La noche se estaba acercando, y con ello cada una de las seis familias restantes iban llegando a la mansión de los Van Kirk, para Morgana sería la primera vez que los vería pero si reconocía cada uno de sus apellidos, eran Aquelarres muy importantes fuera del pacto, se podria decir que eran prácticamente los pilares de toda la magia conocida en el mundo, y justa razón, si entre ellos habían realizado aquella acción hace muchas generaciones, era muy esperado que terminaran en diferentes dinastías mágicas.
Los primeros en llegar serían los Knutsen, un Aquelarre algo peculiar, ya que su tenían un modo especial de emplear su magia, rara y única como los Van Kirk y el resto de las cinco familias. Los Kanutsen manejaban una magia de sangre, eran hábiles en rituales de sacrificio pero muy especializados en el linaje lo que le convertían en personas muy peligrosas por todas las cosas que podrían hacer con dichas herramientas, desde bendiciones hasta maldiciones, su cabecilla era Dimitri, un hombre alto de cabello negro con una extraña cicatriz en su mejilla y boca.
Los Beaumont maestros de la ilusión, han utilizado su magia para influenciar el mundo en diferentes aspectos y posicionarse como una de las familias más ricas, incluso no cabia duda que entre las siete familias en aquella sala, eran ellos los que tenían una mejor posición económica, debido a que sabían aprovechar sus habilidades para influenciar en las emociones y pensamientos de aquellos que los rodean. Sus representantes eran bien parecidos, como si fueran los principales azules de cualquier cuento, y Morgana no sabía si era parte de su magia, pero juraría que Ethan, su líder, tenía un encanto especial en su sonrisa.
Los Noir eran los más parecidos a los Van Kirk respecto a la fuente de su poder, ellos contaban con un manejo de la oscuridad y las sombras, incluso habían rumores de que pueden interactuar con criaturas de la penumbra y su líder, lo que si se sabía al cien por ciento, es que eran los mejores en crear protecciones y talismanes, quizas debido al área gris donde se movían. Nessa Noir, su líder es una mujer de estatura promedio, lo que más destacaba en ella era su apariencia gótica y los diversos tatuajes que parecían encajar entre ellos como unos rompecabezas, sobre todos los de su mano derecha cual estaba llena de estos.
Entre todos aquellos elementos peligrosos como fascinantes, siempre habría que mantener un equilibrio esta caía en las manos de las tres familias restantes, siendo los Fontaine los mejores curanderos de la historia, de la cual ya conocía a Elizabeth Fontaine, la hija del líder del Aquelarre ya que había asistido a su madre en el nacimiento de Aurora, por su parte Robert Fontaine, se mostraba como un médico prometedor que recientemente se había adentrado en la política, aquel sujeto lleno de ambición aprovechaba ese instante para hablar con Ethan Beaumon sobre algo que a lo cual llamaba “el nuevo mundo”, de la cual Morgana no alcanzo a escuchar mucho.
A pesar de que tenía curiosidad de que tramaba Robert, debía de recibir a los Brauer que recien llegaban, quizas los únicos que se han mantenido en los orígenes y utilizaban la naturaleza a su favor, siendo expertos hechiceros elementales y pioneros en la protección ambiental. Morgana observó a su líder, Thalia Brauer, una mujer de presencia tranquila pero imponente, cuyos ojos verdes parecían reflejar la vida misma de los bosques
Detrás de los Brauer, llegaba la última familia: los Eisen. Conocidos mundialmente como los forjadores, casi cualquier objeto mágico ha pasado por las manos de un Eisen, ya sea como su creador, guía o inspiración para formar dicho artefacto, siendo los primeros en dirigir su magia a objetos inanimados. Los integrantes del Aquelarre iban detrás de Frederick Eisen, un hombre bajito y panzón, sus compañeros llevaban algunas maletas con un grabado en ellos, como si fuera una protección o clase de sello para reconocer a su dueño.
Los líderes de cada Aquelarre se acercaron, comenzando a charlar entre ellos e integrando a su abuelo, quien a pesar de que ya no era el líder de los Van Kirk, seguía teniendo el respeto y aprecio de las demás familias. Morgana, desde su posición, pudo apreciar como algunos espíritus antiguos se hacían presentes desde el balcón del segundo piso de la mansión, pero de todos esos espiritus que se presentaron, el que más llamo su atención era el sujeto de la gabardina, era el mismo que estaba en el roble cuando llego