La Reina con mascara

Capítulo VIII. El guardián de la espada

Al día siguiente todos parecían estar tranquilos, aunque si se cruzaban con algún miembro de la familia Pastel, giraban la cara y seguían su camino, y eso afecto al restaurante, por supuesto.

—Esto es increíble, no me lo puedo creer—El señor Galeno daba vueltas por el restaurante vacío, con sus cuatro trabajadores presentes.

—Debería habérselo imaginado, la gente ya no confía en nosotros—dijo Teo.

—¿Y porque será? Porque decidisteis mentir a toda la gente que vuestros pasteles eran hechos por vosotros.

—Solo mentimos en los pasteles, toda la demás comida es hecha por nosotros mismos—dijo Nadia.

—A ver, ¿y se puede saber quien tuvo la brillante idea de hacer eso?

—Realmente señor, fue un accidente—dijo Juss. —Verá, nosotros conocimos a esa mujer de cabellos negros hace tiempo, entre los mercados del pueblo y nos dijo que estaba probando una receta especial de su pueblo natal, asi que le compramos tres.

—En ese entonces Liaria no estaba con nosotros—dijo Nadia.

—Y cuando llegamos con los pasteles, lo deje encima del mostrador, un niño lo vio, la madre quiso comprar uno, insistieron muchísimo y les gustó, en un primer momento creímos que podría funcionar, estábamos arrancando el restaurante y esos pasteles nos dieron el empujón que necesitábamos.

—Asi pagaríamos a esa mujer su coste y avanzaríamos con el negocio del restaurante.

—Nunca supimos su nombre, nunca le preguntamos cuál era.

—¿Y cuanto tiempo creíais que iba a durar la mentira?

—Hasta ese momento nos había ido muy bien, nunca imagine que envenenaría una tarta de manzana, todavía no me cabe en la cabeza como lo pudo hacer—Mientras hablaban, el pueblo estaba sucumbido por el caos, un dragón gigante estaba destruyendo casas con su fuego.

—¿Qué… que está pasando?

—Hay que salir de aquí, esta zona es la que más daños sufre por ese dragón—dijo un pueblerino.

—¿De dónde ha salido ese dragón?

—¡Ya está si!—un niño tenía una espada de piedra en sus manos. —¡Por fin la he quitado de la roca!—El dragón vio la espada que tenía el niño y fue directamente hacia él. Claudio lo vio y antes de decir nada lo agarró para protegerlo del dragón.

—¿Estás bien?—Claudio estaba sucio con el polvo que levantó el dragón con sus alas. —¿Para qué quiere el dragón una espada?

—Es el guardián de la espada de piedra, la protege de la oscuridad—dijo el niño rubio, tenía unos 8 años. —La he sacado de la roca.

—¿Y porque la has sacado?

—Quería demostrarles a todos que la espada si es real y que no estaba fusionada con la roca.

—¡Claudio! ¿Estás bien?—Liaria corrió hacia los dos tirados en el suelo.

—Sí, tranquila, estoy bien—No tardaron en venir los otros dos. La gente estaba asustada y con miedo a que el dragón se comiera a alguien, se encerraron en sus casas, incluidos los reyes.

—¿Que hacemos ahora?—preguntó Brenda.

—¿Es que quieres hacer algo? Escondámonos como todo el mundo.

—¿Y dejar el pueblo indefenso? Ni hablar.

—¿Tienes alguna idea?—preguntó Liaria.

—Tengo una en mente, Liaria ocúpate del niño por favor, los demás, seguidme.

—De acuerdo.

—¡Eh! ¡Que yo tengo nombre! ¡Y también quiero luchar!

—Escúchame, esto es muy peligroso ¿Por qué has cogido la espada?—se puso de cuclillas.

—Quería demostrarles que yo no soy ningún mentiroso y que la espada realmente estaba ahí, que no estaba fusionada con ninguna roca.

—Da igual lo que piense la gente si tú te lo crees, mira, habrán momentos en la vida que veras que el mundo está en tu contra, pero no pasa nada, porque lo que importa es en lo que tú creas, no los demás. Si tú sabes que la espada está ahí, pues perfecto, no tienes que mostrar a nadie que la espada está ahí solo porque no te crean o se burlen de ti.

—Mmm… ya…

—Muy bien caballero de la espada de piedra, ¿alguna idea sobre cómo podemos afrontar este problema?

—Pues… el dragón es el guardián de la espada, y lo he despertado de su sueño eterno… creo que volverlo a dormir será lo apropiado.

—¿Y cómo lo hacemos?—El niño no pudo ni decir media palabra porque varios pueblerinos gritaron a la vez. El dragón verde oscuro con manchas moradas oscuras atacaba con su fuego azul a los tres jóvenes dispuestos a defender el pueblo.

—¡No!—Liaria condujo al niño al restaurante y se fue hacia ellos antes de que el fuego los alcanzara. Brenda cogió a Lark por la camiseta apartándolo del fuego, y Liaria empujó a Claudio hacia fuera junto con ella. —¿Estás bien? ¿No te ha pasado nada?—preguntó al estar encima de él.

—No… creo que no, pero, creo que mi pie…

—Oh perdona—se quitó de encima. —No me vuelvas a dar estos sustos ¿me oyes?

—Perdona, ¿alguna idea de cómo acabar con él?—El dragón volaba persiguiendo al cuervo que había salido de la nada. —¿Que está haciendo?

—Lo está persiguiendo…—dijo el niño de nuevo.

—¿Pero no te había dejado a salvo?

—La cosa aquí es que soy un experto en ese dragón, hay que dormirlo junto con la espada—la espada de piedra la tenia Claudio, en mano. —Está persiguiendo al cuervo porque es del reino oscuro y protege la espada de él.

—¿Y cómo paramos esto?—preguntó Lark.

—Hay que dormirlo, ¿cómo? No lo sé.

—¿Y tú eres el experto en ese dragón? Pero si no sabes ni como dormirlo—dijo Brenda. El niño frunció el ceño y se puso las manos en la cintura, en su muñeca derecha llevaba un pañuelo atado pero al hacer movimientos bruscos y no haberlo atado muy bien, el viento se lo llevó.

Con el niño detrás del pañuelo, Liaria inconscientemente fue tras él y el cuervo la vio, acercándose más a su posición, el dragón perdió de vista el cuervo pero en cambio, vio a los dos en medio de la calle.

—¡Liaria venid aquí! ¡El dragón os matará!—Claudio gritaba, al igual que los demás, pero no dio resultado, pues siguieron corriendo. Claudio siguió al dragón con la espada de piedra en mano, y con un acto de valentía, se puso en medio y le clavo la espada en la barriga. Claudio estaba cansado y suspiro un par de veces seguidas mientras que el dragón se caía al suelo, derramando su sangre por el suelo.




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