La Regente (petrova)

Capítulo VIII

CAPITULO VIII
 

Elektra despertó con los primeros rayos del sol que se colaban por la ventana. Había tenido un sueño libre de pesadillas, nadie la había perseguido o la había atormentado mientras dormía. Abrió los ojos mientras se estiraba en la cama, hasta que notó que no era su cama, que aquellas paredes no eran las de su habitación, que aquella colcha que la cubría no era la suya. Cerró los ojos tratando de recordar dónde se encontraba, y todas las imágenes de los tres días anteriores llegaron a su memoria como un torrente de dolorosos recuerdos. Giró a un lado para ver el rostro dormido de Mika, casi había olvidado que se había quedado esa noche con ella para vigilar sus sueños; sonrió agradecida, le gustaba Mika, le daba una sensación de calma y paz que no lograba nadie más; él era exactamente como se imaginaba sería un lago tranquilo, con sus suaves y cristalinas aguas rozando la orilla, tranquilo, pacífico y transparente; mientras que Noah era su contraparte, un mar embravecido, con sus fuertes olas alzándose frente a las rocas, arremetiendo contra ellas una y otra vez; pero así como Mika era calma y tranquilidad, Noah era pasión y belleza, una belleza melancólica como la que había visto en los tristes ojos dorados del pequeño en la fotografía que estaba su lado, o como la que había escuchado en sus propias palabras aquella noche en el bosque.

Mika se movió en su cama estirando las manos, había tenido un sueño largo y profundo, hacía meses que no sabía lo que era eso. Quiso girarse y continuar durmiendo hasta que sintió el calor del cuerpo de Eli junto al suyo; abrió los ojos lentamente, encandilado por los rayos del sol que entraban por su ventana.

-Buenos días – Murmuró al comprobar que Eli estaba despierta - ¿Cómo dormiste?

-Bien, gracias – Replicó con una sonrisa tímida – No tenías por qué pasar la noche conmigo, lamento que hayas tenido que dormir tan incómodo.

Mika sonrió, si supiese que había dormido mejor que nunca.

-No te preocupes por eso. Será mejor que nos levantemos – Agregó recordando finalmente que debía llevarla hasta la Hermandad – Hay alguien que quiere conocerte.

Elektra lo miró confundido, no le había mencionado nada de eso anoche.

-No te preocupes, estará todo bien, estaré contigo. Te contaré todo lo que necesitas saber.

La chica asintió dubitativamente. Mika se puso de pie y se dirigió al cuarto de baño, tenía que darse un baño, debía estar completamente despierto y enfocado esa mañana si el Gobernador pretendía interrogar a Eli.

Elektra terminó de vestirse con las ropas que le había ofrecido Mika, agradeciendo que fuesen más de su talla, y que la camisa continuase siendo manga larga y le permitiera seguir ocultando su escudo. El baño le había sentado bien, y sentía que se había deshecho de un kilo de suciedad. Se calzó sus botas de caza y guardó el puñal de su familia en ellas, no podía desprenderse de él en ningún momento.

-No es exactamente de tu talla, pero pensé que te quedaría mejor que lo que llevabas puesto – Se disculpó Mika mientras la veía salir de la habitación.

-Es perfecto, gracias.

Mika no pudo evitar tragar cuando la vio salir del cuarto, la mugre y la sangre habían desaparecido de ella, y ahora podía ver con claridad aquel perfecto y delicado rostro blanco como la nieve en pleno invierno, así como su pequeña y delicada nariz y las sutiles pecas bajo aquellos verdes ojos.

-Será mejor que salgamos – Sugirió tratando de concentrarse – El Gobernador nos espera.

***

Noah se había alejado tanto como pudo de la aldea. Corrió y corrió alrededor de altos árboles, saltando inmensas raíces llenas de musgo y esquivando ramas caídas. Correr era una de las cosas que más lo relajaban, el esfuerzo que hacían sus músculos al estirarse y contraerse, la adrenalina bombeando a través de su sangre, el corazón latiendo a toda marcha... una vez había pensado en qué pasaría si un día simplemente no dejaba de correr, si decidía adentrarse tanto como podía en el bosque, sin mirar ni una sola vez atrás, hasta que la aldea y Petrova entera desaparecieran; esos habían sido los días en los que deseaba huir, en los que no soportaba la idea de permanecer y pertenecer a un lugar donde no había nada para él, donde nadie lo comprendía; pero nunca lo había hecho, él aún tenía a Mika, alguien que lo quería y lo necesitaba; pero justo en ese momento aquel pensamiento corría por su cabeza como una flecha, ese se sentía como uno de esos días.   

No podía quitarse de la cabeza la imagen de Eli, no entendía qué le sucedía, él nunca había pasado tanto tiempo pensando en alguien, nunca se había torturado de aquella manera por alguien a quien apenas conocía.

Ella era soberbia, fuerte, decidida, tímida e indudablemente obstinada, no necesitaba los dones de Mika para saber eso, lo había visto desde que había puesto los ojos sobre ella, mientras la flecha estaba clavada en su camisa. Había visto a través de ella, había escuchado sus palabras cuando su hermano la había interrogado, podía reconocer su propio odio en lo que ella había dicho; también la había escuchado cuando hablaron en el bosque, había sentido esa soledad que la embargaba, ambos habían perdido a personas que querían a causa de la milicia, y ahora no solo habían muerto sus padres, si no que Petrova había tomado a la única chica a la que había querido tanto como a Mika.




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