La reina de la naturaleza verde

11|El regreso a Greenworld

Justo como hace semanas, cuando me marchaba de la Academia, no quiero que amanezca. No quiero que el cielo deje de ser oscuro y se torne de color gris iluminando el día, por las bajas temperaturas de este lugar.

No me quiero ir tan pronto. Tengo miedo de todo lo que puedo haberme perdido con venir aquí. Tengo miedo de ir en contra de la voluntad de mis padres porque considero que mi corazón ha sido robado por una persona que no es ningún varón con el que desean comprometerme. No quiero hacerle daño a Calegrom al tener que poner distancias entre nosotros, porque después de todo, su entrada en Greenworld está prohibida.

—Admito que pensé que sería un viaje en carruaje.— le digo curiosa a Calegrom que prepara nuestro viaje tan solo susurrando palabras raras frente al árbol mágico.

—¿Sabes que hay un inmenso mar que separa nuestras tierras?—su voz es cortante. Soy consciente de que para hacer esto requiere de suma concentración, pero la realidad es que intento aplasarlo cuanto pueda.

—¿No tienen barcos aquí?

—No, nunca hemos necesitado la comunicación con otras tierras. Solo cuando es de muy requerido y lo hacemos por medio del árbol. No viajamos con frecuencia como para necesitar de una flota.

—Entonces sabes sobre el tema.

—He leído sobre ellos.

—¿Has leído todos los libros que aguardan en el castillo?—me atrevo a preguntar.

Calegrom me mira intrigado yo ablando mi expresión para no parecer demasiado interesada en el tema.

—He vivido bastante. Tiempo es lo que más he tenido para leerlos todos.

No me pasa por alto que tal vez ha leído los libros que eran de su abuelo y aguardan en la pequeña habitación cerca de la mía.

Durante la noche me dediqué a husmear con Copito en dicha habitación. La sorpresa inundó mi cuerpo al percatarme del nombre que llevaba aquel retrato que no pude admirar como quería la vez pasada, Isabella Greenpeace, leí.

Mi antepasada, tenía que ver con este castillo. En ese momento mi pregunta era:

¿A quién había pertenecido dicha habitación?

Pensé que no encontraría mucho más, al haber registrado varios de los libros yacientes en el escritorio—los pocos que logré sacar de su lugar— más sin embargo para mí asombro no solo encontré el nombre de Isabella y su retrato; en uno de los pequeños cajones que contiene aquel escritorio encontré una copia del libro de La reina de la naturaleza verde.

Mucho misterio.

Me decido por salir del invernadero para no seguir estorbando el trabajo de Calegorm. Me acerco a mi chico cantando su atención. Rodeo su cintura con mis brazos y dejo mis labios sobre los suyos por unos breves instantes. Luego me dirijo al gran salón en busca de Amarïe, y para mi asombro la encuentro observando el retrato que observé por igual la noche pasada.

— Era vuestro bisabuelo, ¿verdad?— formulo captando su atención. Amarïe se incorpora en su lugar, y se gira para poder observarme mientras me habla.

—Así es, es todo una leyenda—me responde y se acerca a donde estoy. Yo, curiosa, me siento en uno de los sillones invitándole a tomar asiento a mi lado.

—¿Me puedes contar sobre él?, Calegorm me ha dicho que su historia con la bisabuela fue algo muy triste— mi confesión la deja pensativa. Luego de un rato, susurra:

— Se dice que nuestro bisabuelo y la princesa de la naturaleza verde, Isabella Greenpeace se enamoraron perdidamente, para aquella época— ante tal confesión quedo algo pasmada asimilando el hecho, entonces la vieja alcoba le pertenecía a él.

¿Por qué nunca la desalojaron?

Guardo silencio y parece ser un incentivo para que la princesa elfo decida continuar—las hadas mayores se enteraron de ello, más sin embargo tal amor no fue aprobado por el Consejo Real que meses más tarde coronaría a la princesa,— no puedo evitar interrumpir sus palabras.

—¿Por qué no aprobaron dicho amor?

»Tengo entendido que para esa época la paz reinaba entre ambos reinos. Aún no existían esas locuras de leyes que prohíben nuestro contacto.

Esta historia se empieza a parecer a la novela de La reina de la naturaleza verde.

—Siempre ha existido la paz entre ambos reinos, Esmeralda, pero dicha prohibición es un hecho que se desconoce.

»Aún así, decidieron vivir su amor, y al ser enterado el Consejo de la desobediencia de estos, hicieron algo muy malvado.

— ¡Ya es hora!— anuncia Calegorm que entra al gran salón e interrumpe completamente la historia que me contaba su hermana.

Mis ojos verdes hacen contacto con los suyos y Calegrom calla de pronto sus palabras y me admira por unos breves segundos.

Amarïe carraspea a nuestro lado haciéndonos volver en nosotros mismos.

—Voy a por Copito—digo y salgo del salón dejando a solas a los dos hermanos. Al salir me percato de que no hay nadie cerca, así que decido quedarme situada a unos centímetros de la puerta.

—Agradecería que no le contaras la historia de nuestro bisabuelo a Esmeralda—dice Calegorm cuando se sienta al lado de Amarïe ocupando el espacio en que antes estaba sentada yo.

—¿Temes que sepa cuan difícil y devastador pueda resultar vuestra unión?— Amarïe aguarda su postura, pero la curiosidad es notoria en su tono de voz asertivo.

Me alarmo cuando escucho los pasos de uno de ellos acercarse a la puerta. Miro a todos lados esperando reaccionar y corro en dirección a mi alcoba.

El misterio que carga Calegorm con respecto a esta historia me mantiene alerta y esperanzada de encontrarle una razón a su silencio respecto al tema.

Su repentina aparición en el castillo de Greenworld.

La prohibición de la entrada de elfos a mi castillo.

El retrato de Isabella Greenpeace.

Su bisabuelo.

La promesa que le hizo a su padre.

La prohibición del amor de nuestros antepasados.

Tal parece que nuestros reinos han estado conectados desde mucho antes.

— Princesa— me sorprende el llamado de Amarïe, que me ha detenido justo en el momento en que me dirijo hacia el invernadero donde se encuentra Calegorm para realizar el viaje.




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