—A mí no me veas, me lo notificaron apenas.
—¿Oratzyo te lo notificó? —Lelé estaba sentada frente a él, en el pequeño taburete de la habitación del Duque mientras el Barón ensayaba un par de peinados con su cabello.
—Así es.
—Pero para hacer una cena se necesita tiempo…
—Ese es el asunto, querida sobrina —Omalie se removió incómodo—. No la he preparado yo.
—¿Entonces fue él?
—Tampoco.
—¡Ay ya, Omalie, dile quién la ha organizado! —el Barón Brandon pareció perder la paciencia.
—El Conde de Ozpos y su señora esposa.
—¿El Conde…? ¿Por qué?
—Aquí me toca contarlo a mí —el Barón la giró hacia él—. A Omalie solo le ha llegado la invitación y el anuncio de que el Conde de Ozpos se encargará de todo, pero yo sé la otra parte de esta dramática y misteriosa historia.
—Por Ghirán, Brandon, dímelo ya.
—El matrimonio Ozpos no está tan convencido de tu compromiso con el Conde Houlder. Ellos creen que se puede tratar de un fraude para que tú te quedes con la corona.
Y básicamente así era, pero Lelé no dijo nada.
—Te quieren ver cometiendo cualquier error —Omalie se acercó a ella. Su cabello rojo resplandecía como el fuego mismo.
—Claro, ellos quieren mi corona, pero están muy equivocados si creen que se las entregaré como si nada. Soy Ileana Yeliethe Barklay Harolan, reina y Monarca suprema de Hordáz, y también guerrera que no teme en apuñalar o degollar. Ningún matrimonio con perfumes caros vendrá a arrancarme lo que por linaje real me pertenece.
—Desde que Arkansa estaba viva, siempre noté que le tenían envidia, igual que a mi cuñado por haberse casado con ella.
—Pero… —Lelé titubeó— papá si la amaba, ¿verdad?
—Nunca lo pongas en duda —Omalie le sujetó las manos—. Tu padre amaba a mi hermana con el alma entera.
—Casi como dos personas que yo conozco —la reina sonrió mientras el Barón besaba tiernamente la mano de Omalie.
«Omalie ha dado su vida entera para protegerte, Lelé, ya es justo que tú le regreses un poco de esa gratitud». Las palabras de Oratzyo se le clavaron como un duro puñal.
Y por supuesto que lo adoraba, quería tanto a su tío que estaba dispuesta a casarse con alguien que no amaba con tal de verlo, a él y a al Barón Brandon Vergeles, vivir felices y sin miedos.
***
El día de la fiesta se llegó. Surcea había obligado a Priry a adornar los árboles cercanos con esferas rojas y guirnaldas del mismo color. Lelé no podía apartar su mirada de aquella ventana, de aquella imagen en donde sonreía cada vez que su amada amiga reprendía al pobre brujo cuando una esfera se le resbalaba de las manos y caía al suelo partiéndose en pedazos.
—¿Ya estás lista? —Omalie entró a su habitación, acercándose para colocarle la hermosa y pesadísima corona de esmeraldas en la cabeza.
—¿Te lo parezco?
—Te pregunté que si estás lista, más no si te sientes lista. Yo sé que detestas al Conde de Ozpos, pero intenta sonreír, aunque sea un poco. De eso depende tu corona y tu estabilidad emocional las siguientes dos semanas hasta que tú y el Conde Houlder pregonen sus votos en la Capilla.
—Emocionada completamente —Lelé fingió sonreír.
—Qué bonito le ha quedado este peinado a Brandon, hace que tu rostro resalte y la corona también. Lelé… —por un momento, Omalie sintió que aquel gesto de aflicción no era solamente porque tendrían al matrimonio Ozpos en casa— ¿de verdad estás feliz?
—¿Por qué no debería estarlo? Me hace inmensamente feliz tener a dos buitres busca tronos en mi palacio.
—No me refiero a eso.
—¿Entonces?
—Tu boda con el Conde Houlder. Yo… tenía sospechas pero, últimamente, el Barón me ha comentado que… te ves forzada a casarte.
—No, desde luego que no —Lelé se vio forzada a mentirle.
Aquella vez, cuando Oratzyo se presentó en casa para realizar su petición de matrimonio utilizando amenazas, chantajes y miedos, Lelé le había dicho a Omalie que en realidad lo había aceptado porque se dio cuenta de que Oratzyo podría ser un excelente partido. También le dijo que llevaba varios años conociendo al Conde y que si ambos se lo proponían, podrían llegar a ser una hermosa pareja feliz. Por supuesto Ileana pudo fingirlo bien, por supuesto la baja comprensión de Omalie hizo que se lo creyera. Desgraciadamente no pasó lo mismo con Surcea y el Barón Vergeles. Ellos sí intuían que Oratzyo había dicho o hecho algo para que Lelé accediera a su propuesta de nupcias.
—Lelé —su tío tomó las mejillas de la reina entre sus manos—. Yo te quiero mucho, y siempre te querré sin importar lo que decidas. No me gustaría saber que estás haciendo todo esto para conservar la corona.
Ileana sonrió, pero una parte de ella se estaba rompiendo.
—Me estoy comprometiendo enamorada —mintió—. Y deja de decir esas palabras que me harás llorar y el maquillaje se me arruinará.