La Reina de Hordaz

27. Castigo y coronación

8 AÑOS ANTES

Uno.

Él cerró los ojos.

Dos.

El sudor de su rostro salpicó el piso.

Tres.

Una lágrima resbaló por su mejilla.

Cuatro.

Se mordió la lengua para amortiguar el dolor.

Cinco.

No soportó más y gritó.

Un guardia le estaba azotando la espalda. Castigado por robarle un trozo de pan a uno de los centinelas, Hidran yacía colgado del techo, con el cuerpo totalmente desnudo y recibiendo una condena de al menos setenta latigazos que seguramente terminarían por perforarle hasta el hueso.

Al otro lado del planeta, una muchacha joven temblaba mientras el Obispo le colocaba la hermosa y pesada corona de oro sobre la cabeza.

—¡Larga vida a la reina! —gritaban las personas.

Omalie sonreía, Surcea aplaudía, pero Ileana solo sentía deseos amargos de llorar.




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