La Reina de Fuego

2

"Entre las sombras aguarda un poder oscuro, niña. Algo que está aguardando y que busca regresar, no seas necia como los hombres corrientes, encuéntrame. Encuéntrame y yo te guiaré..." 

 

Apenas había dormido. Cada vez que lo hacía esa voz en su cabeza se colaba en sus sueños y se desvelaba. No se sorprendió cuando llegó el alba y estaba en una esquina de la habitación, abrazada así misma en vuelta en llamas. No era la primera vez que le daba un episodio de esos, a los quince años había calcinado tantas cosas de su torreón que se le acabaron las escusas. Pero aquello no tenía comparación. 

Desde que el reloj del templo dio las doce algo había cambiado en su interior, solo escuchaba la voz. Intentó tranquilizarse hasta que se apagó por dentro. 

— ¡¿Mi niña qué os ocurre?! — Ni siquiera se enteró de la aparición de Ivette en el cuarto, quien le traía el desayuno. 

No le contestó. La mujer hizo amago de acercarse pero Alanna se lo prohibió a gritos, eran evidentes las ojeras y la ropa llena de quemaduras. No hizo pregunta alguna ni la joven se lo pidió, había que callar por su bien y el de la niña.

Poco más del medio día, la consumación de la tradición ya estaba hecha. Antara tenía regente, uno indigno. Desde el balcón de su alcoba vio como la gente se inclinaba ante Einar Ellingboe, sintió asco. En una esquina, apoyado en su bastón, el más anciano de los Lores comenzó a inquietarse, sabía que esto ocurriría. 

— Seamus, ¿Os encontráis bien? — Le preguntaron, él asintió en silencio y se alejó regresando a palacio, no fue consciente de que le observaban. 

Mientras, al principal de Lores estaban a punto de ponerle la corona, cuando la tierra volvió a temblar por primera vez en veinte años. Grandes grietas se formaron en el suelo y los gritos de las personas llenaron la plaza, donde se estaba efectuando aquel golpe de estado. 

Una voz retumbó en todas partes: 

"Habeis perdido el poder que os protegía de mí, el espejo está roto... He vuelto" 

Desde su posición, Alanna se agarró al marco que separaba el balcón de la habitación, la cabeza empezó a dolerle y la voz que escuchaba se volvió más fuerte. "Búscame, él te conoce, pídele ayuda" 

La puerta se abrió de golpe, justo para que Ivette la sostuviera ante de desmayarse. 

— ¡Señora! ¡Señora despertad! 

Cobró el sentido de nuevo, el temblor había pasado. 

—¿Qué ha pasado? ¿Ivette? 

No le pudo decir nada, Seamus entró mirando a la mujer y la azuzó a que se levantaran del suelo. 

— ¡Deprisa, venid conmigo! ¡Se agota el tiempo! 

Lo siguieron por los pasillos hasta la biblioteca y se encerró con ellas. 

— Tenemos unos cuantos minutos antes de que averigüen que estoy con vos, princesa. — se acercó a los estantes. — ¡Busca el libro Ivette! ¡Rápido! 

La joven no daba crédito de lo que estaba pasando. 

— ¡Lo tengo! Tengo el libro.— gritó desde el fondo de una de las estanterías. 

— ¿Qué pone? ¡Por la diosa! ¡¿Qué pone en el libro?! — la mujer tragó saliva. 

Se acercó hasta ellos temblando. Mostrándoles las imágenes dibujadas que había en él. 

— Que estamos muertos. 

Alanna se quedó muda. Las palabras de su dama de compañía la dejó con los nervios a flor de piel. Sintió miedo. El demonio que había pintado en una de sus páginas hizo que sus cambiaran. Seamus lo percibió. 

Era ella. Agarró el bastón con ambas manos, miró a Ivette con lágrimas a punto de salir de su lugar. 

— Guíala hasta ella, Shalmai la espera. — dijo a la mujer rompiendo el silencio.

Las condujo hasta el fondo de la biblioteca, pronunció el conjuro y la puerta oculta apareció en la pared. 

— ¿Qué vais a hacer? — cuestionó ella en respuesta. 

— Llévatela, tienes que protegerla, Einar ya viene. 

Ivette se inquietó ante aquello y agarró a Alanna del brazo, quien parecía estar muy lejos en ese momento. 

— Seamus, Seamus, no podéis dejarme con ella, no poseo el poder. — el anciano negó con una sonrisa. 

— Vete ya Ivy, no dudes de tus capacidades.— Las empujó al otro del pasadizo. — Te quiero cariño, nos volveremos a encontrar, mi niña. 

— ¡Espere, espere por favor! ¡PADRE! 

Y el silencio se hizo en la oscuridad de aquel pasillo. 

El anciano selló la entrada, ocultándola de nuevo, salió de allí rumbo a la sala de los Lores cuando los guardias le cortaron el paso. De entre ellos, Einar Ellingboe apareció con el rostro serio. 

— ¿Dónde está? ¡¿Dónde está esa joven desgraciada?!

— Lejos de vos y de a quien servís. — respondió el más mayor. 

— Él no me manda. — Seamus rió. 

— No sabéis lo que habéis hecho, os matará.

— Hemos hecho un trato, Altnarag es mío. 

El anciano se puso enfrente suya, podía ser poderoso pero conocía muy bien a su señor, Einar estaba perdido. — No hay trato que evite vuestra muerte — susurró. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.