La reina de las sombras

El precio del poder

Tarde en la noche Isabela recibió una llamada de Leonardo, supo que algo iba mal. Su teléfono sonó en medio de la noche, el sonido atravesando el silencio pesado de su penthouse en el centro de la ciudad. No era habitual que Leonardo la contactara a esas horas, y mucho menos con el tono de urgencia que captó en su breve mensaje.

Leonardo: (En voz baja y apresurada) Isabela, tenemos un problema. Nos han interceptado en el puerto.

Aquellas pocas palabras activaron en Isabela una alarma silenciosa. Saltó de la cama, sus pensamientos ordenándose rápidamente. Se puso un abrigo encima del camisón y salió hacia la oficina que había instalado en su propia casa, una sala oscura y sin ventanas, llena de pantallas y archivos. Con un par de llamadas y unos clics, comenzó a obtener información de la situación.

Isabela: (Murmurando para sí misma) ¿Qué clase de problema, Leonardo?

Los informes que recibió en cuestión de minutos fueron peores de lo que esperaba: las autoridades habían encontrado una de sus principales embarcaciones de distribución en el puerto. Todo su equipo, los contenedores, incluso parte de su mercancía, había sido incautado. Leonardo y Mateo estaban tratando de mantener el control sobre sus hombres y sobre las fuerzas de seguridad, pero esta era una operación que afectaría no solo su reputación, sino también la estabilidad de su negocio.

Mateo: (Desde el altavoz en la oficina) Esto no es algo menor, Isabela. Nos están investigando, y si no manejamos esto con cuidado, nuestras cabezas podrían estar en juego. Necesitamos a alguien que nos ayude a "resolver" este asunto, alguien con conexiones.

Isabela comprendió lo que Mateo estaba insinuando. Sabía que en el mundo de los negocios turbios, las conexiones con las autoridades podían ser tan útiles como peligrosas. Sin embargo, no había llegado hasta allí siendo una amateur. Isabela ya tenía a alguien en mente: un oficial de alto rango en la policía con quien había trabajado en más de una ocasión. El oficial Bovea, él era conocido por su "flexibilidad moral" cuando había suficiente dinero de por medio.

Después de una breve llamada, el oficial accedió a ayudarla, pero a cambio exigió una cantidad mucho mayor de la habitual. Isabela sabía que no tenía margen para negociar. Esta no era una simple transacción; era una operación para asegurar su propio imperio. Hizo los arreglos necesarios, transfiriendo el dinero a la cuenta del oficial en un país extranjero.

Isabela: (Hablando con frialdad) Te pagaré lo que pides. Pero quiero que esto desaparezca de los registros y que nadie se atreva a vincularnos con esta embarcación. Si me fallas, sabes que no lo tomaré a la ligera.

El oficial Bovea asintió con nerviosismo. Sabía que Isabela no era alguien a quien se pudiera engañar o traicionar sin sufrir las consecuencias.

El plan se ejecutó al amanecer. Horas después, el caso de la embarcación interceptada desapareció sin dejar rastro. Los registros fueron alterados, las pruebas quemadas y los testigos intimidados o sobornados. Isabela observaba cada paso con precisión clínica, asegurándose de que todo saliera a la perfección. Al final, la operación se ejecutó tal y como ella lo había planeado, y su imperio se mantuvo intacto.

La siguiente noche, se reunió con Leonardo y Mateo en un club exclusivo. Ambos hombres se veían tensos y agotados, pero el alivio en sus rostros era evidente cuando vieron a Isabela entrar, impecable y sin signos de preocupación.

Leonardo: (Suspirando) Pensé que estábamos acabados, Isabela. Has manejado esto con una eficiencia que ni yo esperaba.

Mateo: Creo que nadie lo habría hecho mejor. Ahora entiendo por qué la gente te teme y respeta tanto.

Isabela sonrió ligeramente, aunque sus ojos permanecieron fríos. Se sirvió una copa de vino y los miró desde la distancia, consciente de que ellos también veían en ella algo más allá de una simple socia. Isabela Reyes se había convertido en la pieza central de sus operaciones, y ambos hombres sabían que ahora dependían de ella más que nunca.

Isabela: (Con voz calmada) Esto es solo una muestra de lo que puedo hacer, caballeros. Pero no quiero que vuelvan a exponer nuestra operación de esa forma. La próxima vez que algo así suceda, no estaré tan... comprensiva.

Leonardo y Mateo asintieron en silencio, con el respeto y el temor palpables en sus rostros. Sabían que Isabela no era una mujer que diera segundas oportunidades.

Esa misma noche, mientras volvía sola a su penthouse, Isabela sintió un extraño vacío en el pecho. Había logrado salvar su negocio y mantener su poder intacto, pero el costo había sido elevado, aunque su fortuna continuaba creciendo, y su nombre resonaba cada vez con más fuerza en los círculos oscuros de la ciudad. Sin embargo, las largas noches de tensión y las decisiones que había tenido que tomar para llegar allí comenzaban a pesar en su interior, como una carga invisible.

Se detuvo frente al espejo, observando su reflejo con una mezcla de orgullo y desconcierto. ¿Era realmente esta la persona en la que siempre quiso convertirse? Sus ojos, duros y vacíos, no parecían los de la joven que alguna vez soñó con tener una vida de amor y paz. Aquella imagen reflejaba una frialdad que ahora le era familiar, pero que también empezaba a inquietarla.

Isabela: (Susurrando al reflejo) Todo esto vale la pena... ¿verdad?

El silencio de la habitación fue la única respuesta.

Sabía que no podía detenerse. Había llegado demasiado lejos como para echarse atrás, y la idea de ceder ante una vida común le resultaba absurda. Sin embargo, esa noche sintió que algo en su interior comenzaba a resquebrajarse. Cada trato, cada traición, cada paso en la oscuridad le había dado el poder que tanto anhelaba, pero también le había arrebatado algo que no estaba segura de poder recuperar.

Al final, Isabela se retiró a su habitación, dejando aquella incertidumbre enterrada bajo la misma coraza que había construido con tanto empeño. Había hecho su elección, y nada ni nadie la desviaría de su camino. Con los aliados en su control, las conexiones compradas y un poder consolidado, se preparaba para enfrentar cualquier nuevo obstáculo que el destino le pusiera. Había dejado de lado su alma, pero aún mantenía su ambición intacta.




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