Después de pasar una noche tranquila a lado de su esposo, Laonis despertó feliz y radiante. Alexander ya se había ido , no sin antes darle un dulce beso. Solo esperaba que se sintiera mejor moralmente.
Al bajar al salón a la primera persona que vio fue a Betty. Se notaba incómoda y hacia continuos gestos de dolor. Dory le había ordenado a qué fregara los pisos. Y levantando la mirada noto a Laonis. Por un momento, ambas se miraron fijamente.
Por alguna extraña razón, Laonis no sentía remordimiento por haberla mandado azotar. Había humillado a su esposo y a ella frente a todo el clan así que no merecía que tuvieran piedad. Alexander ya no era aquel jovencito despreocupado que podía ir a donde quisiera sin temor de nada. Ahora era Laird de su propio castillo y debía imponer respeto y autoridad. Ni siquiera Laonis, que era la esposa, era capaz de humillarlo así.
¿Por qué Betty se tomaba esas licencias?
Sin decir nada, Laonis apartó la mirada y camino hacia las cocinas. No sin antes, pisar el piso recién fregado. Betty la miró con cara de pocos amigos.
-Eso no era necesario.-rezongo.
-Es el único camino a las cocinas. ¿Que querías? ¿Que flotara?
Betty apretó la mandíbula para no hablar y siguió fregando el piso. Solo debía aguantar un año y todo se solucionaría. Aún confiaba en la palabra de Alexander. Aún creía en qué dejaría a Laonis. El día de ayer se comportó muy mal con él y entendía su castigo. Aún no lograba asimilar que ya era el señor del castillo. En cuanto tuviera oportunidad se disculparía con el.
Alexander se encontraba revisando los establos. Ya habían logrado reparar el techo y remover todas las maderas podridas para reemplazarlas por madera nueva. Las caballerizas ya estaban repuestas y los pocos caballos que tenían parecían disfrutar de sus nuevas habitaciones.
-Debemos conseguir una buena yegua purasangre para que Black la preñe y tener unos excelentes purasangre.-comento Alexander mientras observaba con orgullo el trabajo bien hecho de el y sus hombres.
-En las tierras de los Campbell hay unas increíbles yeguas.-dijo James, un fornido y tosco guerrero de cabellos rojos y ojos verdes. -Quizás podríamos negociar alguna.
-¿Con los Campbell?-silbo Ron. Un tosco pero no tan fornido hombre de cabellos crespos y castaños. Tenía más pestañas en los ojos que cualquier otra mujer en Escocia.-Son difíciles de tratar-agrego ante la mirada curiosa de su Laird.-Ellos solo dan problemas. Están en guerra con casi todos los clanes de Escocia.
-No creo que desperdicien una buena ganancia.-sonrió Alexander.
-Pues no se confíe, señor. Son bastante indecisos. Cambian de lealtad a cada momento y sin avisar. Ellos solo velan sus intereses .
Alexander frunció el entrecejo. Tendría que hacer amistad con alguien. No podía estar solo en medio de la nada. Las amistades fortalecían a un Highlander.
-Pues, necesitamos conseguir a una yegua.
-Yo también necesito una yegua, señor.-rio con picardía Ron haciéndolos reír.
-Podríamos ir a la aldea y preguntar.-añadió James-Las mujeres de allá saben atender bien a los hombres curiosos.
Todos rieron. Y después de un rato, guardaron silencio para escuchar la decisión de su Laird.
Alexander dudo un momento pero al final envío a Ron y a James a la aldea.
-Espera que no se les olvide el propósito de esa visita.-rio con sorna Alexander.
-Primero es el deber y después el placer.-respondió James haciéndolos reír de nuevo.
Ambos gigantes se encaminaron hacia la aldea y los demás se dispusieron a seguir trabajando. Después de haber reparado los establos debían reparar los muros del castillo . Ya algunos hombres habían comenzado la obra pero al unírseles ellos el trabajo aumento en ritmo.
Poco después de medio día, las criadas salieron del castillo cargadas con los hombres . Alexander vio a Betty entre ellas y su corazón dio un brinco. Ella se encaminó directamente hacia el. Se detuvo y lo miro a los ojos.
-Mi Señor, lamento profundamente mi comportamiento de ayer. Estoy consciente de que merecía ser castigada por mi falta de respeto hacia usted .
-Y hacia mi esposa.-le recordó.
Betty tragó saliva.
-Y hacia su esposa, señor. -dijo con dificultad-Espero que me honre con su perdón y le prometo que no volverá a ocurrir algo así.
Todos guardaron silencio un rato. Alexander bajo la cabeza, avergonzado y confundido a la vez.
-Nadie debe hablarle así a su Laird y su señora.-comento George, un hombre maduro, de voz ronca y mirada penetrante.-Espero que se te haya castigado como se merece.
-Dory se encargó de eso.-murmuro Betty tratando de olvidar sus pompas adoloridas por un momento.
Un murmullo de aprobación se extendió. Al parecer, Dory era buena con los castigos.
-Esta bien, Betty. Que no vuelva a pasar.-dijo Alexander. Ella dio una ligera inclinación y regreso al castillo.
-Nada mal.-dijo Laonis a su lado, sobresaltándolo.
-¡Por San Fergus! ¡¿Cómo haces eso?!-exclamo llevándose una mano al pecho.
-¿Hacer que?
-¡Aparecer de la nada,mujer!
Laonis rió.
-Nada aparece de la nada. Ven, para que comas .
Y nuevamente, fueron a sentarse bajo el mismo árbol a disfrutar de los alimentos y de la frescura del día.
-¿Sabes que tenemos parcelas con fresas silvestres? -le informo Laonis al tiempo que sacaba otra torta dulce de la canasta. Alexander negó con la boca llena.-Hilda me las mostró. Las fresas son mis favoritas.
-¿En serio?
-Si, mi hermano siempre solía llevarme una canastilla con fresas a mi habitación.
-No salias mucho al exterior, ¿verdad?
-No. Ahora estoy disfrutando mi nueva libertad.-sonrió.
-Me parece bien. Solo aprovéchala bien.
-Quisiera ir a la aldea. Necesito adquirir algunas telas para confeccionarme algunos vestidos. Lo que tengo ya están gastados.