La Reina de la Navidad

1. Boda

Desperté de una pesadilla, recordando lo que había sucedido en nuestro pueblo hace 15 años. A penas tenía 3 años pero lo recuerdo bien, era mi cumpleaños y noche buena, una guerra ocurrió en Snowbell, entre el Reino del Norte dirigido por papá y las Brujas del Norte dirigidas por Verbena, una bruja de magia negra, ambiciosa de poder. Las Brujas del Norte durante la noche entraban a las casas y robaban niños, hasta aquella guerra donde nada fue igual para el Reino, hubo mucha destrucción, muertes de niños inocentes y la desaparición de mi madre; buscamos por todos lados pero nunca supimos de ella.

—Buenos días Princesa Freya, ¡Feliz Cumpleaños! —dijo Clarisol, la empleada.

—Gracias, por favor no me diga princesa, solo Freya.

Pensaba en que estaba por cumplir 18 años, edad suficiente para desposarme y gobernar el pueblo pero mi mamá no estaba presente para apoyarme.

—Tranquila, su mamá seguramente estaría muy orgullosa de usted —afirmó abrazándome con una sonrisa cálida, corriendo un mechón de pelo morocho.

—Gracias —sonreí, correspondiendo el abrazo.

Ella siempre sabía en lo que estaba pensado y sabía qué decir, o qué hacer para que me sintiera mejor. La sentía como una segunda mamá, es la que me había criado. Desde la muerte de mamá ya nada era lo mismo en el castillo, la alegría se había ido, las fiestas, banquetes ya no eran tantos como antes.

—El príncipe Killian esta por llegar, en cualquier momento, ¿está nerviosa?

Toda mi vida había soñado con casarme y estaba totalmente nerviosa. Antes de la guerra papá hizo una alianza con el Reino del Sur, que consistía en que ellos fueran un refuerzo durante la guerra, a cambio de una boda con el príncipe Killian. Nos conocemos desde que tengo memoria, él siempre fue muy caballero, atento, cariñoso y apuesto.

Trompetas comenzaron a sonar, el carruaje con caballos se detuvo. Me preparé tan rápido como pude, abrí el armario, tomando un vestido azul de mangas largas con pintitas blancas, un bolado en en los hombros y unos zapatos azules, altos haciendo juego. Coloqué la cadenita que Killian me había regalado para mis 17, puse mi tiara con diamantes y unos aros de diamante. Cepillé el pelo y maquillé los párpados de un color perlado, resaltando el color gris verdoso de mis ojos, coloqué brillo en mis labios.

Se escuchaban las risas de papá Nicolas y del Rey del Sur, Edward Sverre,  comencé a bajar despacio las escaleras, deslizando la mano derecha por el barandal. Un silencio inundó la sala, Killian extendió su mano hacia mi, depositando un beso en ella.

—Freya, que bella estas, por cierto feliz cumpleaños.

—Buen día príncipe, muchas gracias. Buen día Rey, hola padre ¿Cómo has amanecido? —inclinando la cabeza un poco hacia abajo, demostrando respeto.

—Buen día Freya —sonrieron mi padre y Edward alegres, felicitándome por mi cumpleaños.

Me ponía bastante contenta verlo a mi padre tan sonriente, estas fechas son las más difíciles para nosotros, ya que se cumplen 15 años de la desaparición de mamá.

—¿Quieres dar un paseo? —guiñando su ojo azul profundo, con su blanca y perfecta sonrisa y su pelo corto de un castaño claro.

—Vamos —sonreí, tomándolo del brazo.

Cuando nos estábamos alejando de nuestros padres comenzamos a reírnos. Él es bastante sencillo, cuida mucho su aspecto, es muy educado, al igual que yo. Frente a las personas hablar de usted entre nosotros es común pero solos nos gusta expresarnos, a veces, de una diferente manera.

—¡Te extrañé tanto!, se que nos vimos el otro día… —habló Killian.

—Yo también, lo extrañé mucho. Estoy un poco nerviosa, lo siento.

—La entiendo, son muchas cosas las que hay que pensar. Pero primero quiero hacer las cosas bien —arrodillándose en el jardín— princesa mía, me gustaría desposarte, ser feliz a tu lado por el resto de mi vida ¿te gustaría casarte conmigo?

—Me encantaría —sonriendo con un poco de lágrimas en mi rostro. 
Noté a los empleados con las caras pegadas a los vidrios, festejando. Al igual que nuestros padres, espiándonos desde el comedor, mientras nos dábamos un cálido beso.

—¡Nos alegramos mucho por ustedes mis niños!, ¡nos llegan de orgullo!

—Cuanto antes la boda ¡mejor! —dijo Edward— hay muchas cosas para hacer en los reinos.

—¡Escuchen todos! —reuniendo a todos los empleados de la casa, ustedes organizan el banquete, ustedes junto con Freya organizan todo lo que es el vestido, maquillaje y peinado. Clarisol vos vas a ser la encargada de la decoración, confio en vos para que mi niña tenga su boda perfecta, y ustedes dos deben mandar las invitaciones.

Las horas pasaban y cada vez estaba más nerviosa, en tan solo un día me iba a casar con el amor que siempre soñé. Al fin había un poco de felicidad en mi vida, después de tanto sufrimiento. El vestido ya estaba confeccionado, el banquete preparado, las invitaciones enviadas, faltaba terminar un poco la decoración. 
Estaba en el balcón de mi habitación, mirando hacia el jardín donde Killian se encontraba leyendo un libro, bastante concentrado cuando el brazalete de mi muñeca comenzó a brillar. 

Estaba segura que no era nada bueno, me escabuche por la puerta trasera de la cocina que daba para el jardín, escapé de los ojos de Killian y me encontré con Gretta, mi mejor amiga bruja. Puedo decirles que hay brujas de magia negra que son las Brujas del Norte y brujas de magia blanca, como Gretta, que se esconden de cazadores como mi padre, ya que para él todas las brujas son iguales. A Gretta la conocí en el pueblo, siempre fue muy leal a mi, cada cosa mala o buena que pasara siempre me la contó, su don es predecir el futuro.

—Tenemos que hablar, se que es tu cumpleaños pero es importante  —ella tiene mi edad pero lucía anciana, tenía el pelo canoso, arrugas por la piel, y sabía que era ella por su mirada color miel, su mirada que reflejaba miedo.

—¿Qué te pasó? Las Brujas del Norte me descubrieron, y lanzaron este hechizo como advertencia, se enteraron que te ayudo, se enteraron que te vas a casar. Tené cuidado porque en tu boda va a pasar algo que marcará tu vida para siempre.



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Editado: 20.12.2019

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