La Regente (petrova)

Capítulo XXV

CAPITULO XXV

 

  Noah viró la mirada rápidamente a su alrededor. Marko estaba en su inmediata izquierda, él lo había ayudado a dejar todo preparado para los tributos, lo había ayudado a seleccionar quiénes se quedarían en la aldea y quiénes se esconderían; de no ser por él aún estaría intentando convencer a Misha de marcharse; por esa razón lo había escogido como su sucesor en caso de que algo sucediera, había dejado una carta escondida en la fábrica con todas sus indicaciones para la posible sustitución, solo por si resultaba necesaria.

  A su izquierda estaba Irina y el Gobernador, apenas le habían dirigido la palabra desde la votación, pero sabía que una decisión tomada por la Hermandad era respetada, jamás se atreverían a contradecir sus órdenes o a rebelarse contra él; eran miembros importantes y no debía olvidarlo, ayudarían a la aldea.

  Miró más allá hasta posar la mirada sobre su hermano; el chico apretaba suavemente la mano de Elektra de forma inconsciente, así era como debía ser todo, él siempre lo había sabido.

  Contempló por última vez la mancha borrosa de estática en el firmamento, dónde hacía solo unos segundos había estado el rostro de la milicia; la imagen se había difuminado en el oscuro cielo dejando pequeños puntos grises; el helado viento azotaba su rostro mientras escuchaba a lo lejos, y acercándose rápidamente a ellos, los cascos de caballos golpeando el frío y duro suelo.

  Cinco figuras vestidas de rojo y negro montadas en caballos, se dibujaron en la distancia frente a ellos, detrás, siguiendo sus pasos, una carreta de madera era halada por otro semental. El relinchar de los caballos y los sordos golpes de los cascos llenaron el ambiente. Noah respiró profundamente y volteó la mirada hacia Mika. El chico también lo estaba observando, había soltado la mano de Elektra y sus ojos se habían encontrado. Miedo contra decisión, se leía en ambas miradas; Noah se llevó rápidamente las manos contra el pecho cruzándolas en el saludo que ambos compartían, solo que esta vez, la promesa de volver se perdía con el viento.

  Mika lo miró confundido queriendo replicar; pero la milicia había llegado a ellos primero. Apartó de mala gana la mirada del rostro de su hermano, y miró al frente, donde los cinco hombres sobre sus negros caballos los observaban con el pecho erguido.

  —Hemos venido por los tributos — Indicó con voz firme y fuerte, el hombre que iba justo en el medio — Entreguen su pago a Petrova.

  El Gobernador siempre había sido el encargado de entregar los tributos; era una de sus obligaciones como líder elegido por la aldea, pero ahora que su puesto en la Hermandad había sido tomado por Noah, esta responsabilidad caía también en sus manos. Mika contempló a su hermano y Elektra hizo lo mismo, podía sentir el miedo y los nervios manando fuera de ella como cegadores rayos de luz. Intentó concentrarse, no era momento para perder el control de su don.

  Noah dio un paso hacia delante sin apartar la mirada cautelosa del hombre que había hablado. Hizo un leve asentimiento hacia Karim, quien arrastró forzosamente un gran y pesado saco blanco manchado de sangre.

  —Los tributos — Replicó el chico, mirando al guardia a los ojos. Su rostro impávido no mostraba ningún signo de miedo, aunque Mika podía sentir la leve presencia del mismo en su interior — Dispuestos como siempre, cada quincena.

  El guardia que comandaba ese pequeño pelotón enarcó la ceja contemplando al chico con malicia y desprecio.

  —Revisen — Ordenó.

  Uno de los guardias se bajó ágilmente de su caballo y se encaminó hasta el gigante saco. Lo abrió con facilidad a pesar del grosor de la tela de sus guantes de cuero, revisó concienzudamente su contenido por unos largos segundos y luego asintió en aprobación hacia su superior.

  —Todo en orden, Coronel — Replicó el hombre, tomando el saco y halando de él hasta la carreta.

  El Coronel sonrió de medio lado con malicia, mientras paseaba la mirada por los aldeanos. Sus ojos brillaban con deleite al contemplar a la plebe y execrados de Petrova frente a él. El General había tenido razón, pensó, nada se sentía mejor que ser poderoso, y ahí afuera, en las fronteras de Petrova, lejos de la ciudad amurallada, él era la máxima autoridad.

  —Ahora — Dijo lentamente, sin borrar la sonrisa de su rostro — Creo que es momento de elegir el otro tributo.

  Mika se tensó en su lugar intentando no desviar la mirada hacia Elektra, que se había encogido sobre sus hombros y había bajado el rostro asustada. Quedaban pocos aldeanos mayores de trece años en la plaza, los más jóvenes, más débiles, los enfermos o incapacitados,  habían sido enviados con Misha fuera de la aldea, pero seguía habiendo suficientes hombres de donde elegir. 

  La mayoría de las madres apretaron fuertemente la mano de sus hijos mayores, mientras gruesas lágrimas bajaban por sus rostros, ninguno de ellos se atrevía a hablar o cruzar la mirada con la milicia; estaban internamente rezando por no ser elegidos; todos lo hacían, incluso Mika y Noah lo habían hecho en el pasado.

  —Supongo que nadie se ofrecerá como tributo — Se burló, paseándose de un lado al otro sobre su caballo, sin dejar de observar a los hombres frente a él – Cualquiera pensaría que incluso un simple aldeano estaría dispuesto a morir con honor por su República.




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