La Reina de Hordaz

9. Alta acusación y un robo perfecto (parte 1)

Cuando Lelé abrió los ojos, recordando la declaración de Priry, el tacto de sus dedos rasposos y la sensación de sus besos, no pudo haberse sentido más dichosa. Se sentía fuerte, feliz y capaz de cargar con cualquier persona que intentase reprenderla. Hoy era el día, le gritaría al mundo entero que estaba completamente enamorada y que era correspondida. Anunciaría la cancelación de la boda y le regresaría al Conde su preciado anillo de diamante. Estaba segura de que Oratzyo iba a molestarse y que armaría un escándalo tratando de difamarla, pero ya ni siquiera eso le importaba.

Lelé terminó de arreglarse, se puso un bonito vestido de sedas verdes y salió al jardín. En una de las pequeñas mesitas se hallaba el Duque Omalie leyendo un periódico mientras Surcea le servía el té.

—Buenos días —sonrió, dio de vueltas, besó la mejilla de su tío y a su Corniz la apretujó entre sus brazos.

—¿Estás… contenta?

—Tengo un excelente motivo para estar feliz.

—¿De verdad? Cuenta qué ha sucedido—y como si fuese un niño emocionado, Omalie dejó de lado su periódico, se reacomodó en la silla y juntó sus manos a la espera de la noticia.

—Bueno, primero tengo que anunciarles que…

Un par de trompetas sonaron a lo lejos, y casi como si el palacio hubiese entrado en un momento de guerra, las tropas de la Novena Legión comenzaron a movilizarse. Algunos soldados desenfundaron sus espadas y subieron a sus caballos, llegando hasta donde la reina y sus acompañantes los miraban asustados.

—¡Apartaos! —la voz del Obispo se elevó entre los campos, y de la nada, él y un abundante grupo de sus seguidores y guardias armados se acercaron a Lelé con toda la intención de atacarla.

—¡No den un paso más o dispararemos! —Básidan apareció entre sus soldados y se plantó frente al Obispo—. ¿Puede explicarnos qué significa esto?

—¡Han robado a la Gran Capilla! —rugió el pontífice.

Los murmullos estallaron.

—Pero ¿qué dice? —Omalie se puso de pie y el Obispo le lanzó una mirada de infierno.

—Esta mañana, cuando entré a la notaría y me preparaba a revisar algunos documentos que se encontraban en la caja fuerte parroquial, descubrí que esta había desaparecido. ¡Alguien de aquí se ha atrevido a profanar suelo sagrado!

—Con todo respeto, Sir. Obispo —Básidan dio un paso hacia delante—. ¿Cuenta con alguna prueba que respalde su acusación?

—Tengo esto —el hombre le ofreció un arrugado trozo de papel, el cual llevaba el famoso blasón de Hordáz: el dragón y la espada.

—Esto no prueba nada, Sir. Obispo. Pudo haber sido cualquiera y simplemente dejó el escudo real para incriminar al palacio.

—¡Aquella que ha blasfemado el nombre de Ghirán debería ser interrogada! —y entonces señaló a Lelé.

—Eso es imposible. Ileana estuvo todo el tiempo en el castillo —Omalie salió a su defensa.

—Sir. Obispo —Básidan insistió—, como ya le he dicho, esto no prueba nada. Le aseguro que, como Novena Legión, nos encargaremos de atender este caso y hacer pagar a los responsables. ¿Podría decirme qué llevaba la caja fuerte?

—¿Para qué quiere saberlo? —el hombre lo miró con recelo.

—Es importante. Si llevaba dinero, tal vez fue un simple ladronzuelo que le gusta la vida fácil. Pero si ha llevado documentación importante, tal vez la haya hurtado una persona que le interese el alto poder.

—Era una caja de acero con… las escrituras de la iglesia y algunos otros terrenos que aún se encuentran en obras negras.

—Muy bien, le aconsejo que regrese a la Gran Capilla mientras nosotros nos encargamos de esto.

—¿Y piensa que me voy a quedar de brazos cruzados?

—Sir. Obispo —el tono de Básidan se volvió gélido—, le recuerdo que la Novena Legión es el cuerpo de soldados encargados de proteger a la reina, y si usted intenta orquestar un movimiento en contra de ella, nosotros nos veremos en la penosa necesidad de detenerlo. Queremos ayudarlo, ayúdenos usted también.

Froilán miró a Lelé de los pies a la cabeza y finalmente hizo una seña a sus guardias y acólitos para que lo siguieran.

—¿Qué ha sido todo eso? —Ileana bramó cuando el pontífice y su ejército se alejaron.

—Al parecer un hurto, Majestad.

—Y lo que me faltaba; que me culpe a mí.

—No se preocupe. Tal vez fue un desenfrenado sin hogar que ha querido jugarle una broma a nuestro… estimado Obispo. ¿Alguien de aquí ya desayunó? Reina Ileana, antes de que se marche, me gustaría pedirle de favor que reúna a todo su triunvirato para una junta. Han ocurrido asuntos y quiero poneros al tanto de todo.

—Está bien, general. Lo esperamos en la cámara de reuniones.

Lelé se dio la vuelta y entró al castillo. Al parecer, la noticia de su rompimiento con el Conde y su relación con Priry tendrían que esperar. Lelé empezaba a subir las escaleras, iba pensando en lo que el Obispo le había dicho y el cómo la había amenazado; cuando el brujo se cruzó en su camino. Al parecer, él también la estaba buscando.




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