La Reina de la Magia

Introducción

En el Mundo de la Magia se llevaba a cabo un enfrentamiento muy importante. La Reina Blanca estaba en su castillo cuando llegó la Reina Ámbar, mientras su ejército de fantasmas oscuros invadía a los habitantes.

—Te has apoderado del Mundo de la Oscuridad, ahora, ¿Qué vienes a hacer en este mundo?

—Lo quiero, también.

La respuesta de Ámbar fue firme, ella estaba determinada a usar su magia negra para atacar a la Reina Blanca. Sin más que decir, comenzó la batalla. Los poderes mágicos de ambas reinas eran asombrosos. Ámbar había obtenido todo el poder del Mundo de la Oscuridad y estaba lista para hacerse de otro. Pelearon sin parar.

 

«Rainbow, tienes que irte de aquí. Llévate la Joya Misteriosa al Mundo Real.» Ordenó la Reina Blanca minutos antes de recibir esa visita.

«¿Al Mundo Real?»

«Ese es el único lugar al que no podrá ir esa bruja. Ya me encargué de que ella no pueda entrar, aunque yo no esté.»

El hada se sorprendió.

«¿Aunque no esté? ¡No diga eso, Su Alteza!»

«¡Ve! Y después de eso, dile a Betsy que tendrá que cuidar a la Princesa.»

Rainbow no se quería ir en ese momento, eso de dejar a su Reina sola era inaceptable. Tenía ese mal presentimiento de que no la volvería a ver jamás, sobre todo por lo que le había dicho: ‘cuidar a la Princesa’.

«Por favor, Rainbow. Si ella se apodera de la Joya Misteriosa, será el fin para el Universo.»

 

«Será el fin para todos.» La ciudad estaba cubierta de nubes negras a pesar de que era temprano. El sol no se veía y las gotas de lluvia no dejaban de caer, era una lluvia moderada. Foreverfree City era una ciudad normal, como todas. Disponía de los mismos establecimientos que otras ciudades: bancos, tiendas, parques, etc. Rainbow volaba lo más rápido que podía entre las oscuras nubes.

 

La batalla terminó. La triunfadora fue la Reina Ámbar, quien ocultaba su identidad usando una máscara.

—Ahora reclamo los poderes del Mundo de la Magia.

La Reina Blanca estaba en el suelo, moribunda y sin poder hacer más para defenderse. Había sido derrotada por completo, estaba por perder la vida.

—Quiero esos poderes. Escuché que toda la magia blanca se concentra en una joya… la Joya Misteriosa. ¿Dónde está?

—Nunca la obtendrás.

—Yo siempre gano. Más te vale que me la des en este momento —amenazó—. Si no lo haces, puedo buscarla yo misma.

—Adelante… búscala en un lugar al que no puedas entrar.

Ámbar rápidamente captó a que se refería Blanca. Era claro que la joya ya no se encontraba en ese mundo.

—¡Maldita!

Hizo un hechizo mortal y con ese le atravesó el pecho. La Reina Blanca había muerto. Todos los habitantes del Mundo de la Magia estaban asustados y tristes, dejaron de sentir su presencia mágica. Sin embargo, ninguno podía salir de su escondite a enfrentar a la Reina Ámbar, eran demasiado débiles para ella y su ejército.

 

Era el mes de agosto, temporada de inicio de clases. Aunque llovía, había gente caminando de un lado a otro, excepto por un chico que iba corriendo sin llevar un paraguas. Su edad era de 16 años, era un adolescente de cabello rojo y usaba lentes. Tenía prisa por llegar a un lugar o… más bien era porque no quería mojarse.

—¡Ah! No puedo creer que haya olvidado el paraguas —se dijo, al detenerse debajo de una lona—. Debo llegar a casa cuanto antes, sino pescaré un resfriado.

Continuó su camino. De repente, tuvo que detenerse, pues su mirada se centró en una calle próxima donde los autos pasaban salpicando mucha agua hacia las banquetas.

—Mejor iré por el parque —murmuró, dando media vuelta.

Reanudó su carrera hacia el parque. Este era el parque principal de la ciudad y, al adentrarse, parecía que estaba en un bosque, lleno de plantas y grandes árboles. Andrew, el chico pelirrojo, siguió su camino hasta que, por culpa del lodo, resbaló. Se deslizó unos metros yendo de bajada y se detuvo en un punto parejo donde había pasto y algunos rastros de lodo.

—Por lo menos hay pasto… —dijo al mirar y reincorporarse.

Se levantó y comenzó a caminar unos pasos, pero se tropezó…

—¿Y ahora qué? —preguntó, un poco harto de la situación.

Miró hacia sus pies. Estaba una ‘piedra’ que daba un color rojizo entre las manchas de lodo y gotas de lluvia. Cuando se levantó de nuevo, tomó entre sus manos esa ‘piedra’ que lo había hecho caer. Se preguntaba por qué estaba cubierta de lodo en medio del pasto, pero como el tiempo empeoraba, tuvo que guardarla en su mochila para continuar el camino a casa.

Salió del parque y siguió corriendo hacia su hogar.

 

Otro día había llegado a la ciudad. Ahora las luces del sol traspasaban las nubes, dándole un poco más de vida. Andrew despertó, se levantó y desayunó. Luego de eso, volvió a subir a su habitación, encendió la radio…




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