Arthur se quedó en el departamento mientras Roxanna asistía a clases.
—¿Qué fue lo que pasó con ellos? —murmuraba mientras daba vuelta a la página de un álbum de fotos— ¿Será que ese niño es hijo de Andrew e Irene? —se preguntó al recordar cuando él y Roxanna se enfrentaron a Rudy.
Comenzó a pensar en esa posibilidad porque en la fachada de la casa decía ‘Familia Drym’, el apellido de Andrew.
—Estamos atacando al hijo de mi mejor amigo…
Reflexionó. Algunos recuerdos vinieron a su mente.
Era el Concurso de Arte en la secundaria.
—Es una pintura muy bonita, aunque debo decir que los atardeceres se interpretan de 2 formas —decía Irene.
—Lo sé, pueden ser románticos o depresivos —respondió Arthur.
—En este caso, ¿Cuál de los dos es? —preguntó Andrew, entusiasmado— Tal vez sea romántico por Esther, ¿cierto?
—Puede ser —respondió, al desviar la mirada. Luego miró a sus amigos como si les fuera a decir algo importante—. En este caso es una despedida.
—¿Despedida? —preguntaron los dos.
—¿Vas a regresar a Inglaterra? —preguntó Andrew.
—No. El hecho que diga que es una despedida no significa que se asocie conmigo. Solo pensé en ese tema.
—Ya veo. Estoy segura de que te irá bien en el concurso —apoyó Irene.
Y así fue. Arthur quedó en primer lugar.
—¿Recuerdas que ese día dije que la pintura significaba ‘Despedida’?
Andrew ya había anunciado que se iría a Inglaterra, así que al despedirse de su amigo Arthur, el regalo que recibió fue esa pintura.
—¡Muchas gracias! Nos veremos pronto. Regresaré a Foreverfree, lo prometo —dijo Andrew, tan optimista.
—Estaré aquí, esperando.
Pero al día siguiente.
—Si tú también tienes familia en Inglaterra, deberías ir —dijo Esther, una chica de cabello corto y ondulado, quien usaba lentes de pasta gruesa color negro—. Así ya no extrañas a tu ‘mejor amigo’.
—¿Lo dices para molestarme?
—¿Sabes? Ya no es lo mismo, te has vuelto muy distante. Es como si ya no sintieras nada por mí. Mira lo que haces con la pintura ganadora del concurso, en lugar de pensar en algo ‘romántico’ para tu novia, se la regalas a tu mejor amigo.
—No puedes estar celosa de esa manera.
—El punto es que me estás dejando en segundo plano.
Y era verdad, la relación con Esther había empezado bien. Se conocieron entrando al primer grado de secundaria y desde el segundo grado fueron novios hasta que se graduaron.
—Nos ha ido bien. Seguimos juntos después de todo.
—Tu familia ya sabe de lo nuestro y, como es muy propia, va a querer que nos casemos algún día. No quiero casarme con alguien que va perdiendo el interés por mí.
—Estás siendo exagerada.
Arthur se alejó un poco, pero Esther lo detuvo…
—Te amo.
«Irme de la ciudad fue la mejor opción en ese momento, había perdido a mi amigo y mi novia no era la misma chica de la que me enamoré. Había un enorme vacío en mí.» Pensó Arthur, al recordar por qué se fue del Mundo Real, pero, ¿Cómo contactó a la Reina Ámbar?
—Eres la única persona en la que puedo confiar —dijo Irene a Arthur.
—¿Estás bien?
—Verás… he notado que pasan cosas extrañas a mi alrededor desde que Andrew se fue. Cada deseo que pido… se cumple, aunque no es la gran cosa.
—¿De qué estás hablando?
—Sé que suena raro, pero tiene que ver con algo que me regaló. Se siente como si fuera mágico.
—Irene, estás diciendo tonterías. La magia no existe, deja de alucinar. Solo extrañas a Andrew y tratas de hacer que la vida se vea mejor.
La chica se molestó ante tal respuesta.
—¡Eres un idiota! —se marchó al decir esto.
Ilógico, ‘se siente como si fuera mágico’ seguido de un ‘¡Eres un idiota!’, era para alejarse de esa amiga por completo. Hasta que…
—Ella tiene razón, puede haber algo mágico aquí.
Arthur escuchó esa voz al final del pasillo del edificio donde había hablado con Irene hace unos momentos, el cual ahora estaba desierto.
—¿Quién eres tú? —volteaba a todos lados, tratando de encontrar a esa persona, a esa mujer que le hablaba.