La Reina con mascara

Capítulo V. La señora de las tartas

—¡Aaaah!—Un grito alarmo a los pueblerinos que hacían sus vidas normales. De inmediato llegaron los tres amigos, Brenda, Claudio y Lark, y los guardias que vigilaban todas las zonas.

—¿¡Que ha pasado?!—Gritaron los tres a la vez, detrás de ellos estaban los guardias.

—Esto—Señaló. La mujer estaba en el suelo, no respiraba. —Ella, ella lo ha hecho, yo lo he visto—dijo poniéndose sus manos en su cabeza, parecía aterrada. Había otra chica en la escena del crimen.

—Tú, ven con nosotros—dijo un guardia llevándose a la otra chica, era rubia con el cabello ondulado, ella misma no tenía ni idea de lo que estaba pasando. —Será mejor que la llevéis al médico—dijo al ver que los tres estaban con Liaria.

—Estoy bien, solo necesito asimilar lo que acabo de ver.

—Pero ¿qué has visto exactamente?

—La vi, escuché un ruido en la casa, pensaba que había vuelto a su cabaña y al verla, fue tan rápido, no me dio tiempo ni a decirle nada, nos miramos y esa chica, que no la había visto nunca, le dio en la espalda con un cuchillo.

—Le ha hecho un agujero profundo—dijo Lark al acercarse al cuerpo de la mujer.

—Aparta chico, hay que investigar todo esto, si sois tan amables deberíais iros de aquí—dijo un guardia entrando.

—Vámonos.

Los cuatro se fueron de la cabaña con el molino parado, por el mínimo viento que había. Era el mes de julio más caloroso que había existido en años, pues aunque el sol se ponía al atardecer, se seguía sintiendo el calor, hasta los animales buscaban agua para hidratarse. El cuervo seguía rondando cerca de la cabaña.

—¿Pides un deseo?—Le preguntó Brenda dándole una moneda de oro.

—¿De verdad creéis que la fuente hace que se cumplan los deseos?—dijo Liaria sin apartar la cabeza de las manos apoyadas en las piernas.

—La esperanza es lo que nos hace ser más fuertes.

—Mira Lark, se que eres un buen chico, todos los sois, pero eso no cambia el hecho en que mi deseo no se puede cumplir de ninguna manera, ¿tenéis alguna máquina del tiempo? Podría ir al pasado y resolverlo todo. Además, la esperanza está sobrevalorada.

—Liaria…

—Lo siento, tenía que decirlo—dijo mirando al suelo. —En estos momentos no se qué más puedo esperar. Nos han quitado el restaurante, ahora somos los trabajadores de ese Galeno, toda mi familia está en los ojos de mira de todo el pueblo, la única persona que puede dar respuestas a la tarta de manzana envenenada está muerta, y ahora, no sé qué va a pasar.

—Seguro que todo se soluciona, siempre se soluciona.

—Brenda ¿cuál es tu truco? ¿Por qué siempre sueles ser optimista y positiva?

—Un nuevo día, un nuevo comienzo, intento despertarme con ilusión y esperanza todas las mañanas, aunque no siempre me funciona—Unas trompetas pararon la conversación. El rey iba a hablar.

—Queridos súbditos—estaba en su gran balcón para que lo vieran todos. —Hemos hallado a la mujer de cabellos negros y ojos grandes—el pueblo aplaudía. —Pero por desgracia ya estaba muerta cuando llegamos—el pueblo se preocupó. —Quienes estaban en la escena del crimen fueron dos, ¡ésta mujer!—Los guardias la llevaron a la puerta del castillo, en vista de todos. — ¡Y la hija menor de los Pastel!—Señaló.

—Que modales para ser un rey—pensó Brenda. Todos los habitantes del pueblo miraban a ambas con ojos de rencor y enfado.

—¡Pero yo no he sido! Lo juro.

—Eres una Pastel, quien nos dice a nosotros que no has matado a esa mujer para libraros tú y tu familia del castigo por matar a un pobre señor.

—A ver señor ¿no se da cuenta que lo que dice, no tiene sentido? ¿Por qué iba a matar a una persona que puede probar mi inocencia y la de mi familia?

—Eso es verdad, sería una estupidez.

—Además, Liaria nunca lo haría, sería incapaz de matar a nadie, ni siquiera a una mosca.

—Gracias Claudio, por favor, no cuentes cosas vergonzosas delante de la gente—dijo sonriente.

—Entonces, si no fue ella, ¡tiene que ser la otra!

—La pregunta aquí es ¿Por qué? ¿Por qué ha tenido que matar a esa mujer?—preguntó una señora.

—Pero si yo no he hecho nada.

—No te hagas la víctima, sabemos que has sido tú la que ha matado a la mujer de cabellos largos y negros.

—Esa mujer ya estaba asi cuando la encontré en el suelo—la chica de apenas 20 o 21 años se estaba defendiendo como podía, su cara mostraba una confusión que enfurecía más a la gente del pueblo.

—Está mintiendo, seguro que nos quiere engañar—dijo Lark. La gente también estaba convencida de eso.

—Muy bien, la encerraremos en las mazmorras para darle tiempo para explicarnos lo que pasó en la cabaña, en cuanto a los ataques de estos días…

—¡Mirad! ¡Es el cuervo! ¡Corred!—Interrumpió. La gente se puso histérica y cada uno se encerró en sus casas.

—¿Pero qué les pasa? Es un cuervo.

—No es solo un cuervo. Es El Cuervo—dijo una señora con un tono siniestro; después de eso se marchó corriendo hacia su casa y se escuchó como giraba la llave desde dentro.

—¿Y eso debería asustarnos?

—Deberíamos irnos, nuestras familias deben de estar preocupadas—El cuervo seguía dando vueltas por encima de la plaza. —Y no me está gustando que haya un cuervo persiguiéndonos, la verdad.

Los cuatro se despidieron y se fueron a sus casas, excepto una, Liaria, quien antes de salir de la plaza, la llamó una misteriosa mujer con la cabeza tapada, solo se le veían los ojos. Liaria tuvo curiosidad y se acercó más a ella.

—No te voy a hacer nada—se sentó en el borde de la fuente y miro al cielo, el cuervo no      iba. —¿Sabes? Hoy hace una de las mejores noches de todo el mes, sin contar el cuervo que está dando vueltas, claro.

—¿A usted no le preocupa el cuervo?

—No tanto como a los demás. A veces pienso que está aquí por mi marido y yo. Liaria ¿verdad? Ven siéntate.

—Perdone que se lo diga pero, no me da mucha confianza con todo tapado—La mujer se quitó la capucha y el velo que tenía en la cara. —Pero si es… majestad, discúlpeme—se arrodillo.




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