CAPITULO XIV
La imagen holográfica desapareció en la oscuridad de la noche, pero el resonar de la voz permaneció en el aire por mucho más tiempo, recordándoles a todos lo que acababa de suceder. Mika fue el primero en reaccionar; con temple, olvidándose de la discusión que habían tenido, se dirigió a Irina en primer lugar.
-Ve con el Gobernador – Ordenó rápidamente – Asegúrate de guardar todos los planos y documentos que tenemos en la fábrica; encuentra a Roger y que te ayude en el laboratorio, no podemos dejar nada a la vista de la milicia.
Irina lo contempló por un segundo antes de desviar la mirada hacia la chica, sus ojos brillaban con desprecio.
-Sabes muy bien que la están buscando a ella, ¿Por qué no la entregas simplemente y dejamos que se vayan? No nos harán nada hasta el día de los tributos, y quizás si la entregamos nos concedan clemencia si no encontramos nada para cazar.
Mika la contempló sin dar crédito a lo que escuchaba. Se irguió y dio un paso adelante y a la izquierda, escudando el cuerpo de Eli.
-No dirás una sola palabra sobre ella, Irina, o te juro que no descansaré hasta cobrártelo. La milicia vendrá y no conseguirá a nadie, ni nada. Haz lo que te ordené, estás por debajo de mí en la cadena de mando, si no quieres que te denuncie ante el Gobernador por insubordinación, te recomiendo que te vayas hasta la fábrica ya.
La chica frunció los labios y le dedicó una mirada iracunda a Mika antes de dar media vuelta y desaparecer entre el mar de personas que corrían de un lugar a otro, escondiendo la comida y las pocas cosas de valor que poseían.
Elektra no veía cómo podría escaparse de todo eso, la noche había caído y la milicia estaba en camino hacia ellos.
-Vienen por mí, Mika.
El chico tomó su rostro entre las manos y la obligó a mirarlo a los ojos.
-No dejaré que nada te suceda.
-Si no me entregas pondrás a toda la aldea en peligro, no puedo dejar que eso ocurra.
Tal vez era lo mejor, se decía Elektra, su vida no valía lo suficiente como para ponerla por encima de la de todos en la aldea; Irina tenía razón, si la entregaban tal vez la milicia no los lastimaría si no encontraban los tributos a tiempo; era solo una esperanza, pero era suficiente.
-Déjame entregarme.
-No.
La respuesta de Mika había sido definitiva, Elektra podía ver en sus ojos que no cambiaría de opinión; no importaba lo que dijera, él jamás la entregaría, y parte de su corazón lo agradeció. Mika se preocupaba por ella de una forma que ella nunca entendería, pero eso solo hacía que su cariño por él aumentara.
-Te sacaremos de la aldea – Concluyó – Irás lo más lejos posible y no regresarás hasta que sea completamente seguro.
-No puedes dejarlos solos, Mika, te necesitan. La aldea confía en ti y en el Gobernador, no puedes abandonarlos para protegerme.
Mika la miró unos segundos sin decir nada; el tiempo corría deprisa y sabía que la milicia no tardaría en llegar; pero Eli tenía razón, él no podía abandonar la aldea, debía asegurarse de que todos los documentos de la Hermandad estuviesen escondidos; debía asegurarse de estar presente para leer los sentimientos de la milicia, para saber qué hacer en caso de una redada. Él era el experto en eso, por esa razón era importante para la Hermandad, no podía dejarlos atrás por mucho que quisiera.
-No irás conmigo – Dijo finalmente, mientras desviaba la mirada hasta su hermano.
-No pensarás que te dejaré aquí solo para enfrentarte a la milicia – Reclamó Noah, intuyendo lo que estaba pensando – No te dejaré.
Mika soltó a Eli y se acercó a su hermano. Sabía que acababan de discutir, pero en el fondo Noah seguía siendo su hermano, la persona en la que más confiaba en el mundo; si alguien podía asegurarse de que Eli estaría a salvo, ese era él, nadie más.
-Conoces los bosques mejor que nadie, eres rápido, fuerte... - Los ojos de Mika brillaban con súplica contenida – Noah, si alguien puede protegerla ese eres tú.
-¿Y quién te protegerá a ti?
-Estaré bien.
Noah bufó sin poder creerlo, Mika siempre tomaba riesgos innecesarios; unirse a la Hermandad de Hierro había sido un error, él se lo había dicho una y otra vez, pero nunca lo escuchaba, creía ciegamente en las palabras del Gobernador, alegando que lo hacía por un bien mayor, para remediar todos los males que acaecían sobre las aldeas, sobre Petrova, pero Noah sabía mejor, sabía que lo hacía por venganza, por lo que le había sucedido a sus padres, a las personas que quería en la aldea. Sería capaz de poner en peligro su propia vida simplemente por salvarlos a ellos, pero Noah no estaba dispuesto a permitírselo.
-Sabes lo que ocurrirá si vuelven a activar tu catalizador, Mika – Le recordó solo para que él lo escuchara – No podrás soportarlo, estás demasiado débil para eso.
-No dejaré que eso ocurra, no sucederá nada si Eli no está en la aldea. Tienes que llevártela de aquí... por favor.
Noah quería negarse, no podía abandonar a su hermano, pero Mika tenía razón en algo, alguien tenía que llevarse a Eli lejos de la aldea.