La Regente (petrova)

Capítulo XXVI

CAPITULO XXVI

—La arena mortal está al noroeste de la aldea, a más de dos kilómetros de distancia — Replicó el Gobernador, mientras trazaba con su dedo una línea imaginaria sobre el mapa que tenía extendido en la mesa — Nos tomaría aproximadamente dos horas y medias llegar hasta allá, eso sí vamos caminando.

—Entonces no tenemos tiempo que perder — Urgió Noah, para quien los minutos comenzaban a parecer segundos — Tenemos que comenzar ya.

—No sin un plan — Soltó Marko.

Llevaban más de cuarenta minutos en el salón de interrogatorios oculto en la fábrica de hierro. El Gobernador, Irina, Marko, tres hombres más que pertenecían a la organización, Noah y Elektra, habían estado reunidos en ese lugar desde que el chico había aceptado elaborar un plan para rescatar a Mika. El Gobernador guardaba mapas detallados de toda la República, de los tipos que Elektra jamás había visto en su vida; mostraban una Petrova completamente diferente a la que ella conocía, con sus altas montañas y fronteras; las posiciones exactas del resto de las aldeas; la ciudad amurallada extendiéndose sobre miles de metros en uno de los extremos, y casi de manera solitaria y aislada del resto, una gruesa equis roja marcaba el lugar exacto donde se realizaban los juegos.

—No podemos simplemente dirigirnos a los juegos sin un plan — Estaba arguyendo Marko contra un Noah reacio a escuchar — Las tierras están plagadas de milicia esta noche, podemos utilizar las vías alternas que no conocen, pero nos tomaría al menos una media hora más llegar a la arena.

—No podemos perder más tiempo — Repitió frustrado, el chico.

—Robert, ¿Cómo es la arena? — Inquirió Marko, haciendo caso omiso a las palabras de Noah — ¿Alguno de los que están aquí se ha acercado lo suficiente para detallar el lugar?

Irina dio un paso al frente y señaló con su dedo los alrededores de la arena mortal sobre el mapa.

—Tiene forma de un domo metálico — Explicó — De al menos unos treinta metros de altura y unos sesenta de ancho. Las veces que nos hemos acercado hemos visto solo dos entradas, la principal, por donde entran la milicia y los repudiados, y una pequeña lateral por donde llevan a los prisioneros. Nunca hemos visto por donde entran los guerreros de la ciudad, pero parece que están adentro desde mucho antes de que lleguen los tributos.

—Bien — Dijo Noah, comenzando a trazar un plan en su cabeza — Necesitamos acercarnos lo suficiente para crear alguna especie de distracción, ustedes pueden hacerlo, solo necesito diez minutos para entrar y salir con Mika.

—No es tan fácil como crees — Objetó Irina, negando con la cabeza — Jamás podrás abrir las puertas. La milicia utiliza sensores en cada una de las entradas, es imposible que logremos atravesarlas sin una de sus marcas.

—Tiene que haber otra forma — Bramó Noah, golpeando fuertemente con los puños la mesa — Debe haber otra manera de entrar y sacarlo.

—La hay — Murmuró Elektra, hablando por primera vez desde que habían salido de la casa. Estaban perdiendo el tiempo cuando la respuesta más lógica estaba frente a ellos. Tenían que salvar a Mika, y no dejaba de ver una y otra falla en el plan de Noah — La milicia jamás se distraerá el tiempo necesario como para que puedas entrar a la arena y sacarlo de ahí. Eso no funcionará.

—Ahora no, Elektra — Pidió Noah, tratando de no alzar la voz — Déjame pensar.

—No.

La voz de la chica nunca antes había sonado tan dura y directa. El Gobernador y Marko la observaron, Noah seguía enfocado en el mapa frente a él. Estaba cansada de que la tratasen como la damisela en peligro que había que rescatar y proteger; ella era la heredera de Petrova, pertenecía a la familia real, estaba acostumbrada a dar órdenes, a controlar situaciones, a dirigir. Su padre le había enseñado todo cuanto sabía, y aunque lo odiaba, tenía que admitir que la había entrenado bien; era diestra con las armas y con el arco; pero había algo más en lo que era incluso mejor... las estrategias, después de todo, su padre era un maestro en ello.

—Me cansé de que me trates como una niña, Noah — Replicó en voz alta, dándole la vuelta a la mesa para encararlo — Sé que estás preocupado por Mika, todos lo estamos; pero no pienso quedarme de brazos cruzados mientras te escucho trazar un estúpido plan que no funcionará.

Noah la miró a los ojos; esto no se trataba sobre quién era más valiente, esto era sobre salvar a su hermano.

—No perteneces a la Hermandad, ni siquiera perteneces a esta aldea.

—No, tienes razón — Admitió, obligándose a no dejarse amedrentar por las palabras del chico — Pertenezco a la ciudad, al capitolio. Me crié con la milicia, conozco todas sus tácticas, sus costumbres, sus reglas. Lo quieras o no, soy la única capaz de elaborar un plan que funcione, y si quieres salvar a Mika, me escucharás.

Había cierta certeza y seguridad en la voz de la chica, que hizo que Marko y el Gobernador se fijaran en ella.

—Tal vez deberías dejarla hablar, Noah — Recomendó Marko desde su puesto — Te guste o no, tiene razón, ella los conoce.

Noah se cruzó de brazos sin decir una palabra y enarcó las cejas, expectante, mientras veía a la chica.

—Dijeron que los terrenos adyacentes estarían repletos de milicia ¿No? — Replicó, tratando de ordenar todas sus ideas mientras se acercaba al mapa — Estamos aquí — Dijo, señalando un punto donde el nombre de la aldea resaltaba en letras cursivas — La aldea más próxima está a menos de un día de distancia, lo que quiere decir que muchos de los guardias deben estar saliendo de ella y dirigiéndose en esta dirección mientras hablamos. Si logramos crear una emboscada aquí — Señaló con su dedo un punto en el mapa, donde una curvatura en el río hacía cambiar la dirección — Podríamos hacernos con al menos dos trajes de la milicia. No podemos llamar la atención, debemos pasar desapercibidos. Generalmente los guardias viajan en grupos de tres y dos, o al menos así lo hacían en la ciudad. Dos personas disfrazadas con el uniforme de la milicia y sus caballos podrían pasar por uno de ellos y llegar más fácilmente hasta la arena.




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