La Reina con mascara

Capítulo IV. La predicción de un cuervo

Un cuervo empezó a volar por encima del pueblo, no mucha gente se percató de eso. Brenda salió en dirección al norte, donde se encontraba el castillo de los reyes. Llevaba su camiseta blanca de manga corta y sus pantalones cortos de color azul cielo.

Sus largas trenzas iban de un lado al otro por el movimiento que esta hacía al correr, se puso sus finas gafas para ver mejor y siguió observando a su alrededor.

—Disculpe señor—le preguntó a un señor obeso y pelirrojo, este tenía bigote y barba pelirroja también y un sombrero de vaquero. —¿Ha visto usted a una señora de cabellos negros y largos, con unos ojos grandes del mismo color? Una mujer de mediana edad—El hombre intimidaba un poco.

—Pues no, pero te puedo vender una vaca, tengo miles y miles de vacas ¿quieres una?

—No gracias.

—Están a mitad de precio.

—Es muy amable pero no quiero ninguna, gracias.

—¿Te cuento un secreto? Si les cantas, bailan—El señor se empezó a reír mucho y Brenda aprovecho para irse.

—No me acordaba que habían personas locas por esta zona… oh no…—Vio que se le acercaba un chico de un poco más alto que ella, de musculo fuerte y encanto particular.

—Vaya, y yo que creía que los ángeles no caían del cielo.

—¿Qué hago? ¿Lloro o me rio? No te estaba buscando a ti asi que yo no te he visto y tú tampoco te he visto.

—¿Pero cómo puedo no ver a un ángel tan perfecto como tu Brenda?

—Estoy buscando a una señora de mediana edad con cabellos negros y largos y con los ojos grandes y del mismo color ¿la has visto?

—Puede.

—Vale, se que estás mintiendo asi que me iré de aquí ahora.

—¿Como sabes que estoy mintiendo? Ya vendrás cuando lo necesites, no me iré de aquí, ya sabes dónde encontrarme angelito.

—Como lo odio—pensó por dentro. Brenda siguió buscando por la parte norte del pueblo, pero no había ni rastro de esa mujer, como si nunca hubiera existido. Solo la habían visto la familia Pastel.

En el otro lado del pueblo, en la parte del oeste, estaba Claudio buscando a la señora como el resto de sus amigos. Claudio tenía la piel demasiado blanca, como si nunca le hubiera tocado el sol, era una condición que tenía desde que nació.

Claudio llevaba una camiseta verde de manga corta con un chaleco sin mangas encima, de color azul oscuro a juego con sus pantalones cortos del mismo color. Su cabello era rubio y ondulado con ojos grises como la luna misma.

 —Tendré que preguntar a alguien, si no me volveré loco buscándola—pensó mientras buscaba a alguien que le diera confianza. De pronto vio un niño intentando sacar una espada de piedra de una roca y se acercó. —¿Que estás haciendo?

—Intentando sacar la espada de la roca—El niño era rubio como él, pero el cabello le llegaba casi por los hombros.

—No se puede sacar la espada, está hecha de piedra, está fusionada con la roca.

—Eso es lo que todos creen, pero mi padre me contó una vez que la espada estaba atrapada dentro de esta roca y si la conseguía liberar, podría liberar la espada de la piedra que se ha formado a su alrededor.

—¿Vienes aquí cada día?

—Cada día, si—El mismo cuervo siguió dando vueltas por encima del pueblo. —El cuervo ya está aquí, me tengo que ir, adiós.

—¡Espera niño! Quería preguntarte… ¿El cuervo?—miró al cielo. —¿Que hace un cuervo rondando por aquí?—Un señor de estatura alta, delgado pero con una barriga grande y una nariz ancha estaba tirando la basura con un gato negro encima de su hombro. —Disculpe señor.

—¿Quién eres? No te conozco.

—Me llamo Claudio, ¿ha visto usted a una mujer de mediana edad con ojos grandes y negros y su pelo largo y del mismo color que sus ojos?

—No, no la he visto, pero debe de ser muy encantadora si tiene una apariencia asi. Aunque mi mujer es la más encantadora para mí, por supuesto.

—No se deje engañar por la apariencia, la mujer ha envenenando una tarta y ha matado a un señor.

—Entonces debe de ser horrible, será mejor que no te topes con ella chaval, vete a casa y no salgas—dijo antes de entrar en su casa con su gato negro.

—Pues si que estamos apañados…

Claudio siguió buscando por la zona oeste, pero no encontró ni rastro de ella, como si no hubiera existido nunca.

En otro lado del pueblo, en la zona este, estaba Lark. Tenía una cabellera hasta los hombros, con flequillo recto de color castaño, y sus ojos eran dorados como el sol, su piel era morena y vestía siempre con pantalones cortos de color naranja y una camiseta de tirantes anchos de color rojo y un collar que lo llevaba consigo siempre. Era el más bajo de los cuatro.

—¿Y ahora qué? No encuentro a nadie como…—Mientras pensaba miraba a su alrededor, se vio sorprendido por una persona que estaba de espaldas. —¿Cabello largo y negro? Ya la tengo—Se fue corriendo hacia ella sin ver que delante de él había una pequeña valla de hierro en construcción y cayó al tropezarse con eso.

—Hey chaval ¿te has hecho daño?—Se puso de cuclillas.

—Si… solo un poco… ¿¡es un hombre?!

—¿Por qué creías que era una mujer?

—Yo solo…—se levantó del suelo. —Solo e-estaba buscando a una mujer, con el cabello negro y largo, con sus ojos grandes y de color negro, solo eso…

—Ah, la dama misteriosa que mató a un hombre inocente ¿Por qué la buscas?

—Pa-para a-ayudar a una amiga, trabaja en el restaurante y-y su familia está en riesgo si no la encontramos.

—Vale, os ayudaré, si la veo os avisare ¿de acuerdo?—Lark no dijo nada pero con su cara roja aceptó que lo ayudase y sin decir nada se fue. El hombre lo observó hiendo-se, con sus ojos negros.

—¡Quédate quieto!—Una voz fuerte y gritona salió de detrás de él.

—Hay madre…—Lark se quedo inmóvil y temiendo lo peor se giró lentamente, un ciervo pequeño estaba siendo apuntado por un arquero. —¡Oiga!—Se puso en medio de los dos sin dudarlo. —¿Qué cree que está haciendo? No puede dispararle a un ciervo pequeño. Está indefenso.




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