La Reina de la Magia

Nuestro Diario

Foreverfree City estaba mejorando en varios aspectos. La nueva escuela Excel School era muy moderna, por eso no podían invertir en la reconstrucción del Colegio Área 22. Había nuevas plazas comerciales, entre ellas, el llamado Centro Entertainment. El Recording Studio seguía siendo el edificio más importante de la ciudad y ahora estaba en busca de nuevos locutores. Christopher tenía una hija, pero era muy joven para trabajar en el negocio, así que no podía contar con ella aún. La Agencia Beenzi también era un lugar importante en la ciudad.

—Estábamos viviendo en una fantasía, ¿no lo crees?

—No era una fantasía, todo fue real.

Arturo y Rudy se encontraban en un restaurant, Rudy ya no era un niño, era un joven de 20 años, mientras que Arturo le llevaba 8. Seguían siendo unidos después de los años, además de que ahora eran familia.

—Dices que fue una fantasía porque no tuviste poderes mágicos —decía Rudy.

—Solo los tuviste por un momento, ahora eres una persona normal.

—Es bueno tener a alguien con quien hablar de todo lo que pasó, no me atrevería a contar mi historia en la universidad.

—De ninguna forma.

—¿Cómo está mi hermana? —el joven cambió el tema.

—Está bien.

Esta respuesta no era del todo convincente, Rudy se dio cuenta de que algo andaba mal, pero no le quedaba indagar sobre el asunto, era un problema de pareja y hasta ahí.

—¿Ha estado actuando raro últimamente? —preguntó Libby, que ahora tenía el cabello corto, a comparación de cuando era una adolescente.

—Sí, se ha portado de una forma muy fría. Ha estado distante, ¿crees que…? —Melissa no pudo terminar su pregunta.

—Tu pregunta es sobre… ¿infidelidad?

—Ni siquiera me atrevo a preguntar eso. ¡No quiero que sea verdad! ¡No quiero una respuesta afirmativa!

—Tranquila, tal vez estás exagerando. ¿No crees que debería pensarlo antes de hacerlo? Por sus hijos.

—Es lo que creo.

La vida era un desastre. Arturo se convirtió en un actor y le iba bien, pero tenía tantos problemas en su vida. No estaba conforme, siempre era lo mismo. Melissa seguía siendo igual de insegura y débil como cuando era adolescente, eso debía haber cambiado con los años, ¡pero no! Estaba decepcionando a Arturo y él no quería decírselo porque sería peor. Sus hijos, Elizabeth y John, estaban muy pequeños para entender esos problemas. Apenas tenían 5 y 6 años, siendo Elizabeth la mayor. Era terrible para ellos ver a sus padres discutir…

—No he tenido el valor de preguntarte: ¿Qué es lo que está pasando? —decía Melissa— Tengo miedo de que me des una respuesta que no quiera escuchar.

—Deberías quitarte ese miedo y preguntarme directamente. Ya estás grande, Melissa, no deberías ser la misma de antes.

—¿Qué quiere decir eso?

—Ya no te queda estar haciendo drama por cualquier cosa. ¡Deberías madurar!

—¿Me estás diciendo inmadura? —la mujer comenzó a llorar.

—Melissa, yo te amo, pero si quieres que esto funcione, tienes que cambiar.

—¿Cambiar? Pero tú te enamoraste de mí por cómo era antes, ¿Cuál es la diferencia ahora?

—Que piensas que te estoy engañando cuando no es verdad.

—¡Es normal que piense algo así si te vas todo el fin de semana!

—¡Es por mi trabajo!

La voz de ambos subía de volumen, casi se gritaban. Elizabeth solo abrazaba a su hermano menor. Estaba atenta a la discusión, sus ojos quedaban llenos de lágrimas al presenciar todo, pero le daba miedo intervenir. Algo le decía que tenía que proteger a su hermano John.

Se llevó al niño a su habitación, haciéndose responsable de que se quedara ahí…

—¿Por qué pelean tanto?

—No lo sé… —respondía Elizabeth— Cuando le pregunto a mamá, ella no me contesta.

La niña, de cabello negro, lacio y corto hasta los hombros, pensó en una manera de distraer a su hermano. Recordó algo que le dibujo una sonrisa…

—Te voy a contar un secreto —dijo ella—. Hace unos años, cuando todavía éramos bebés, conocí a un hada del Mundo de las Burbujas.

—¿Un hada?

—Me dijo que vendría a visitarnos muy seguido. No falta mucho para que conozcas a Rainbow.

John se quedó pensando. Era un niño de cabello rojizo y un poco alborotado.

—¿Por qué me dices mentiras?

—¿Qué?

—No vendrá nadie. Todo lo soñaste y quieres que crea que es verdad.

—¡Es verdad! Yo vi a Rainbow con mis propios ojos.

—No. Fue un sueño que tuviste.

—John… muy pronto lo verás.

La chica se entristeció, era verdad que hacía mucho tiempo que no veía a Rainbow, si el hada le prometió que los visitaría, ya se estaba tardando mucho. Tal vez su hermano tenía razón y esa visita solo era un sueño.

—Tienes razón, la magia no existe —se resignó la niña.




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