La Reina de la Magia

La Prometida

Terminó el examen. Los alumnos iban saliendo del salón para tomar un poco de aire fresco después de ese rato tan estresante.

—Libby, ¿estás bien? —cuestionó Melissa, al notar a su amiga muy distraída.

—¿Por qué hizo tanto? Donar dinero a la clínica… ¡es una exageración!

—Sea como sea, lo hizo por su propia voluntad. No creo que tú se lo hayas sugerido, ¿o sí?

—Nunca, por eso estoy tan sorprendida.

—¿Ahora ya cambió tu opinión sobre él?

La chica quedó en silencio. Estaba muy embobada con la situación, sentía que Luis era esa persona tan considerada que le gustaba… comenzó a caminar como si fuera a buscarlo para decirle algo.

 

Caminó por el pasillo y, al acercarse, se topó con un escenario muy desagradable.

—¡No puedo creer que estés aquí! —decía Vanessa, abrazando a Luis.

—¿Cómo fue que llegaste aquí? —preguntaba él, tratando de quitársela de encima.

Arturo, Víctor y Héctor, que estaban de frente al sentido del que Libby se acercaba, notaron la presencia de la rubia y su mejor amiga, Melissa. Sin embargo, ellos no dijeron nada…

—En avión, ¿Cómo puede ser de otra forma? —respondió ella— ¿Has comido bien? ¿Estás cómodo viniendo a esta escuela? ¿Por qué no estás trabajando en el proyecto de la sucursal?

—Vanessa… —dijo, al alejarla de él— Lo que yo esté haciendo en este país, ¡no te concierne!

—¡Claro que sí! ¡Yo soy tu prometida!

Ante esta declaración, todos los alumnos pusieron atención y quedaron sorprendidos. Libby solo dio media vuelta y se fue, lo más rápido que pudo, agradeciendo que él no se percatara de su presencia.

—Espera… —Melissa la siguió, inmediatamente.

Arturo miró a las dos chicas alejarse y luego regresó la mirada ante la pareja ‘comprometida’…

—Tenemos que hablar.

Luis se llevó a la chica, no quería llamar más la atención.

 

Melissa estaba preocupada.

—¡No! ¡No me sigas! Estoy bien…

—Libby… ¿Por qué actúas así? ¿Realmente te importa él?

—¡Nada de eso! Solo quise tomar aire fresco… —decía ella, mientras se echaba aire con las manos, tratando de ser fuerte y de aguantándose las ganas de llorar.

—Está bien…

Melissa se alejó, pensó que era lo mejor. Se encontró con Arturo en el camino de regreso…

—¿Ella está bien? La vi muy desilusionada.

—Lo está, pero no lo quiere admitir. ¿Qué está pasando? ¿Quién es ella?

—De repente llegó y abrazó a Luis. No sé nada por el momento.

—Pobre Libby…

—Regresemos a clases.

Caminaron rumbo al salón.

 

—Tu trabajo aquí es arruinar la relación de Melissa y Arturo —decía Roxanna—. Habías mencionado que te interesaba ella, ¿no? Coquetéale para causarle problemas.

—Espera un momento, Roxanna —dijo Arthur—. Quedamos en que ibas a ejecutar tu plan y no funcionó. ¡Fracasaste! ¡Ahora es nuestro turno!

—Exacto, tu plan fracasó y ya no tienes derecho a proponer otro —añadió Christopher.

—Según lo que me dijeron, Arturo prácticamente descubrió su ‘gran plan’. Ése de usar el Recording Studio, atraer a los jóvenes y crear un ejército para la Reina Ámbar… en lo que lo ejecutan, él les habrá advertido a todos. ¡Acéptenlo! Ya no pueden hacer eso.

—Por eso necesitamos tus poderes, para hipnotizar a la gente y que no haya ningún problema —decía Christopher.

—No. Vamos a ejecutar mi plan B.

—Roxanna… vamos a fracasar una y otra vez, no hagas de esto una pérdida de tiempo —se quejó Arthur.

—Les aseguro que esta vez no fracasaré. Ahora tengo aliadas, una de ellas arruinará a la mejor amiga de Melissa. Mientras tanto, alguien… —refiriéndose a Christopher— …le tiene que causar problemas a esta niña para que termine con Arturo. Cuando Melissa vea que su relación solo fue un sueño y vea el sufrimiento de su mejor amiga, se deprimirá tanto que sus poderes disminuirán y ahí entraré yo, ¡la destruiré!… eso si no intervienes, ¡Arthur! ¿En qué demonios estabas pensando aquella vez?

—En que no era necesario hacerlo.

—¡Eres un idiota!

 

En otra parte, Luis tenía que hablar seriamente con Vanessa…

—¿Por qué estás aquí?

—Porque me importas, ¿Qué no te das cuenta?

—Vine a este país, a esta ciudad, sin decirte nada para que no me siguieras. ¿Quién te dijo?

—Tus padres. Ellos simplemente quieren lo mejor para ti. Tú eres el que debería darse cuenta de lo que le conviene. No podrías trabajar en el negocio a tus 15 años si no fuera por mis papás.




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