La Regente (petrova)

Capítulo XIX

CAPITULO XIX


 

  Todos miraban a Noah, incluso Elektra lo hacía, a pesar de que el chico no la veía a ella.

  —Mi padre me contó la verdad sobre la revolución antes de morir — Explicó — Me contó sobre la verdadera Petrova, la República libre que existió antes de la ciudad amurallada. Hace más de ochenta años, cuando Alexander Petrova regía sobre nosotros. No existían muros, todos vivían en la ciudad, Petrova era gobernada por diversos poderes, no todo el poder recaía bajo la mano de un solo hombre; todos tenían voz y voto en las decisiones, no existían los tributos, nadie era marcado, ni siquiera la familia real. Había sido así durante siglos desde que habían firmado los primeros acuerdos entre las Repúblicas, todos querían y respetaba el apellido Petrova, les tenían lealtad por lo que hacían por los ciudadanos y no por miedo; hasta que el hijo de Alexander, Kaspar, lo asesinó.

  Elektra frunció el ceño, nunca antes había escuchado esa historia. Su padre le había mostrado muchas veces el árbol familiar, sabía de la existencia de aquellos antepasados, pero la historia que Noah contaba no se parecía en nada a la que ella conocía.

  —Alexander tenía dos hijos, Kaspar y Kaspian — Continuó — Kaspar era el heredero al trono por ser el mayor, pero su padre conocía a sus dos hijos como la palma de su mano, donde Kaspian era honestidad y justicia, Kaspar era avaricia y venganza. El día en que debía anunciar a su predecesor, desheredó a Kaspar y nombró a Kaspian para tomar su puesto. Por supuesto, el hijo mayor jamás lo aceptó; el día antes de ser hecha la declaración a la República, Alexander y Kaspian salieron a cazar, Kaspar se aseguró de que nunca regresaran, los envió a asesinar y tomó su lugar en el Capitolio. Pocos años después había convertido a la República en un campo de batalla, desintegró los poderes y se nombró el único emperador y Regente. Ese fue el verdadero comienzo de la Hermandad — Recalcó para que todos pudiesen escucharlo — Mi abuelo era uno de sus coroneles, su mano derecha, fue el encargado del asesinato de Alexander y Kaspian. Cuando vio lo que Kasper estaba haciendo, dejó la milicia y comenzó a urdir una revolución contra él; mi padre apenas tenía unos diez años, pero lo seguía a todos lados; reunió a muchos y formaron la Hermandad de Hierro, cinco años después intentaron derrocar a Kasper, pero la milicia tenía armas que ellos no, tenían más personas, conocían mejor la ciudad. La mayoría de la Hermandad original fue asesinada esa noche, incluyendo a mis abuelos. Ese mismo año cerraron la ciudad, confinando a los ciudadanos que no sabían nada sobre la revolución, para que vivieran dentro de sus muros, mientras el resto perecía o eran esclavizados fuera de las murallas. Así nació la ciudad amurallada, así nació esta organización. Mi padre retomó los pasos de mi abuelo y continuó confabulando contra Petrova, pero la verdad, es que esta es una guerra que jamás ganaremos.

  Todos habían escuchado la historia de Noah en silencio; Elektra jamás había conocido esa verdad, pero por alguna razón le creía. Había leído el acuerdo firmado por las Repúblicas, el objeto de construir una sociedad pacífica y unitaria donde todos tuviesen los mismos derechos; era su única oportunidad de sobrevivir, de no destruir por completo el mundo después de la guerra de los cien años. La imagen de Petrova que Noah había explicado se parecía más al objetivo principal de los acuerdos, esa era la Petrova en la que Elektra había creído, la que había querido y esperado, no el brutal sometimiento y genocidio producido por su familia.

  Elektra contempló a Noah desde su sitio, pidiendo en silencio que le devolviera la mirada, pero el chico estaba concentrado en el Gobernador, lo miraba con el desafío escrito en sus ojos.

  —Conozco la historia de la Hermandad, Gobernador — Replicó en su dirección — Quizás incluso mejor que tú.

  —No vinimos por clases de historia — Le contestó, utilizando contra él sus propias palabras — Continuaré con mi interrogatorio, si no te molesta.

  Noah resopló pero no dijo nada; aún no se atrevía a mirar a Elektra, incluso aunque sentía el acuciante peso de su mirada sobre él. 

  —¿Por qué viniste a la aldea? — Inquirió en dirección a la chica — ¿Qué buscabas?

  —No buscaba nada. Vine porque me trajeron.

  —¡Qué conveniente!

  —Es la verdad.

  Elektra apretó sus puños fuertemente, odiaba a aquel hombre, no le había gustado desde el primer momento y ahora entendía por qué. Estaba tan acostumbrado al poder, que se creía por encima de los demás, creía que su misión era la única que importaba y que todos debían hacer según lo que él pensaba y decía.

  —¿Te envió Viktor Petrova hasta nosotros?

  —No.

  —¿Quería que te infiltraras en la Hermandad?

  —No.

  —¿Eres un espía?

  —No.

  —¿Trabajas para ellos?

  —¡No!

  —¿Estás aquí para buscar información sobre nosotros?

  —¡He dicho que NO! — Gritó furiosa, contrayendo tanto los puños, que las cuerdas comenzaban a cortarle la circulación en las muñecas — ¡No trabajo para mi padre, no vine hasta acá como espía, ni para infiltrarme en la Hermandad! ¡Hasta que llegué a esta aldea no tenía ni idea de que quienes eran o lo que hacían, y no estoy aquí para traicionar a nadie ni llevarlos ante mi padre! ¡Por si lo han olvidado, la milicia también me está buscando a mí!




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