Era tan perfecta.
Tan bella como el mismo sol, y tan misteriosa como la luna.
Spencer tomó su mano besándola con cariño, sin apartar sus ojos de su mirada, al separarse ella fue a su caballo acariciando su hocico con extremo cariño.
El hermoso corcel negro respondió bien a su tacto algo que asusto a Spencer, quien estaba pensando lo peor.
Tenía miedo de que aquel caballo le hiciera daño; sin embargo, se mostró tranquilo cada vez que veía a Lizabeth, lo último que hizo fue pegar su frente con la del animal haciendo su confección más firme, más segura.
—¿Pasa algo, su alteza? —preguntó Lizabeth
—No, su majestad
—Qué extraño, podía jurar que llevas mucho tiempo mirando —contestó permitiendo al príncipe ver su perfil
Él sonrió nervioso llevándose la mano a la nuca y masajeándola.
—E-eh no fue.. —un chillido salió de sus labios, por vergüenza afino su garganta llevando su puño a la mano —No fue nada su majestad, solo me sorprende que él sea tan amistoso
—Sí tratas bien a los animales ellos te trataran bien a ti —confesó —¿nos vamos?
Él asintió con la cabeza yendo por su caballo, la reina en un momento le indicó seguir hacia el jardín, ella lo alcanzaría después.
Spencer obedeció siguiendo con su indicación, está intrigado por lo que había sucedido, pero a su vez tranquilo por haber causado buena impresión.
Al salir del patio volvió a toparse con los dos duendes quienes lo acorralaron a la entrada, en el segundo escalón de piedra.
—¿Por qué no te fuiste cuando te lo indique? —volvió a preguntar el pequeño de asentó francés
—Oh niño estas metido en muchos problemas —dijo su compañero
El caballo al escucharlos se alteró al grado de levantar sus patas delanteras e intentar golpearlos, los dos duendes se apartaron escondiéndose en medio de unas hojas en el jardín.
Reisson aún estaba paralizado, no lograba contener el susto, relinchaba movía sus patas con agresividad.
Lo único que logró hacer fue tranquilizarlo después de haber cruzado la reja que protegía el palacio.
En ese momento, Reisson logró contenerse lo suficiente como para poder pensar por sí mismo y comer algunas vallas qué había en el lugar.
Spencer respiro tranquilo, pero su paz se vio interrumpida por los duendes quienes quisieron compensar lo que habían hecho con él, aun así, uno de ellos no estaba muy convencido.
Por lo que, antes de que fuera descubierto se aferró a uno de los barrotes de la reja escondiéndose a su vez en el diseño de tal objeto.
—Ya se lo advertí, si no se va ahora, me temo que usted no saldrá de este lugar nunca —advirtió por última vez el francés.
—¿Puedes ser más claro? —inquirió
—Tiene que irse antes de que se encariñe con usted, antes de que sienta algo por usted, no la conoce, pero nosotros sí, y le aseguro que no le gustan los "No" por respuesta —el pequeño hablo tan bajo como pudo
—¿Te refieres a la reina? ¿De qué habla?, es el ser más amable que haya conocido
Ante esas palabras él se sorprendió, se llevó las manos a la boca mordiendo la porcelana de sus manos, haciendo sonar la misma.
Su expresión no mostraba más que preocupación, pero antes de explicarle al príncipe, Lizabeth salió del castillo guiando a su caballo.
Un hermoso esqueleto enciso, él cual aún contaba con su pelaje en la aparte de la cola y cabeza.
El pequeño se escondió rápido de ella, alejándose entre la hojarasca, y la flora del propio jardín.
Lizabeth atraía a su caballo con amabilidad, Spencer estaba sorprendido al ver al animal esquelético.
Aun así, ocultó sus emociones mostrando respeto a la reina, al estar enfrente de ella sintió una extraña conexión.
Una fuerza invisible que lo ataba, sin saber que era, su expresión de confusión lo decía todo.
Algo que preocupó a la reina.
—¿Pasa algo, su alteza?
Él negó de inmediato con la cabeza, retrocediendo un poco llamando aún más la atención de la reina.
«¿Que sucede?, parece asustado por mí... ¿será posible que me adelante a los hechos? No, por favor no me hagan esto, no quiero estar sola por más tiempo»
Lizabeth sentía en su corazón un dolor sofocante, ese latir emocional ya no era el mismo, tenía miedo de que aquel joven le tuviera temor como a todos.
Nunca fue bien aceptada, jamás la entendieron, estaba destinada a la soledad, aunque su sangre se uniera a otra persona; sin embargo, todos ellos una vez la dejaron.
Se sintió abandonada por quienes amaba, por tal motivo se escondió.
En ese momento, ya no quería ir con él, deseaba escapar, la expresión de Spencer era igual que la de todos aquellos que una vez abusaron de su amabilidad.
Deseaba, con todo el corazón abandonar todos esos malos recuerdos.
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Editado: 05.12.2025