No había manera en que Joffrey entrara en razón, estar en conexión con aquella energía le había echo perder toda la cordura, sus ganas de poder le habían cegado y no quedaba nada que pudiera hacer, y con el pueblo tan cerca, estaba segura que muchos mortales estarían apreciando lo que estaba ocurriendo, como la tierra se quebraba, el fuego, el viento y el cielo marcando una noche roja, un evento nunca antes visto, no era normal para los humanos.
—Ya están todos a salvo —alcanzo a escuchar hablar a Elizabeth, que se posicionaba a un lado de ella, junto a un integrante de cada Aquelarre.
—Tu tío está loco —dijo Kael Noir — pero no estás sola.
Se necesitaban siete familias y de una de ellas, un hechicero iba a ser elegido para ser el Rey o la Reina, que iba a mantener el sello durante cien años más, cada uno de ellos sabía que la única esperanza para poder sellar nuevamente aquel poder, debían de hacerlo igual que los hechiceros originales, los siete juntos. Morgana, intentaba contrarrestar sin mucho éxito la fuerza oscura, y a pesar de que no lo estaba logrando, junto a los demas, eran un dolor de cabeza para terminar los planes de su Joffrey
Poco a poco, a medida de que la luna se posicionaba en lo más alto del cielo, diferentes espíritus comenzaban a materializarse en el lugar, diferentes generaciones del panteón buscaban proteger a Morgana, concentrando toda su magia en la chica, cerrando la puerta a Joffrey del panteón y sobre todo: equilibrando la balanza en aquel enfrentamiento. Ahora que sentía toda la magia del panteón correr por su cuerpo, podía enfrentar a su tío como un igual.
Los seis hechiceros restantes, al notar la presencia de los ancestros y como Morgana se hacía más fuerte, fueron directamente hacia los líderes para darles primeros auxilios y, llevarlos al interior de la casa, con el resto de las personas que se unían para mantener un escudo que los protegía del duelo.
Guiada por sus ancestros, Morgana comenzó a recitar un antiguo conjuro para restaurar la prisión, lo que provocaría la furia de Joffrey, intentando frenarla con otro hechizo. No podía rendirse, mientras su voluntad se enfrentaba a la de su tío, pensaba en cada uno de sus amigos, su hermana menor, y todas las personas que esperaban en sus respectivos hogares a todos los que estaban en el pueblo y en la mansión, no podía doblegarse ante su tío, aunque sintiera que se desgarraba en dolor.
Mientras el poder de ambos hechiceros colisiona, el hombre de la gabardina reaparece posando su mano en el hombro de la chica, y observándola de reojo, con aquellos ojos tan rojos como la sangre misma. Esta vez le hablaba directamente, con un tono ronco
—Termina con esto Morgana, usa el sacrificio… Toma la corona —Tras escuchar aquellas palabras, cerro sus ojos a la vez que algunas lagrimabas bajaban por sus mejillas, según le decían los espíritus el sacrifico no era físico, sino la entrega de su conexión con su Aquelarre, su vínculo con los Van Kirk se convirtiera en la llave de aquella cárcel de la magia demoniaca
—¿Es la única opción? —Pregunto, con una voz cansada y quebrada, alcanzando a observar como asentía y retiraba aquella mano de su hombro, posicionándola junto a la suya, era el momento iba de entregar todo su legado.
Abrió lentamente sus ojos, hasta dejarlo entrecerrados y empujar una vez su energía ancestral, envolviendo a Joffrey en una luz, que no le hacía más que cegarlo durante unos segundos, pero actuaba haciendo retroceder el fuego y las sombras al suelo, hasta desaparecer completamente, dejando a ambos de rodillas, agotados por el esfuerzo de manejar aquella cantidad de energías como enfrentarlas.