La Reina de la Magia

La Despedida

Arthur quedó atónito al ver ese reflejo, bajó el brazo que sostenía el cetro, ya no estaba dispuesto a atacar. No podía creer lo que estaba viendo. Andrew lucía igual que en aquellos años.

—Es una ilusión… —dijo, tratando de no dejarse llevar por la nostalgia.

—Arthur, ¡qué bueno que te veo! ¡Ha pasado muchísimo tiempo! —le hablaba como si fuera el Andrew del presente— Hemos estado muy preocupados por ti. ¿Qué te ha pasado?

—¡No! ¡Tú no eres el verdadero Andrew! ¡Es imposible!

—¿Por qué lo dices? —preguntó el pelirrojo, ignorando completamente su apariencia joven— No puedo creer que no me reconozcas.

—Tú ya deberías ser un adulto…

—Arthur, veo que todo esto de la magia te ha consumido. Me negaba a aceptarlo, creía en que estabas en algún punto del mundo viviendo tu propia vida. Siempre habías estado distante y… a pesar de las personas que te extrañamos, decidimos no buscarte. Tu propia familia no se preocupó en buscarte.

—¿Qué tanto sabes de la magia?

—Ahora me es clara la situación, lo entiendo todo —Andrew se entristeció, no necesitaba explicaciones para ver en lo que se había convertido Arthur, ahora era un sirviente del Mundo de la Oscuridad, estaba claro, era lo que presenciaba en ese momento—. Te sentías infeliz, trataste de buscar una salida… pero fuiste egoísta, nunca pensaste en las personas a las que les importas. Esther te amaba mucho y sufrió demasiado cuando te marchaste… tú eras mi mejor amigo… sentí una profunda tristeza cuando regresé de Inglaterra y nadie sabía nada de ti. Irene también estaba preocupada… ella creía que habías viajado a Inglaterra para alcanzarme y que regresaríamos juntos…

—Regresé en ese tiempo para ver a Esther… ya no tuve el valor de verlos a ustedes porque notarían que mi apariencia no había cambiado con los años… Esther lo sabe, le confesé todo… todavía la amaba.

—¿Ya no la amas?

Arturo esperó la respuesta a esa pregunta.

—¿Qué te hace pensar eso? Si no hubiera sido por tu hija… habría lastimado a Esther a través de Arturo.

—¿Cómo puedes decir eso? Ahora atacas a tu propio hijo… Esther le puso tu nombre pensando en ti. Ella esperaba que algún día regresaras… fue a Inglaterra a buscarte y luego regresó aquí a ver si te encontraba.

—Yo le advertí que después de esa noche, jamás iba a regresar.

—Arthur, no puedo creerlo…

Andrew se sentía muy mal por su amigo, algunas lágrimas aparecieron en su rostro. Arturo también se sentía fatal…

—Ahora, hazte a un lado. No quiero atacarte a ti —advirtió Arthur, tratando de ignorar todo lo que había dicho.

—Tú no eras así, eras diferente, eras… un chico que amaba la pintura. Alguien que soñaba con tener un futuro… un soñador.

—No trates de recordar al yo de antes… —Arthur estaba empezando a sentir nostalgia y tristeza.

—Solo piensa en las personas que te queremos. Tu hijo también te quiere y le duele el hecho de verte así.

Arthur bajó la cabeza, sus ganas de lanzar un ataque disminuían por cada palabra que le decía Andrew, además de que él se veía muy triste.

—Por favor, si en el momento en el que vendiste tu alma no pensaste en nosotros… hazlo ahora. No es tarde para salvarte.

Hubo un breve silencio. Meredith no podía levantarse ni mucho menos intervenir en esa conversación, estaba muy alejada de ellos. Rudy recobró el conocimiento y quedó sorprendido al mirar a Andrew en la barrera de Melissa. Inmediatamente supo que era su padre.

Arthur era incapaz de llorar o de mostrar algún sentimiento, pero por dentro estaba devastado. Había decepcionado a su mejor amigo, el que siempre creyó en él. La mano que sostenía el cetro se quedó sin fuerzas, haciendo que éste cayera al suelo. Levantó la cabeza para ver una vez más a Andrew…

—Lo siento… —se alcanzó a escuchar, la voz era débil— Lo siento… no quería decepcionarte… no quería decepcionar a nadie.

—Arthur… todos entendemos el por qué hacías las cosas. Ahora tienes la oportunidad de salir adelante —fueron las palabras de consuelo de Andrew.

Era tan comprensivo que no le guardaba ningún rencor.

—Con la magia, podemos devolverte tu vida.

—¿De verdad?

—Todo va a estar bien, ya lo verás. Ahora aleja esos pensamientos negativos.

Las palabras de Andrew estaban funcionando. Arthur ya no tenía esas intenciones de hacerse de la Joya Misteriosa ni de ayudar a Meredith. Al parecer, el único que podía hacerlo cambiar era Andrew, el único amigo, además de Irene, que tuvo durante la escuela. Era tiempo de recapacitar y de arreglar su vida. La ilusión de Andrew se desvaneció, así como la barrera que tenía Melissa.

En la casa de la familia Drym, Andrew abrió los ojos, estaba durmiendo y todo lo que acababa de pasar era lo que estaba soñando. En silencio, sus ojos se llenaron de lágrimas, ya sabía qué había sido de Arthur. Eran muchas las emociones, estaba triste por ver lo que era ahora, un villano, y también estaba feliz porque finalmente, Arthur recapacitó y de ahora en adelante su vida cambiaría.




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