CAPITULO XXVIII
Marko fue el primero en atravesar el claro y llegar a ellos, llevaba el arco tensamente sujeto en sus manos y disparaba una y otra vez. Elektra nunca había visto a alguien manipular aquella arma de esa manera, las flechas parecían simplemente aparecer de la nada en sus manos; se movía con tal velocidad que apenas lograba detallar sus movimientos.
Cinco flechas se clavaron directamente contra el oponente de Noah, dos en su espalda, tres en su pecho; pero el guerrero apenas se movía, parecía que las afiladas y ponzoñosas puntas de la flechas apenas le hacían daño.
El Gobernador le había tendido una espada a Mika, y junto a Irina, los tres se estaban batallando contra el segundo guerrero. El sonido del metal contra metal repicaba en el aire; Elektra se puso de pie nuevamente tambaleándose.
El General había sacado su espada y estaba luchando contra uno de los miembros de la Hermandad, que la chica no conocía. El chico apenas tenía ventaja sobre aquel hombre; el General era un experto espadachín, él mismo había entrenado a Tai, era el mejor de la milicia.
—¡Sal de aquí, Elektra! — Gritó Mika pasando a su lado.
La chica estaba paralizada, los guerreros y la Hermandad luchaban a muerte frente a ella. Veía una y otra vez, cómo sus amigos caían abatidos y volvían a ponerse de pie, solo para ser derrumbados otra vez.
Noah estaba de pie dando estocadas contra el guerrero, que las apartaba como si nada, el filoso metal cortaba la gruesa piel del sujeto lanzando chorros de brillante sangre oscura sobre la tierra. Sangre, mugre y nieve se mezclaba bajo sus pies. El chico que estaba peleando contra el General había caído; Elektra lo contempló mientras el hombre sacaba de un tajo la larga espada de su pecho y limpiaba la sangre contra su abrigo, sonrió en su dirección dándole una patada al cuerpo inmóvil, alejándolo de su posición.
—Vamos, Elektra — Replicó el hombre — Entrégate, y prometo que tus amigos morirán rápidamente y sin sufrimiento.
La chica tragó, aún apretaba la daga entre sus dedos, pero sabía que no podía compararse con el General, por mucho que lo intentase jamás lograría vencerlo.
—Déjalos ir... y prometo que iré contigo.
El General negó con la cabeza lentamente sin borrar la sonrisa de su rostro.
—No te creo. Huirás con ellos apenas retire a mis hombres.
—No, lo juro, me quedaré.
El hombre pareció pensarlo por un segundo y luego volvió a negar con la cabeza.
—No lo creo.
El Gobernador había dejado a Noah y a Irina luchando juntos, y ahora se encontraba al lado de Elektra; su rostro bañado de sangre, su camisa rota en algunas partes a causa de las estocadas.
—He querido hacer esto por mucho tiempo, General — Murmuró el hombre con la espada en la mano; la sangre goteaba de la punta cayendo en gruesas gotas sobre la espesa nieve — Estoy seguro de que lo disfrutaré.
Elektra quiso advertirle, pero el Gobernador ya había dejado su posición y estaba luchando espada contra espada con el General. Se movían de uno a otro lado, dando estocada tras estocada. El Gobernador era ágil con sus pies y se desplazaba rápidamente evitando los golpes; se movía de un lado al otro, rodeando a su oponente, cansándolo.
El General arremetió con fuerza y el filo de su arma rasgó el grueso abrigo del otro; un pequeño hilo de sangre manchó la tela, pero no se detuvo, atacó nuevamente golpeando el rostro del General con su codo. El hombre cayó al suelo y el Gobernador le dio una fuerte patada, pero el primero lo esquivó haciéndolo caer también.
A su lado Mika seguía luchando contra el guerrero; su rostro y su cabello negro parecían una masa borrosa llena de manchas de sangre. Giró sobre sus pies atestando un golpe fuertemente contra su contrincante; el guerrero se tambaleó, pero recuperó el equilibrio enseguida, golpeando fuertemente al chico, que salió despedido contra una roca. El golpe sordo repicó en el bosque, Mika se estremeció con un pequeño espasmo de dolor antes desmayarse.
Elektra corrió enseguida hasta su lugar, rogando interiormente que no estuviese muerto; no podía perderlo, habían ido a rescatarlo, se negaba a aceptar que alguno de ellos muriese, todo era su culpa, el General la quería a ella.
—Mika — Susurró desesperada arrodillándose a su lado — Mika, por favor despierta.
El chico abrió débilmente los ojos; apenas podía moverse, pero estaba vivo, el golpe no había sido lo suficientemente fuerte, solo lo había dejado inconsciente. La chica se puso de pie, la rabia recorría todo su cuerpo; esto era por ella, todo lo que les había sucedido había sido culpa de ella y de su familia, tenía que acabarlo de una vez.
Guardó el puñal en su cinto y tomó la espada que había tenido Mika. Observó a su alrededor, el Gobernador seguía luchando contra el General; Noah e Irina luchaban contra uno de los guerreros, mientras Marko y el otro chico peleaban contra el segundo.Respiró profundamente tratando de pensar.
Eran cuatro de los mejores cazadores de la Hermandad contra dos de los guerreros de la milicia; era imposible que siguiesen aún de pie, Mika había dicho que nada era lo que parecía, que lo que sea que le hacía la milicia a los guerreros los cambiaba. Elektra se concentró en detallar los movimientos de los dos hombres, su contextura era normal, incluso Noah era más grande que ellos; pero sus movimientos no eran rápidos, de hecho eran bastante lentos, se movían como si sus extremidades pesaran; y tenían que pesarles, porque al menos un treinta por ciento de su cuerpo estaba cubierto por extrañas capaz metálicas, eso los hacía más lentos, pero más resistentes a los golpes; parecían funcionar como escudos. La chica retrocedió un paso cuando un recuerdo le vino a la mente; ya había visto esas cosas metálicas antes, eran extrañamente parecidas a las que tenían los marginales cerca del Mercado de almas, aquello no podía ser una coincidencia.