La Reina de Hordaz

22. El miedo precede a las mentiras (parte 3)

Hidran regresó al sitio en donde se supone que Olgha debería seguir escondida, y de verdad esperaba que siguiera allí. Aquel sitio se trataba de un antiguo recinto teatral. Hace algunos años, dicho teatro había gozado de fama, buenas críticas y actores que se peleaban para estar sobre sus escenarios. Por desgracia, todo llegó a su fin una noche de noviembre. Era el último acto que culminaría la obra Los Hijos de Esmeralda; en la que un valeroso caballero debía rescatar a la hermosa protagonista de un bosque cubierto de fuego. Y aunque al principio el acto parecía marchar extraordinariamente bien, todo se fue al drenaje cuando el caballero tropezó con una tablilla del suelo, cayéndose de bruces y arrojando a la mujer hacia el fuego.

Aunque la joven gritó y corrió para que los de seguridad pudieran ayudarla, todo empeoró. La pobre actriz se aferró a las cortinas y les prendió fuego, después se arrojó al público y muchos sufrieron severas quemaduras, que si bien no terminaron en tragedia, sí les dejó un recuerdo espantoso. El director fue encarcelado y tres días después ahorcado por negligencia, y por utilizar un elemento tan peligroso como el fuego cuando en realidad no lo tenía permitido. El teatro cerró sus puertas y desde entonces ha permanecido vacío, hasta que…

—¡BOOOO!

Hidran cayó hacia atrás, con el corazón palpitante y el rostro pálido.

—¡¿Qué demonios estás haciendo, Olgha?!

Pero en respuesta, la joven estalló en carcajadas.

—¿De verdad te asusté? Oh, cariño, no era mi intención.

—Seguro, por eso robaste los disfraces del teatro y te pusiste el de una bruja.

Olgha se giró hacia él, le mostró la lengua y después se acarició el suave sombrero de gamuza. Su rostro también se hallaba maquillado con pintura verde, una larga y deforme nariz y una verruga bajo el labio.

—A la gente de Hordáz le encanta exagerar las cosas. Las brujas ni siquiera nos vemos así.

—¿Sabes cuánto tiempo lleva guardado el maquillaje en este sitio? Podría causarte una alergia en la piel.

—Bueno, olvidándonos de mi “encantador” maquillaje, ¿qué es lo que quería la reina? ¿Para qué necesitaba verte?

Hidran suspiró mientras le tendía la mano, y cuando Olgha se la aceptó, ambos caminaron hacia la ventana.

—Me dijo algo que cambiará todos nuestros planes.

—¿Qué te dijo?

—Quiere que la acompañe en un viaje que realizará hacia Circe.

—¡¿Circe?! No es justo, quería que tu primera vez visitando la Colonia de Brujos fuese conmigo. Pero bueno, ya veo que será un viaje en familia. Ahora bien, ¿por qué dices que cambiará nuestros planes?

Hidran le besó la frente y después, con la ayuda de su propia capa, comenzó a retirarle el maquillaje.

—Habíamos acordado que reuniríamos los cinco amuletos.

—¿Y ahora ya no lo vamos a hacer?

—Lo haremos, pero cambiaremos un poco nuestro plan. Tú te quedarás con el anillo y vas a quedarte aquí, en Hordáz. Pienso que solo serán dos días de viaje, a no ser que los negocios de mi cuñada con los Circeos se alarguen.

—¿Qué tipo de negocios?

—Quiere comprarles acero para la fabricación de armas.

—¡Qué irónico! Nos terminarán apuñalando con nuestro propio acero. Continúa, cielo.

—Hice un trato con ella; accedí a acompañarla, siempre y cuando yo pueda divagar por la isla sin que sus guardias me estén cuidando. Durante mi estadía quiero investigar sobre la Espada Carver y el brazalete de Dahgmar.

—Me parece un plan muy bueno. ¿Y en caso de que no logres averiguar nada?

—Recurriremos al plan B.

—¿Tenemos un plan B?

—Ahora lo tenemos. Olgha, quiero que liberes tu poder, te pongas el anillo y despiertes a Kinabraska.

—¡¿Qué?! Pero solo tenemos el anillo. Dijimos que no lo activaríamos hasta conseguir los otros cuatro amuletos.

—Piensa; seguramente los demás amuletos se encuentran en sus respectivos países. ¿Cómo lograremos entrar en Kair Rumass si tampoco toleran a los brujos? Para conseguir los demás amuletos se necesita poder, y nosotros tenemos las armas para conseguirlo.

—Despertaré a Kinabraska y luego ¿qué?

—Cuando llegue a Circe intentaré buscar información sobre la espada y el brazalete, y si no consigo obtener nada, cuando el barco se encuentre en alta mar, casi llegando a Hordáz, levantaré una tormenta en el cielo.

—¿Y cómo piensas hacer eso?

—Soy un Brujo Arcano, y mi poder es inimaginable, ¿lo olvidas?

—Hidran, tú nunca has liberado tu poder. ¿Crees que funcione?

—Funcionará, tenlo por seguro. Lo sabrás cuando veas la bestial tormenta que va a formarse en el cielo.

—Cuando Kinabraska despierte, la gente conocerá mi nombre. Estaré en boca de muchas personas y periódicos como la bruja que revivió al dragón.

—Te preocupa, ¿no es cierto?




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