Elizabet se encontraba perdida en sus fantasías, realmente no estaba viendo la película, estaba disfrutando de la compañía del chico más popular de su escuela, Sam era toda una distracción para ella, los chicos estaban viendo una película de suspenso y horror, cuando de repente un fuerte sonido instrumental sacó a Elisabet de su mundo color de rosa y la hizo pegar un fuerte grito.
—¡Ahhh!—el susto fue tan grande que s prensó del brazo de Sam por suerte le agarró la chaqueta, si no le hubiese roto el brazo.
—¿Estás bien?—le preguntó su amor platónico sorprendido.
—¡Lo siento! Discúlpame no fue mi intención retocar tu chaqueta, me asusté con el sonido de repente…—le dijo Elizabeth avergonzada.
—Puedes tomar mi mano si quieres.—le dijo Andreu con una sonrisa.
—Solo quieres disfrazar tu miedo con el de ella ¿o me equivoco?—le preguntó Mikea mirándolo sospechosamente.
—Esa cosa no da miedo ¿Verdad Carlos?
—¿Por que mejor no vemos algo más tranquilo?—les preguntó Carlos con la almohada en la cara.
—Eres un miedoso, jajaja, aun no sale el asesino lleno de tripas, hay más gore que esto.—exclamó Andreu con una carcajada.
—¿Aun hay más sangre? No voy a aguantar esto…
De pronto se fue la luz de golpe y unos fuertes gritos sacudieron el departamento.
—¡Ahhhhhh!
—¡Maldición! ¡Es el cortador de cabezas!—gritó Carlos histérico.
—¡No veo nada!—externó Mikea en penumbras.
—Ni se te ocurra manosearme ¿he?—declaró Andreu como advertencia.
—Que mano tan suavecita jeje.—dijo Carlos reconfortado.
—¿Quién me esta agarrando la mano? ¿Eres tu verdad Mikea?—preguntó Andreu mientras la frotaba.
—Que asco, yo no estoy agarrando a nadie.
—A mí también me están agarrando la mano.—dijo Carlos asustado.
—¡Ay! ¡Suéltame idiota!—Andreu le aventó la mano mientras se limpiaba en su pantalón.
—Ay no fue apropósito, ya decía yo que estabas muy cariñoso.
—Que asco…
—Cálmense, solo es un apagón.—les dijo Sam con voz suave.
—¿Que es esto? Sam me ha acercado a su pecho , ¿se dio cuenta de que tenía miedo? Ojalá la luz tardará en regresar.—se dijo Elizabeth en sus adentros.
—Ya regresó, gracias a Dios….—exclamó jmikea aliviada.
—¿Estás bien? No te gusta la oscuridad verdad? Tu corazón latía muy rápido, supuse que estabas asustada.—le dijo Sam alejándose de ella mientras le tocaba la cabeza, pues era más alto que ella.
Elizabeth no pudo decir nada, su corazón tocaba una hermosa sinfonía, la melodía del amor.
—¿Que es lo que me pasa? ¿Que es lo que me ha hecho? Acabo de conformar mis sospechas, él es mi debilidad…—se dijo Elizabeth completamente embelesada.
—¿Por que no cenamos? Ya tengo hambre.—propuso Mikea hambrienta.
—Buena idea zanahoria.
—¿Tienes hielo Elizabeth?—le preguntó Carlos acercándose a ella.
—Si claro, ya te los traigo.
Esa noche, Elizabeth y sus amigos vieron varias películas, jugaron juegos de mesa y hablaron de muchas cosas, el tiempo se fue volando, hasta que los chicos tuvieron que irse.
—Gracias por venir, Mikea calló rendida, estaba muy cansada.—les dijo Elizabeth con una sonrisa.
—Despídenos de ella.—dijeron Carlos y Andreu y Sam se despidió de ellos con un abrazo.
—Nos vemos mañana.
Sam se quedó mirando al sofá donde estaba Mikea.
—Esta a nada de roncar jaja.
—Espero duerma bien.—exclamó Elizabeth soltando un suspiro, estaba agotada.
—Me alegra que sean amigas, ella es muy fuerte, se guarda muchas cosas, es bueno que tenga agucen con quién hablar.—dijo Sam con pesar.
—También lo notaste…
—¿Quieres ir afuera? No quiero despertarla con nuestros susurros.
—Si, tienes razón jeje.
Sam y Elizabeth se sentaron en las escaleras que estaban afuera de su casa, el clima era fresco, pero agradable.
—Que bien se siente estar afuera.—declaró Elizabeth con una sonrisa ligera.
—Cada vez hace más frío, pero personalmente me gusta el clima así.
—¿Como esta tu abuelo?
—¿Que?
—¿Te molesta que pregunte por él?—le preguntó Elizabeth insegura.
—No, al contrario, es solo que no me preguntan por el tan seguido, me sorprendió por que pareces algo tímida.—le dijo Sam con una sonrisa agradable.
—Lo siento, no se por que soy así jeje.
—No te disculpes, me gusta que las personas sean así.
—¿Timidas?
—Autenticas, ya no hay muchas así.
—Creo que eso nos gusta a todos.—le dijo Elizabet pensativa.
Sam siempre tenía una sonrisa en el rostro, era su mejor atributo, pero al mismo tiempo desprendía mucha melancolía, como si sufriera en silencio, él siempre esta de buenas, es amable y carismático, uno llega a tener la absurda idea de que no conoce los problemas, pero…me da la impresión de que lleva un gran peso en los hombros y aun así, mantenía su hermosa sonrisa.
—¿Que pasa?—le preguntó Sam mientras la observaba tan pensativa.
—Es que…siento que…
—¿Que sientes?
—Tengo la impresión de que estas triste.—le dijo Elizabeth con preocupación.
—¿Acaso puedes leer la mente o algo así?
—No, para nada, solo que…—Sam la interrumpió soltando un suspiro agotador.
—No estoy triste, estoy cansado.
—Cuando me siento cansada…me gusta quitarme los zapatos (Elizabeth se quita los zapatos mientras continua hablando) caminar descalza para sentir el suelo frío o cálido en mis pies ¿por que no lo intentas?
—¿Quieres que me quite los zapatos?—le preguntó Sam confundido.
—No hay nadie en la calle, inténtalo.—le dijo ella sonriente.
—Ahhh, esta bien, no quiero que seas la única descalza por la calle jajaja.
—¿Que te parece si damos un paseo? ¿No te importa que los pies se te ensucien ¿o si?
—Vamos.—le dijo Sam con una sonrisa tierna.