13 de Junio de 1575
Amado y fiel esposo, mi rey Edmundo.
Vos estáis equivocado si creía que mi amor de madre nubla mi juicio, por supuesto que se de los altibajos que tiene nuestra hija Carmen, y por supuesto que desapruebo su carácter y comportamiento.
Claro que apruebo vuestra decisión, más de lo que desearía, ¿Pero cómo he de negarle a un alma tan pura e inocente algo que se ha ganado a pulso y sin querer? Padme es tan buena que me da envidia que haya sido otra mujer quien te la ha dado, ella es tan capaz como vos de llevar el reino a la sima del comercio y dar paz perpetua al mismo.
Marido mío, Edmundo, no lo dudes más, haz lo que tengas que hacer que mi decisión es inquebrantable.
Lamentablemente, Carmen no es digna y Padme nació para gobernar.
Para mi amado rey, Edmundo.
De tu fiel esposa, Anabel.