La Reina de Inglaterra

1. Hermanastra

Hoy fue un día totalmente agotador ¡Por Dios! Hoy aparecer le dio a todo el mundo por ir al café

Hoy fue un día totalmente agotador ¡Por Dios! Hoy aparecer le dio a todo el mundo por ir al café.

Creo que el café Madeleine se está volviendo muy frecuentado últimamente.

Sé que el café ahí es muy bueno, pero por favor, ¿tenía que ir media ciudad de Londres al café Madeleine hoy?

—Adiós Evangeline—escucho la voz de Martha y Michael a mis espaldas.

Me giro para saludarlos también—Adiós—agito mi mano derecha en el aire en un gesto de saludo. Ellos sonríen para luego seguir caminando hacia el auto de Michael hablando y unas cuantas risitas y miradas furtivas hacia mí. No me pasa desapercibida que se están burlando de mi persona.

Siempre es así, ellos salen después de mí, me ven y me saludan para luego burlarse de mí y reírse.

Pero ya estoy acostumbrada.

Camino hasta mi auto, el donante de espermas que dice llamarse mi padre, tuvo la delicadeza de regalarme un auto. Es un jeep Commander, si losé Pach Cipriano por eso lo elegí cuando me llevo personalmente a elegir el auto de mi preferencia. Iba a elegir un auto normal, pero al ver el jeep... sentí una gran necesidad de elegir ese.

Saco mis llaves del bolsillo de mi abrigo, hoy hace mucho frío y este abrigo no protege muy bien de él. Entro a mi auto, lo enciendo y comienzo a conducir hacia mi casa.

Al llegar a mi casa dejo mis llaves del coche encima de la encimera de la cocina.

Camino hacia la nevera rogándoles a todos los dioses porque haya comida en ella.

Al abrirlo me encuentro con este completamente vacío.

Genial otra vez sin cena.

— Ay lo siento, se me olvido decirle a nuestra madre que llegarías tarde hoy—escucho la insidiosa voz de Nathalie, mi hermanastra.

¡Erg!

—Como siempre—me giro para encarar a la Incultiperra de mí "hermanastra".

Esta sonríe maliciosamente - Pero bueno, para que no digas que no soy buena hermanastra, te guarde comida. - dice mientras se dirige al fregadero de dónde saca un plato tapado, lo pone encima de la encimera frente a mí y lo destapa. Sobras, es lo único que hay en ese asqueroso plato, sobras.

—Buen provecho hermanita...—dice comenzando a caminar hacia la salida de la cocina.

¡Maldita desgraciada!

Tomó el plato y tiro las sobras de lo que parece ser papa con carne a medio comer al bote de basura.

Dejo el plato en el fregadero, tomo mis llaves del auto y de la casa y me dirigí al único lugar donde puedo tener un poco de paz, donde nadie en su más sano juicio entraría si no quiere acabar muerto... Mi habitación.

Mi habitación




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