La Regente (petrova)

Capítulo XVII

CAPITULO XVII
 

Un suave y tibio rayo de sol cayó delicadamente sobre el rostro de Elektra. El calor de aquel contacto la hizo sonreír apaciguadoramente en sueño, era el regalo mejor recibido en aquellos momentos. Frunció el ceño suavemente mientras dejaba que el calor se extendiese sobre su cuerpo desperezándola. Había tenido uno de los sueños más extraños y perfectos de su vida.

Había estado en las fronteras de la ciudad amurallada, más allá de los límites de Petrova, era libre de ir y venir a su antojo; el verde del bosque se mezclaba con el azul celeste del cielo creando colores que nunca antes había visto.

Volteó para encontrarse con los perfectos ojos dorados de Noah, seguía a su lado, el arco y las flechas que siempre colgaban de su espalda, habían desaparecido, y en su lugar, un libro antiguo reposaba en sus manos. Era tan extraño contemplar el contraste fuerte y salvaje de los rasgos de Noah, con la delicadeza con la cual sostenía aquel libro.

-Yo no te amo, no... - Recitó suavemente a su lado – No te amo, sin embargo soy tristeza cuando estás ausente...

-Noah... - Murmuró la chica acercándose lentamente a él; no podía dejar de ver aquellos tristes ojos que la contemplaban con ansiedad – Noah...

Extendió su mano pensando que lograría alcanzarlo, pero alguien más la sujetó.

-¿Tai? – Murmuró reconociendo aquel contacto – Estás aquí.

El chico sonrió ampliamente mirándola a los ojos.

-¿Cómo? – Inquirió Elektra sin comprender, pero no atreviéndose a soltar su mano - ¿Cómo?

-No podría dejarte – Replicó el chico – Dijimos que huiríamos juntos, lamento tanto haber llegado tan tarde.

-No, no es tarde, no es tarde...te he extrañado tanto.

Tai se acercó a ella y posó sus cálidas manos sobre las mejillas de la chica. Elektra cerró los ojos dejándose llevar por aquel simple y pequeño gesto que lo significaba todo para ella.

-Vendrán momentos duros – Replicó Tai – Pero eres fuerte, Eli, siempre lo has sido. Deberás ocultarte y luchar, no puedes permitir que te atrapen.

La chica abrió los ojos sin comprender lo que le decía, porque sus palabras tenían el amargo sabor de la despedida en ellas.

-Tai...

-Estarás bien – Prometió, sin soltar su mano – Pero debes despertar.

-¿Despertar?... Pero... Noah...

-Ahora – Insistió con urgencia.

-Noah – Llamó a la distancia, pero ninguna voz le respondió - ¡Noah!

-¡Despierta!

Elektra abrió los ojos asustada; la imagen de Tai y sus palabras seguían rondando sus pensamientos. Había sido tan perfecto verlo de nuevo, que quiso llorar por no haber sido capaz de mantener por más tiempo aquel sueño. Sintió que algo se movía suavemente, casi imperceptible, a su espalda.

-Noah – Murmuró, siendo consciente por primera vez de dónde y con quién se encontraba.

Bajó la mirada hasta los brazos que la aprisionaban haciéndola sudar, y fue en ese momento que vislumbró su propio brazo desnudo. El escudo de Petrova brillaba en él como rayos en una tormenta. Rápidamente, presa del pánico, se soltó de los brazos del chico que dormía profundamente. Intentó no despertarlo mientras separaba sus brazos de ella y corría en dirección a su ropa. Tomó la camisa húmeda y llena de tierra que estaba en el suelo y la puso rápidamente sobre su cabeza.

-¿Eli? – Inquirió roncamente la voz de Noah desde el suelo - ¿Qué sucede?

-Amaneció – Declaró la chica terminando de bajarse la camisa – Deberíamos volver.

Noah sonrió viendo las esculturales piernas de la chica, hacía días que había soñado con volver a verla así, semidesnuda, frente a él; y ahora que ambos estaban despiertos y habían sobrevivido a la noche y la tormenta, se permitió finalmente contemplarla.

-¿Podrías dejar de verme? – Replicó la chica sonrojándose, no se había olvidado del momento que habían compartido la noche anterior; las imágenes del cuerpo desnudo de Noah venían a ella de forma borrosa, pero aun así era capaz de recordar con precisión cada uno de sus músculos.

-¿Duermes desnuda conmigo, y ahora es que te sientes pudorosa? – Inquirió con media sonrisa, sin apartar la vista de la chica.

Elektra enrojeció aún más al escuchar aquellas palabras en voz altas después de haber estado pensando eso.

-Estábamos muriendo del frío – Recriminó ruborizándose – Y déjame recordarte que fue tu idea.

Noah se puso de pie en todo su esplendor y Elektra tragó con fuerza; nunca antes había contemplado un cuerpo desnudo de aquella manera. El largo y plano torso dorado del chico estaba marcado con duros y pequeños músculos, sus fuertes y delineadas piernas subían hasta la pequeña tela blanca, casi trasparente por la humedad, de sus bóxers, que era lo único que lo cubría. Elektra apartó la mirada sintiendo la sangre aglomerarse en su rostro, calentándolo.

-¿Pena, Princesa? – Inquirió riéndose mientras se paseaba descaradamente frente a ella – No lo habría pensado, después de todo, pasaste mitad de la noche llamándome en sueños.




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