La Reina con mascara

Capítulo X. Las llamas de la culpabilidad

Ya habían terminado de comer y Galeno vino para preparar la inauguración de esa noche.

—Lo quiero todo más limpio, señores.

—Esta mancha no se va con nada—dijo Liaria a quien era su jefe ahora. No llevaba nada que se pudiera ensuciar, llevaba puesta una bata blanca y un vestido viejo de la señora Nadia para que lo pudiera manchar con lo que fuese.

—Pues prueba otras cosas, en la vida hay que ser precavido y no dejar que nadie te pueda, si no puedes con una macha, haz que esa mancha te tema.

—¿Pero qué dice? Es una mancha, del suelo.

—¿Y por una mancha vas a dejar de fregar?

—Yo me estoy perdiendo, ¿no era yo la camarera? ¿Porque me pone a fregar el suelo?

—Esta noche habrá una inauguración, y todo será gratis para compensar el mal trago que tienen los pueblerinos con vosotros, asi que, si no quieres que mi ira salga por las nubes, te aconsejo que des brillo a esa mancha y le saques burbujas. ¿Cómo vas por aquí tú?—Cambió de trabajador.

—¿Como pretende cocine todo esto?—preguntó Teo. —No he cocinado en mi vida.

—Pues ya es hora de que aprendas ¿no?

—¿Porque no dejas que me encargue yo de la cocina? ¿Dónde está tu amigo chef?

—No ha podido venir, le ha surgido un problema.

—¿No ha podido venir o es que realmente no tienes ninguno?

—Qué más da, lo que importa es que hoy, esta noche tiene que salir todo perfecto

—Pero todos tenemos nuestras tareas asignadas—dijo Liaria levantándose del suelo.

—Eso no es excusa, este restaurante es mío y voy a hacer algunos cambios, ya os avise.

—¡Ya está bien! Se acabo, escúcheme, deje de manipular a mi familia, ellos saben perfectamente lo que hay que hacer.

—Si me habla asi no le importa perder su restaurante entonces.

—Sí, si me importa, pero veo que tú también tienes un gran interés, asi que mientras que no nos pagues por el restaurante, este local sigue siendo nuestro ¿queda claro?

—Madre mía Juss, ese es mi hombre.

—Muy bien, todos a la cocina, todavía queda tiempo pero podemos preparar toda esta lista de comidas—dijo con un rollo en la mano.

—¿Todos?

—Teo, tú te encargas de la decoración y preparar todas las mesas.

—Perfecto.

—Espero que esté impresionante porque si no, el restaurante se cerrará—dijo antes de irse.

—Que egoísta que es…

—Bueno, manos a la obra—dijo Juss.

—De acuerdo—en el cristal, Brenda apareció tocando. —¿Brenda? ¿Qué haces aquí?—preguntó abriendo la puerta.

—Claudio tiene una cosa que contarnos ¿vienes?

—Pues… es que no puedo.

—Si vuelves antes de las 19:00 puedes irte, pero tienes que venir antes de las 19:00 ¿de acuerdo?—dijo Juss.

—¿Antes de las 19:00? Ahora son las 17:09, de acuerdo. Gracias.

—¿Por qué ella puede salir y yo no?

—Hijo mío, tú no tienes amigos, acéptalo—dijo poniéndole una mano en el hombro. —Vámonos a la cocina cariño.

Claudio vivía solo, la pequeña casa con jardín era de sus abuelos. En el jardín había unas baldosas amarillas que marcaban el camino desde la entrada del jardín hasta la entrada de la casa. Mientras ibas por el camino, veías pequeñas casas para pájaros y un espanta pájaros en la otra punta para el huerto.

—Ha pintado el camino de amarillo, me gustaba más el azul.

—¿Y esa vez que lo pinto de verde?—rieron. —Tuvo pintura en el pelo por semanas.

—Es verdad, que no se iba ni con jabón.

—Veo que os estáis riendo de mi—dijo al asomarse por una ventana.

—Das mucho juego, no lo niegues—dijo Brenda. Claudio entro y abrió la puerta. —A ver ¿qué es eso tan importante que no tienes que decir?—Lark ya estaba dentro.

—Hoy, como sabéis he hablado con mis abuelos.

—Sí, eso ya nos lo has dicho.

—Pues… lo que me han dicho es muy alarmante.

—A que lo adivino, tienes que comer más—dijo Brenda.

—Si, osea no, a ver, esto es importante. Mi abuelo se crio entre leyendas y mitos, eso ya os lo conté ¿verdad? Pues, les dije que hoy había matado al dragón de la espada y me han dicho que huya, que no estamos a salvo.

—¿Cómo? ¿Cómo? Repite—dijo Lark.

—Mi abuelo cree que al matar al dragón, nuestra protección ha desaparecido, la protección contra el reino oscuro.

—Pero en el reino oscuro no hay nadie ¿no?—preguntó Liaria.

—Eso es lo que todo el mundo cree y lo que yo creo, pero no sé cómo tomarme esto, mi abuelo es de las pocas personas en que puedes confiar en su palabra, que si se equivoca, tiembla el suelo. Habéis visto el cuervo, él dice que el cuervo es una señal de que lo peor está por venir.

—Que buena noticia… y no hay nada para devolver la protección al reino?

—El dragón era el guardián, el niño lo dijo y no le hice caso.

—Lo salvaste, nos salvaste—dijo Liaria tocándole la mano.

—Pero a cambio de eso condene a todo el pueblo al matarlo.

—Bueno—se levantó Brenda. —A sido un placer conoceros chicos… es broma, no nos vamos a quedar aquí sentados sin hacer nada, vayamos a luchar contra lo que sea que venga.

—Brenda tiene razón.

—Claro que la tengo.

—Nosotros no somos unos cobardes como la mayoría de los habitantes de este pueblo, nosotros luchamos—se levantó del sofá.

—Pero fue mi error.

—Por eso—se levantó Liaria. —Lo arreglaremos juntos—le extendió la mano y Claudio se levantó con su ayuda.

—Gracias, a todos—Liaria y Claudio seguirán cogidos de la mano.

—Abrazo colectivo—propuso Lark. La espada de piedra estaba tumbada en la mesa de madera.

En el restaurante de los Pastel, Teo ya había parado todas las mesas, las 52 mesas que tenía el restaurante. Mientras que Nadia y Juss ya estaban por la mitad de toda la lista que había que hacer.

—Uf, ya nos queda poco, ¿cómo vas Teo?—preguntó Nadia.

—Bien—Teo ya había terminado, pero ayudaba a sus padres a poner los platos en varias mesas, dentro de una sala para sacarlos en el momento de abrir. —Esto de hacer barra libre, no sé si es lo más apropiado—Tenia un espejo de mano en su mano derecha.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.