04 de octubre, 2010
CHRISTINE
Tarareo una melodía pegajosa mientras me concentro en las finas líneas que el lápiz, guiado por mi mano, hace sobre la hoja de dibujo, hasta que Sami me da una fuerte patada bajo la mesa.
—¡Auch! ¿Pero qué te pasa?
—Déjalo… —susurra mirando al frente.
Suelto el lápiz, creyendo que la profesora se dio cuenta de mi falta de atención y levanto la cabeza. Pero no es eso. Hay un chico de pie frente a la clase. Es el chico nuevo, olvidé que llegaría hoy. Él es… wow.
De seguro en otra vida fue la inspiración del mismísimo Miguel Ángel.
Más que su físico -el cual está muy bien-, se trata de su actitud y del aura que lo rodea, segura y para nada nerviosa, acompañada de una expresión seria y tranquila. Si yo fuera él, estaría temblando como un pollo delante de treinta chicos que no conozco, pero él luce confiado.
—Chicas y chicos, quiero que le den la bienvenida a su nuevo compañero. Él viene de Londres, como les comenté hace unos días —habla la profesora mirándonos con advertencia, al parecer la familia del recién llegado es poderosa—. ¿Le gustaría presentarse, señor Frost?
El chico nuevo nos mira a todos con lo que me parece aburrimiento, pero aun así esboza una cortés, rápida y provocadora sonrisa, y pronunciar con voz neutra:
—Soy Júpiter. Júpiter Frost.
No lo sabía entonces, pero acababa de conocer al chico que cambiaría mi vida.
¿O fui yo quien cambió la suya?