Los constantes ataques del reino de Magia Oscura, dejaron muchas muertes en la aldea del castillo de Islandia y en este por igual.
Los guardias reales, elfos también, usaron su magia para proteger a la realeza, consiguiendo con esto su desgaste mágico y su muerte tras las frívolas maldades de los soldados de Magia Oscura, siendo estos brujos muy audaces y experimentados— según la información que me brinda Calegorm.
Esta fue una guerra que no llegó al reino de Greenworld, por suerte, o tal vez todavía no es el momento de declararle la guerra a las hadas mayores.
Sin embargo, el actual problema es la difícil supervivencia que tienen que soportar los pocos sobrevivientes de la guerra en el reino de Islandia.
—Este solía ser nuestro árbol mágico, al perder su magia, la perdió todo el reino.—expresa Calegorm. Yo me limito a observar las secas ramas que componen el sombrío árbol y levanto su mirada en dirección a Amarïe, quien se me acerca y me susurra al oído,—Ha llegado la hora, princesa.
Espero por un leve asentimiento por parte de Calegorm. Me encamino hacia el árbol. Subo las cortas escaleras y coloco mis delgadas manos sobre un espacio de la copa de este.
De inmediato el sitio empieza a resplandecer. Giro mi rostro y los expectantes de la escena sonríen, también lo hago.
Muy concentrada creo en mi mente una bella imagen donde este árbol posee vida y magia; de inmediato la figura del árbol empieza a sentirse rígida bajo mi tacto, y puedo sentir como se expande por toda la copa.
Mi cuerpo bañado en gruesas capas de sudor me exige un descanso, mas me obligo a terminar con lo que he empezado.
Es en este momento cuando el resplandor se expande por todo el lugar obligando a Calegorm y Amarïe a taparse los ojos para resistirse a tal iluminación.
El árbol empieza a expulsar las pequeñas lucecitas que presencié en el árbol del castillo de Greenworld cuando se abrió el portal ante mí, e intento mantenerme enfocada en la actividad que estoy llevando a cabo.
Sin embargo mi concentración es interrumpida y ello causa que el resplandor se apague por completo. Entra con prisa uno de los sirvientes del castillo al invernadero, su rostro manifiesta todo el terror que su cuerpo está sintiendo.
Algo bastante malo ha pasado.
—Perdone Alteza,—dice con su mirada fija en Calegorm, que se encuentra sorprendido por su interrupción, y a la vez temeroso por sus próximas palabras,—es su padre.
Bastan estas tres palabras para que Calegorm salga a paso apresurado del invernadero dirigiéndose al interior del castillo.
Mientras que Amarïe me sirve de apoyo, han sido unos pocos instantes en los que he usado mi poder, y aún así, me siento con sumo desgaste físico; me acompaña en el camino al castillo. Dejamos el invernadero atrás, y la tristeza me abunda cuando observo como toma la misma imagen sombría que poseía minutos antes.
—Te acompañaré a tu habitación, para que descanses. Entiendo que sea muy difícil usar tu poder.—dice Amarïe, pero la detengo.
—Quiero ver a vuestro padre, quiero estar al lado de Calegrom.—expreso.
Su mirada es tierna, parece meditarlo en su mente. Finalmente, aprueba mis intenciones. Le agradezco.
La alcoba del rey se encuentra en la segunda planta del castillo, está iluminada por una tenue luz que proviene de una vela colocada en el lateral derecho de la cama donde descansa el padre de Calegorm, el rey de Islandia.
Calegrom se encuentra arrodillado frente a dicha cama y sujeta con fuerza la mano de su padre. Puedo sentir como reprime las nacientes lágrimas que sus ojos desean llorar.
Pero por la mirada del doctor que se encuentra en el lateral opuesto de la cama, supongo que ya no se puede hacer nada para mantener al rey con vida.
Ha llegado su hora de partir.
Permanezco en el marco de la puerta que me sirve de apoyo, cuando Amarïe se acerca hacia su padre y una vez sentada a su lado, se recuesta y le abraza.
—¿Listo para conocer un lugar mejor?—le susurra con dulzura al oído. Su padre a duras penas, logra levantar una de sus manos y le acaricia las mejillas a sus dos hijos.
—Hagan de Islandia un lugar mejor. El hogar perfecto para sus futuros hijos. —les dice arrastrando sus palabras por el cansancio.
Sus desgastados ojos recorren toda la habitación. Se está despidiendo de las cuatro paredes que le han servido de cobijo y protección por tantos años. Una vez que sus ojos se posan sobre mi figura, la ilusión le sirva el rostro. La esperanza le abraza.
—¡La has encontrado!— exclama con una sonrisa en el rostro mientras me observa con admiración. Le pide a Calegrom que se acerque y le susurra algo al oído. Calegrom me mira, le cuesta ladear una sonrisa. Le duele su padre.
Calegorm agacha su cabeza durante algunos minutos y después se levanta. Besa la frente de su padre, que ya ha cerrado los ojos y decidido sale del alcoba.
—Será mejor dejarle solo—exclama Amarïe cuando nota mi preocupación y me acompaña a mi habitación.
Dejo reposar mi cansado cuerpo en la cómoda cama, e intento dormir y descansar, pero mi mente se encuentra en suma preocupación por Calegorm y su apresurada salida de la habitación de su padre.
***
—¿Calegorm?—susurro y dudo si se encuentre aquí mientras me adentro en su alcoba. He logrado convencer a Copito para que me dijese dónde descansa.
Toda la noche se me ha hecho imposible dormir o descansar. He sentido la enorme necesidad de conversar con él o al menos saber si se encuentra mejor.
Aunque sé que la perdida de un ser querido cercano se siente abrumadora, pero necesito que se encuentre bien. No estoy muy segura de los sentimientos que me han hecho venir aquí, pero no me retracto, una vez que distingo su cuerpo tirado sobre la cama.
Me costó varios minutos encontrar su alcoba ya que nos separa todo un castillo de por medio. La mía se encuentra ubicada en la torre derecha, mientras que la de él se encuentra en la cima de la torre izquierda. Muy estratégico su plan. Ha cumplido con las palabras de mi padre.