La Regente (petrova)

Capítulo XXIX

CAPITULO XXIX

Los últimos rayos de sol de la tarde golpearon con su tibio calor el rostro de Elektra. Habían pasado dos días desde que habían sacado a Mika del domo de juegos mortales; estaban de vuelta a la aldea, pero sabía que solo era temporal, ninguno de ellos estaba seguro en aquel lugar, no después de lo que había pasado.

Después de haber revivido, el caos estalló en la arena mortal; cientos de alarmas se hicieron escuchar en los alrededores, habían encontrado al guardia que vigilaba a los tributos, muerto y atrapado en una de las celdas, o al menos eso era lo que Elektra asumía, sabía que no podría pasar mucho tiempo hasta que algún otro guardia bajara a buscarlo. La chica se había recuperado en pocos minutos, y entre ella y Noah, habían despertado al resto de los caídos, y cargado entre todos, los cuerpos de aquellos, que como el Gobernador, habían muerto.

Irina había insistido en llevar consigo también el cuerpo de Daniel, el hijo de éste, y Marko la había secundado; aún habían muchas cosas que debían descubrir sobre aquellos seres, y además, el Gobernador habría querido ser enterrado con su hijo, y Elektra sentía que le debía al menos eso después de haberle salvado la vida.

Ni Noah ni ella habían tocado el tema sobre lo que había sucedido desde que despertaron al resto, sin embargo, ninguno de ellos lo había olvidado; el descubrimiento giraba en torno a ellos como inquietantes mosquitos buscando el néctar, más Elektra no quería hablar de ello, ni de lo que significaría admitir que no era del todo humana.
Mika, Irina y Marko se habían recuperado perfectamente del ataque, sin nada más que unos cuantos moretones, cortadas y contusiones; pero estarían bien.

En cuanto a ella, no estaba segura de si algún día superaría lo que había ocurrido ¿Quién podía volver de la muerte sin nada más que una pequeña cicatriz rosada sobre su piel? Aún tenía miles de preguntas sin respuesta ¿Quién era? ¿Qué era? ¿Cómo era posible que no hubiese muerto esa noche? ¿Qué significaban las extrañas cosas que tenía dentro de su cuerpo? Tantas interrogantes y ninguna respuesta.

Roger, el médico y científico de la aldea, llevaba días trabajando en el cuerpo de Daniel, habían pospuesto su entierro por un par de días en pos de descubrir contra qué se estaban enfrentando; pero lo único que había sido capaz de encontrar eran extraños mecanismos tecnológicos arraigados en su cerebro; como si se tratase de algún tipo de control mental. Sus órganos vitales y venas habían sido reconstruidos con materiales sintéticos y mecánicos, y la sangre dentro de su cuerpo era negra cual petróleo.

Aún no sabían qué era lo que hacía aquella extraña marca sobre su pecho, ni por qué constituía el único punto débil del guerrero; la verdad es que no tenía idea de cómo podía haber sobrevivido después de todo lo que le habían hecho.

—Supuse que te encontraría aquí — Replicó una voz a su espalda — No te he visto en días.

—Mika — Saludó la chica dándose la vuelta.

El chico llevaba uno de sus brazos en cabestrillo, se había roto dos de sus huesos, pero estaba fuera de peligro. La miró a los ojos y sonrió con esa sonrisa suya que hacía que todo el mal se disipara en una fina y liviana nube que se iba con el viento.

—Es hermoso aquí — Sonrió — Supongo que entiendo por qué te gusta tanto este lugar.

Elektra apartó el rostro de él y miró hacia el bosque, más allá del río bajo sus pies. La inmensa extensión de pinos y sauces frente a ella estaban cubiertos de una gruesa capa de nieve; el invierno estaba ahí, y el frío comenzaba a atacarlos a todas horas del día.

El último rayo de sol se perdió en el horizonte antes de sumir al bosque en una tenue luz azulada, que hacía que las miles de ramas de los árboles cerca del río se reflejaran en sus inquietantes aguas; pero Mika se equivocaba, ese no era el motivo por el que le gustaba ese sitio, le gustaba porque era el único lugar de aquella atestada aldea, que se parecía a ella; con un río que siempre cambiaba, que nunca permanecía estático en un mismo lugar, que se iba redescubriendo cada segundo, que no podía ser tocado o dañado, porque las lanzas y piedras que lo penetraban, lo atravesaban sin que él pudiese sentirlo; porque era de alguna forma solo una pequeña parte de un todo mucho más complejo, más grande, más complicado; porque así como el agua corría a través de miles de kilómetros en busca del mar, de su hogar; ella también corría a lo largo de su propia tierra en busca de aquel lugar al que perteneciera, en el que sería libre.

—Nunca te di las gracias — Murmuró suavemente Mika a su lado.

—¿Las gracias?

El chico sonrió y la contempló a los ojos, obligándola a dejar de observar el río.

—Las gracias por no abandonarme, por haber ido por mí.

—Habrías hecho lo mismo por cualquiera de nosotros.

El chico negó suavemente con la cabeza en su dirección.

—No — Admitió quedamente — No lo habría hecho por cualquiera — Dijo, liberando un profundo suspiro — He visto durante más de quince años cómo se llevan mes a mes a uno de nosotros, he visto, escuchado y sentido el dolor de sus padres, de sus hijos, de sus seres queridos, y nunca he hecho nada por detenerlos, por liberarlos. Siempre pensé que éramos demasiado débiles para enfrentarnos a toda la milicia, que éramos pocos; pero la verdad es que tenía miedo, he sido un cobarde y fue Noah quien me lo demostró al ir tras mí aquella noche, Noah y tú.




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