Aquella joya de color rojo resplandeció inesperadamente. Dos rayos de luz salieron de ella y cada uno apuntó a Melissa y a Rudy. Los chicos estaban tan sorprendidos que no hacían nada para evitarlo, esos rayos desaparecieron y la joya dejó de brillar.
—Puedo sentirla —dijo Roxanna al levantarse de la silla.
Ella y Arthur se encontraban en un café al aire libre, unas cuadras lejos de la casa de la familia Drym…
—¡Sabía que estaba aquí!
—Bien. Vamos por esa joya para terminar con esto —dijo el chico, sin emocionarse.
—No es tan fácil —advirtió ella, al volver a su asiento—. Solo la sentí por unos segundos, así no puedo saber su ubicación exacta.
—Demonios.
—Hay que prepararnos, mañana va a ser un largo día en la escuela.
—¿Por qué insistes en buscar en una escuela?
Rudy cerró el cofre e inmediatamente lo regresó a su lugar.
—Me siento rara, como si esto hubiera sido mágico —decía Melissa.
—También siento eso, pero… creo que no debimos buscar la joya de mamá.
—¿Debimos? Creo que se te olvida que fuiste solamente tú, mocoso.
—Vamos a ver si no se dieron cuenta.
Los chicos bajaron las escaleras y miraron hacia la sala. Andrew e Irene estaban viendo televisión, abrazados, tranquilos, sin ninguna reacción sobre lo que había pasado. Regresaron a la planta alta de la casa.
—Todo está bien. Mientras ellos no sepan, estaremos bien —decía Rudy.
—¿Crees que es correcto no decir lo que nos acaba de pasar? —Melissa no quería guardar ese secreto con sus padres.
—Mira, tal vez ahora tengamos poderes mágicos, así que no debemos decirle a nadie sobre esto.
—Yo no me siento con poderes mágicos.
—Acabas de decir que sentiste algo mágico, torpe. ¿Qué te parece si tratamos de pedir deseos, que no sean desastrosos claro, y vemos que sucede?
La chica aceptó, pensando en que, si deseaba algo como conocer al amor de su vida, podría ser maravilloso que se cumpliera.
Un nuevo día comenzó. Antes de salir de su casa, Melissa deseó conocer a la persona que sería el amor de su vida. «Será maravilloso saber quién es» Pensó. Llegó a la escuela y caminó por los pasillos. Iba mirando a todos los alumnos que caminaban en distintas direcciones. No le convencía ningún chico que veía. Estaba tan concentrada en eso que para cuando se dio cuenta ya se le estaba haciendo tarde…
—¡Ay, no!, si no llego al pase de lista, me pondrán falta, aunque tome la clase —se dijo y empezó a correr. «Desearía llegar antes de que la maestra pase lista.»
Llegó a la puerta de su salón y vio que la maestra acababa de poner sus cosas sobre el escritorio…
—Solo porque yo también llegué tarde, te salvaste del pase de lista —le dijo a Melissa—. ¿Podrías cerrar la puerta, por favor?
—Sí, maestra.
La chica estaba por cerrarla cuando de repente, Arturo llegó corriendo…
—¡Ya llegué! ¡Presente! —se anticipó al pase de lista, pero no se dio cuenta de que, al entrar, empujó la puerta, pegándole a Melissa en la cara.
—Sí, tú también tienes suerte —dijo la maestra, viendo su lista, sin percatarse de ese accidente.
Melissa tenía ambas manos en la cara. Arturo se dio cuenta de lo que había hecho.
—¡Lo siento mucho! De verdad no vi que estabas en la puerta. ¿Estás bien?
La chica retiró las manos de la cara y se encontró de frente con él. Se veía tan preocupado por ella.
—¿Estás bien? —volvió a preguntar.
—Yo…
Quedó con una extraña impresión sobre él, era la primera vez que lo veía de frente y tan cerca.
—Vayan a sus asientos —ordenó la maestra—. A partir de ahora, ya nadie entra al salón —advirtió antes de empezar a pasar lista.
Los jóvenes obedecieron. Arturo llegó y saludó a sus amigos Víctor y Héctor, mientras que Mariela solo se le quedó viendo a Melissa, quien era auxiliada por Libby.
Por otra parte.
En la primaria de Rudy, las cosas eran completamente diferentes. El niño se había escapado de la primera clase y buscó un lugar apartado de la escuela. Después de asegurarse de que nadie lo viera, pidió un deseo…
—Si de verdad tengo poderes, deseo hablar con el responsable de que la joya mágica esté aquí —esperó un momento.
Un resplandor lo iluminó y de repente se encontraba en un mundo diferente al suyo…
—¡Wow! ¡Esto no me lo esperaba! —se dijo sorprendido, al ver colores diferentes y burbujas en todas partes.
—¡Bienvenido al Mundo de las Burbujas!
Rudy quedó plasmado al ver a una criatura, de colores pastel, sentada en una de las burbujas. Su cabeza era redonda, su piel clara y un poco amarilla, parecía un muñeco de felpa, con un vestuario color verde y alitas azules al igual que sus ojos redondos, tenía la voz de un niño.