La Reina De Las Nieves

CAPITULO 4

Betty observó la figura pálida de Laonis que se asomaba a la ventana. Debía estar en la recámara principal. La que recamara que debía ser suya y no de ella. Ella era la que debía ser esposa de Alexander.

Odiaba con cada parte de su cuerpo a aquella insignificante chiquilla que había usurpado su lugar.

Agradecía que el matrimonio había Sido arreglado para ser de un año y un día. Después de eso, ella podría casarse con Alexander y reinar sobre el castillo. Cómo siempre había Sido su destino. No se había hablado sobre un matrimonio entre ella y Alexander, pero confiaba en que así sería.

Ella se había trasladado con un grupo de sirvientes que ayudarían en las tareas del hogar y en la reconstrucción del castillo. Todo había sido de manera furtiva, así no tendría que enfrentarse a los señores Macdougall.

El par de recién casados había regresado de su luna de miel y durante esos días (que le parecieron mil años), Betty ardió en celos al saber que Alexander dormiría con aquel espanto. Le había hecho jurar a Alexander que no tocaría a Laonis en lo que durará su matrimonio y aunque el lo había prometido, ella lo conocía bien. Los hombres no soportan mucho tiempo estar a lado de una mujer sin querer acostarse con ella. 

Con Laonis sería distinto porque ellas era la esposa oficial y sería lo más natural. Todos esperarían que ella le diese un varón , un heredero. ¡Pero mataría a Alexander si era así! El dio su palabra de Highlander.

Durante gran parte del día, anduvo de aquí para allá fingiendo estar ocupada en algo hasta que por las puerta principal del castillo salió la alta y bien formada figura de Alexander y Betty sintió sus piernas temblar. ¡Era tan guapo! ¡Y era de ella! Aunque estuviera casado sabía que él le pertenecía.

Se contuvo para no correr a los brazos de el y comérselo a besos. El trato había Sido en qué ella estaría trabajando en el castillo a cambio de la discreción. Nadie debía sospechar nada.

Las personas se pondrían de parte de la esposa engañada si se descubría su relación. Había Sido fácil sobrellevar su "relación" en el castillo de los Macdougall pero aquí sería distinto. Los aldeanos no los conocían y no se debían levantar rumores sobre ellos porque podrían llegar hasta oídos de Laird Macdougall y quién sabe que pasaría.

La mirada de Alexander se topó con la suya y ella supo que quería verla. De inmediato.

Su corazón brinco de emoción y se apresuró a ir a los establos. Alexander la siguió poco después tomando un camino distinto.

Los establos, privados y poco concurridos era el lugar perfecto para verse. Solo unos cuantos caballos y un caballerizo ( que en ese momento no se encontraba ahí) era todo lo que habitaba en el.

Un caballo blanco relincho al ver a Betty pero está solo se limitó a lanzarle un manotazo para hacerlo callar . Betty espero en silencio pero con el corazón latiendo con fuerza contra su pecho.

Los pasos sigilosos de Alexander se dirigieron a ella. Lo recibió con un apasionado beso y lo abrazo tan fuertemente como para no dejarlo escapar nunca.

-¡Oh, Te extrañe tanto!-exclamo Betty.-Me volvía loca cada noche sin saber de ti.

-Yo también, amor mío. Fue eterno el tiempo sin ti. Pero ya estamos juntos de nuevo.

-¡Gracias a San Ninian! ¡Ya no soportaba una día más!

Se volvieron a besar hasta que fueron interrumpidos por el relincho del caballo blanco.

-¡Estúpido caballo!-dijo Betty.

Alexander río .

-Ese caballo es el regalo de bodas de Laonis.-le comentó mientras se acercaba a acariciarlo.- Su hermano se lo obsequio.

-¿Y por qué lo acaricias?

-Por que es un caballo hermoso.

-Seguro te recuerdo al espanto pálido que tienes en tu cama.

Alexander le lanzó una mirada irritada.

-No hables así de ella. No fue su culpa nacer así.

-¿Por que la defiendes? -grito Enojada.

-¡¿Podrías bajar la voz?! ¡Nos van a escuchar!

Betty se mordió la lengua para no responder. No quería delatarlos.

-Laonis está arriba.-dijo Alexander.-No sé si nos escuché o no pero no me voy a arriesgar a que nos descubra ella ni nadie,¿ entendiste?

-Si. Lo siento.-dijo Betty haciendo un gesto infantil.

-Esta bien, mi mariposita. No estoy enojado.-la consoló dándole un suave beso en los labios.-Ahora debo volver a los patios. Hay algunos asuntos que debo atender sobre este descuidado castillo . -le dio otro beso y comenzó a alejarse.

-¿Vendrás esta noche?-le dijo Betty con evidente coquetería.

-Por supuesto que sí, mariposita.- y con una sonrisa, Alexander se fue.

Betty se quedó un momento más  disfrutando su enamoramiento. ¡Era tan guapo! ¡Y tan dulce! ¡Y tan atento! ¡Y tan...tan... ardiente! ¡Y era suyo!

Aunque no oficialmente. Este pensamiento repentino la amargo . Dando un fuerte pisotón salió de las caballerizas y casi se tropieza con el mozo de cuadras que iba entrando con un cubo de agua.

-¡Ten cuidado, imbécil! ¡Casi me ensucias!

-Lo siento mucho, señorita! -tartamudeo el pobre hombre.

Betty se sacudió el vestido y siguió andando con dirección al castillo.

-¡Oh, aquí estás, muchacha! Te estaba buscando.-le hablo Dory, la ama de llaves. Un mujer severa de cabellos grises, bastante alta y erguida para su edad y que se notaba que no se andaba con muchos miramientos con nadie.-Vete a ayudar a las cocinas. La señora de la casa necesita comer.

-¿Que?-se ofendió.

-¡Lo que has escuchado, muchacha! ¿Acaso eres sorda? ¡Ve a hacer lo que te dije antes de que te lo tenga que repetir otra vez! ¡Ayuda a Hilda con la cocina. Y no quiero que estés de holgazana. ¡No está permitido para nadie!

La tomo del brazo y la forzó a entrar al castillo. La escoltó hasta las cocinas y la dejo frente a la rolliza y pelirroja Hilda.

-Ella será tu ayudante. Enséñale todo lo necesario y asegúrate de que lo aprenda. No sé qué tipo de trabajo hacia con el Laird Macdougall en Dunoill pero no se ve que haya Sido muy trabajadora. En este castillo tendrá que esforzarse si quiere comer.



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En el texto hay: escocia, romance, highlanders

Editado: 22.05.2022

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