La Reina De Las Nieves

Capitulo 7

Laonis se recuperaba muy bien de su herida. La cicatriz, aunque fea, ya no dolía y poco a poco pudo retomar sus labores en el castillo.

Blake y Lioslaith habían partido a sus tierras pero Clarissa había insistido en quedarse. Ninguno puso alguna objeción y después de la partida de los Macdougall, el castillo volvió a la normalidad.

Betty suspiro aliviada cuando supo que su enemiga se había marchado. Aunque Clarissa seguía observándola pero la que le preocupaba más era su futura suegra.

El invierno ya se había asomado y el aire helado envolvió el castillo entero. Tampoco ayudaba mucho el que estuvieran situados a orillas del Fiordo de Lorn.

Las chimeneas del castillo estaban permanentemente encendidas y Laonis trabajaba arduamente para confeccionar las prendas de invierno de su marido.

El comportamiento de este variaba entre frío y templado de vez en cuando. Laonis podía ver en sus ojos la batalla interna que este libraba. Debía ser difícil meterse en líos de faldas. Más de una vez, Laonis lo había descubierto cuchicheando con Betty. Ella había decidido mantenerse al margen de esta ridícula pelea pero no sin dejarle saber que la esposa era ella y merecía algún tipo de respeto.

-Me estás humillando frente a todo el clan.-le recriminó.-Soy tú esposa. Al menos, se más discreto.

-¡Solo hablábamos!-se defendió Alexander.-No hay pecado en charlar.

-¿A escondidas? Cualquier diría que ocultan algo.

-No ocultamos nada. Ni digas tonterías.-rugió Alexander y sin más, se alejó.

Laonis lo vio alejarse en silencio. La guerra que el mantenía consigo mismo era absurda pero ya era asunto suyo. El se negaba a escucharla y siempre salía corriendo.

Se dio la vuelta y acompañada de Mary, su dama de compañía, fueron a la aldea. Necesitaban reabastecer en el mercadillo y aunque el tiempo que era frío y ventoso, al menos no llovía ni nevaba. Ron, junto a Rob las acompañaba. El primero iba con los ojos muy abiertos. Sin que su señora se diera cuenta, había apostado a algunos guerreros a lo largo del camino. No quería ser sorprendido nuevamente.

Cuando llegaron al mercadillo, las dos mujeres se acercaron a ver qué es lo que los vendedores les ofrecían. Las pieles abundaron y algunos trastos con inscripciones extrañas.

Laonis cargó a Rob con algunas pieles, utensilios, tartanes y otras cosas. Ambos hombres se miraron preocupados. Su señora casi no iba al mercadillo pero cuando lo hacía, lo hacía en grande . Acordando que lo mejor era ir en busca de una carreta, Rob fue a dar la orden a uno de los guerreros y este fue pasando la voz hasta que llegó al castillo.

Clarissa escuchó que su cuñada estaba en el mercadillo y quiso ir. Antes no había querido acompañarla pero el castillo estaba aburrido y desearía comprar algunas cosas. Alexander asintió y le pidió a dos de sus guerreros a qué la escoltarán hasta donde Laonis estaba.

Al ver llegar la carreta y a su cuñada con ella, Laonis se sorprendió pero al ver la cara de circunstancias que Rob y Ron tenían , lo entendió. Quizás se le pasaba un poco las manos en las compras.

Los guerreros se apresuraron a cargar todo al carruaje mientras las mujeres seguían paseándose entre los distintos puestos.

-¡Oh, que bellos!-exclamó Clarissa al ver un par de pendientes color verde. Laonis y Mary asintieron. Clarissa le dio las monedas que el vendedor pedía y siguió paseándose.

Laonis llevaba buen rato echándole miraditas nerviosas a la tienda de telas. No le hacían falta nuevas telas pero John la ponía nerviosa. La manera en que la miraba como si fuera un objeto de mucho la valor, le daba más miedo que otra cosa.

Ron, tan observador, notó la turbación de su señora al pasar frente a la tienda de telas. Echó un vistazo adentro al tiempo que John los miraba y sin ningún pudor, se pegó al vidrio.

-¡Que hombre tan raro!-susurró Clarissa al verlo.

Laonis dio un respingo y tomando a Clarissa del brazo, trató de alejarla de ahí . Pero ella dijo pensativa:

-¿Crees que a mi hermano le moleste si compré una o dos telas para confeccionarme algunos vestido?

Laonis gimió en silencio.

-Yo tengo alguna que podría darte. Compré algunas la vez anterior.

Y dándose por contenta, Clarissa ya no insistió para alivio de su cuñada. Pasaron por distintas tiendas en su camino de regreso al castillo. Y sin que pudieran evitarlo, por el prostíbulo. Laonis no lo había visto, pero Clarissa si.

-¡Que desagradable!-dijo con una mueca de desagrado mientras miraba una de esas mujeres restregándose con un guerrero a plena luz del día.-¿No tienen habitaciones para eso?

Ron río con disimulo y solo Laonis lo vio. El guerrero tosió con incomodidad y se apresuró a cambiar su expresión.

-¡Vaya, vaya!-gruñó una voz.-Que gusto encontrarte al fin, Ron Macdougall.

Un hombre alto y barbudo salió de dentro del prostíbulo. Iba a acompañado por una mujer que por su fachas, se notaba que trabajaba ahí. Sonreía con descaro y al ver a las  mujeres Macdougall puso cara de desagrado.

Laonis, se subió la capucha de la capa.  La mirada de aquella mujer la había incomodado.

-¿Que quieres, Ranald?-respondió Ron con disgusto. Algunos de los guerreros del clan se acercaron pero con un gesto de la mano, este los dispersó. Y les ordenó a que llevarán la carreta al castillo.

Rob se quedó con ellos mientras los demás partían de regreso al castillo.

-Solo saludarte, viejo amigo.-dijo Ranald. -¿Acaso no puedo alegrarme por verte?

Ron gruñó y Ranald rió.

-No tengo tiempo para esto.-dijo Ron y animó a las tres mujeres a seguir caminando.

Laonis tomo a Clarissa del brazo mientras se apresuraban al castillo. Aquel hombre le había puesto los pelos de punta y le daba un mal presentimiento.

-¡No me des la espalda!

Al tiempo que se escuchaba aquello, Ron cayó al suelo de un puñetazo que Ranald le había propinado. Rob se apresuró a devolver el golpe mientras Ron se levantaba del suelo. Cinco hombres más salieron del prostíbulo y se unieron al jaleo. Laonis miró alrededor en busca de sus hombres pero estos ya estaban muy lejos para escucharla.



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En el texto hay: escocia, romance, highlanders

Editado: 22.05.2022

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