cabello destruido; observó con un temor creciente lo que acababa de hacer, el mal que le había hecho a su propia sangre; ya no habría vuelta atrás, había llamado a su hija Elektra porque la diosa había amado a su padre más que a nada en el mundo, y ahora sentía que la amarga ironía se cernía sobre él como un cielo encapotado, su propia creación se había vuelto contra él.