La Regente (petrova)

Capítulo XXVII

CAPITULO XXVII

El pasillo de jaulas estaba iluminado con luces rojas que salían desde pequeñas lámparas incrustadas en el suelo de madera pulida. Elektra reconocía la pulcritud del diseño, era el mismo tipo que utilizaban en la ciudad amurallada.Donde debía haber paredes, había en cambio gruesos barrotes metálicos que daban al interior de celdas perfectamente diseñadas para contener a más de cinco personas dentro de ellas; pero las que veían frente a ellos estaban habitadas por uno solo. Noah tomó el brazo de la chica y la haló al interior del domo; justo frente a ellos había un enorme ventanal que daba directamente hacia la arena, donde cientos de armas brillantes y punzantes estaban dispuestas contra las rejas de metal. Los chicos se detuvieron en el acto con el corazón latiendo a toda velocidad cuando observaron a través de ella, los cientos de guardias y repudiados sentados en sus asientos a lo lejos; estaban justo debajo de las gradas, en el mismo sótano del domo.

—No pueden vernos — Aseguró Elektra, tratando en parte de convencerse a sí misma — Es el mismo tipo de vidrio polarizado que utilizan en el capitolio.
Podemos ver a través de él, pero no ellos a nosotros.

—Vamos — Murmuró Noah, tomándola de la mano y adentrándose en el pasillo — Tenemos que encontrar a Mika.

Apenas dieron dos pasos, el pasillo se convirtió en una marea de voces, súplicas, gritos y llantos mezclados con largos brazos saliendo de entre los barrotes. Elektra se estremeció a medida que caminaban, se encogió contra el hombro de Noah, y éste apretó gentilmente su mano dándole ánimo.Unos dedos agarraron con fuerza el sobretodo de Elektra haciéndola tropezar.

—¡Por favor! — Suplicó un chico de no más de diecisiete años, sus brazos y su rostro estaban cubiertos de sangre y rasguños sin cicatrizar — ¡Por favor, no me haga volver, se lo ruego!

La intensidad con la que le suplicaba hizo que la chica se estremeciera; tenía que hacer algo por él; pero apenas abrió los labios, cientos y cientos de voces se hicieron sonar en el pasillo; lamentos y súplicas destrozadoras.

—¡Por favor! — Lloraban en coros — ¡Por favor!

—Tenemos que hacer algo —Urgió Elektra mirando a Noah — Tenemos que ayudarlos.

—No podemos hacer nada por ellos — Replicó el chico con las manos temblando — Tenemos que encontrar a Mika y sacarlo de aquí, vinimos por él, no podemos hacer nada por el resto.

—Pero, Noah, morirán si no hacemos algo.

—Nosotros también moriremos si intentamos ayudarlos. No tenemos tiempo.

Elektra contempló a su alrededor, impotente, quería hacer algo por ellos, ayudarlos; pero Noah tenía razón, no había tiempo, debían concentrarse en Mika antes de que la milicia los descubriera.

Algo se movió al final del pasillo; una larga sombra que se extendía por todo el suelo de madera pulida. La chica apretó fuertemente el brazo de Noah.

—Milicia — Susurró aterrada.

Noah haló de ella rápidamente devolviéndose sobre sus propios pasos hasta llegar a la ventana que daba al interior de la arena, donde un pequeño muro los ocultaba del resto de las celdas.

—¡Silencio! — Bramó una voz haciendo eco en el pasillo — Ahora, tú.

Un suave pitido sonó y una de las puertas se abrió de golpe. Quien quiera que estuviese en ella, comenzó a gritar y suplicar una y otra vez. El guardia gruñó con rabia y lanzó violentamente al chico contra el suelo.
La figura rodó con fuerza hasta llegar a la punta del muro que escondía a Elektra y a Noah. Se trataba de un joven de no más de catorce años; su rostro lleno de sangre se divisó detrás del muro, estaba aún tendido sobre el suelo. Alzó la vista hasta encontrarse con los ojos de los chicos.

—Por favor... — Susurró anhelante, antes de que el guardia halara de sus piernas y el cuerpo desapareciera.

Elektra se llevó la mano a la boca intentando no emitir ningún sonido mientras cerraba los ojos desesperada. La impotencia los consumía, pero no debían perder más tiempo. Esperaron hasta que el pasillo volvió a quedarse vacío.

—Vamos — Indicó Noah, tomando la delantera.

—¿Qué si no está aquí?

—Estará.

Caminaron rápidamente entre las celdas mirando a su interior. Los prisioneros no dejaban de gritarles pidiendo ayuda; pero ignoraron todos los gritos y súplicas, debían concentrarse.

—Hay demasiados – Exclamó Elektra, al contemplar la cantidad de celdas repleta de personas — Pensé que solo eran cinco tributos – Indicó con la voz rota — Uno por cada aldea... ¿Cómo es que hay tantos?

Noah negó con la cabeza; tenía una idea sobre por qué habían tantos, pero no quería asustar a Elektra con eso, necesitaban llegar hasta Mika lo más pronto posible.

Algunos de los rostros que veía le resultaban familiares, los había visto una que otra vez en las otras aldeas; la impotencia y la cólera lo embargaban, pero no había nada que pudiese hacer, eran demasiados, si los liberaban a todos la milicia lo sabría, los descubrirían, solo tenían una oportunidad para salvar a su hermano.

—Noah — Llamó Elektra, señalando el interior de una de las celdas que creían vacías — ¡Es él!




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