La Reina con mascara

Capitulo XVIII. La sombra

Liaria lo vio todo desde el balcón, junto con Wyatt. Galeno había apuñalado a su hermano en la espalda, la reina Lonnie gritaba de desesperación mientras que los guardias ayudaban en lo que podían. Los pueblerinos se encerraron en sus casas, sumidos en el caos.

—Esto se lo merecía—dijo Galeno.

—¡Como has podido hacerlo!—dijo Brenda. —¡Es el rey!

Algunos guardias ayudaban al rey en sus últimos minutos de vida mientras que, los otros agarraban al hermano. La llave estaba en el suelo.

—La llave…—Pensó la reina Lonnie, ambas reinas se miraron después de que Lonnie cogiera la llave. —¡¿Esto es lo que quieres!?—gritó levantándola.

—Wyatt, prepárate para convertirte en cuervo otra vez—susurró.

—¡¿Es que no te cansas de todo esto?!—Lonnie empezaba a llorar. —¡Toma!—la lanzó al aire y Wyatt la cogió con su pico. —Espero que puedas dormir bien por las noches, porque yo no podría.

—Liaria ¿Qué vas a hacer?—pensó Claudio mirando como Wyatt le daba la llave de los reflejos. Lonnie se fue con el rey Edgar mientras este daba sus últimos respiros.

—Lonnie…

—Estoy aquí, estoy aquí cariño, mira, toca—le llevo la mano hacia la barriga que había crecido estos últimos días. —Está aquí con nosotros, vas a ser un padre maravilloso.

—No hay duda que sacara la belleza y la compasión de su madre.

—Y la valentía de su padre.

—Lonnie… tengo una cosa que pedirte—tosió. —Tienes que recuperar nuestro reino, para que nuestro hijo—tosió de nuevo. —Para que nuestro hijo, tenga el trono que le corresponde como rey, este es nuestro castillo, y nuestro reino—volvió a toser. —El pueblo nos necesita…

—Edgar, te vas a poner bien, no te preocupes, podremos recuperar nuestra vida, juntos—se levantó. —¡Lleváoslo a mi casa, de inmediato y llamad al médico, ahora!—la reina Lonnie se enfureció. —¡Y tú! Como has podido hacer algo asi, ¡es tu hermano!

—Un hermano que lo tenía todo y yo no tenía nada.

—Vuestros padres os querían a los dos.

—No, Lonnie, no lo sabes todo. Mis padres eran maravillosos de cara al público, pero de cara a la familia, era un infierno. Amaban más a mi hermano mayor que a mí, incluso, te diré algo, me llegaron a decir que era un error.

—No te creo, ellos nunca dirían eso.

—Ya, todo el mundo cree eso—Lonnie se quedó pensando, aunque no se lo creía del todo. Galeno siempre fue una persona de mentir mucho, asi que estaba en dudas.

En el calabozo del castillo, Teo seguía sentado, escuchando el tranquilo sonido del silencio, mientras que la otra prisionera, estaba en la otra punta de su celda.

—Y… dime algo, ¿desde cuándo estás en esta celda? No te había visto nunca.

— No lo sé, me desperté y el cuerpo ya no estaba, creía que lo había soñado pero luego me dijeron que me habían cambiado de celda, todavía no recuerdo mucho…

—Espera espera, ¿qué cuerpo?

—La reina Dama me dijo que recuperaría toda mi memoria tarde o temprano, decía que ese cuerpo que estaba ahí delante de mí, era yo. Soy una cambiante.

—¿Eres una cambiante?

—Es lo que me dijo, ¿qué es una cambiante?

—Una cambiante… me está empezando a cuadrar todo, una persona cambiante es, por lo que he leído, una persona capaz de cambiar de apariencia dejando la piel de su antiguo cuerpo y formando uno completamente diferente. Se dice que cuando pasan por todo eso, la persona que son después, no se acuerda de nada hasta pasado algunos días.

—En efecto—dijo la reina.

—Liaria.

—Reina Dama.

—Creo que todavía no has recuperado tus recuerdos, no tardaras mucho.

—¿Qué haces aquí? He escuchado gritos ¿Qué ha pasado ahí fuera?

—El rey Edgar ha muerto.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Lo has matado tú?

—Yo no he salido del castillo, ha sido su hermano, Galeno. Al parecer le tenía una rabia inmensa a su hermano mayor. Suele pasar cuando uno brilla más que el otro, me sorprende que Edgar no haya dado cuenta antes.

—No te creo.

—No me creas si no quieres, guardia, avísame cuando ella recupere toda su memoria. Tengo que hablar con ella sobre un asunto privado.

—¿A dónde vas?

—Arriba, por supuesto—Liaria se fue, subió las escaleras después de visitar los calabozos; y escuchó una voz, llamado-la.

—Damaaa…—La voz susurraba su verdadero nombre. El sol se ponía y de la poca luz que iluminaba el interior de la sala, salía su sombra. —Damaa…—volvió a escuchar su nombre.

—¿Sombra?

—Cuanto tiempo Dama…—le contestó suavemente.

—Sombra, ¿eres tú de verdad?

—Vamos Dama, hay que ir a un lugar más seguro, las paredes tienen oídos, recuerdas? Sígueme…—Su voz seguía siendo susurros.

—¡Espera!—La reina siguió a su sombra por el pasillo, cruzándose con algunos guardias que la seguían con la mirada. Hasta llegar a la habitación en la que anteriormente había estado guardado el espejo de las almas. Con la misma ventana rota por el cuervo.

—Dama cielo… que grande te has vuelto, ahora si pareces una reina decente…—su voz era algo escalofriante a la vez que susurraba.

—Sombra… cuanto tiempo sin saber nada de ti—dijo algo molesta, cruzó sus brazos.

Dama se puso delante de la ventana rota y detrás de la pared, haciendo que su sombra sea de la misma estatura que ella. La poca luz que iluminaba, poco a poco se hacía más grande cuando los tallos se separaban de la ventana para que entrase la luz del sol.

—Hay cariño, ¿qué te pasa? ¿Me has echado de menos?—su voz siempre era asi de susurrante.

—¿Dónde estabas cuando todo paso? Te espere día y noche  desde que me quede huérfana hasta que decidí irme.

—Nunca estabas sola, yo te observaba mientras hacías tus planes de venganza.

—¿Y no se te ocurrió venir en algún momento?

—Cariño, no me necesitabas para eso, tu sola podías con este plan. Además estabas con tu mayordomo.




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