La Reina De Los Demonios

¿Por qué estoy aquí?

 

Estaba durmiendo pero no podía con tanta incomodidad, abrí mis ojos y estire mis piernas, pero el lugar estaba oscuro y no podía mover mis piernas con facilidad. ¿Dónde estaba? Ya no estaba en el parque, acostada en la fría banca. Había algunas cosas colgando arriba de mí, pero no podía ver que eran. La puerta del lugar se abrió, así entrando luz, pero una chica estaba enfrente de la puerta.

 

-¡Aaahh! –Gritamos las dos al mismo tiempo.

Pude ver que estaba dentro de un armario, pero ¿Cómo había llegado ahí? Salí de él y la chica retrocedió.

-¿Quién eres? –Tomo un jarrón que estaba aún lado de su escritorio. –Y ¿Por qué estabas adentro de mi armario?

-Tranquila... No te hare daño... Primero. No sé quién soy... –Fui acercándome a ella. –Segundo. No sé cómo carajos llegue aquí...

Cuando ya me estaba acercando a ella, la chica tiro el jarrón sin pensar. Pensé que el jarrón impactaría en mi cara, pero mi diestra lo atrapo. Al parecer tenía reflejos y me habían servido en esta ocasión.

-Te dije que te tranquilices... –Deje el jarrón lejos de su alcance y me acerque a ella de nuevo.

Ella temblaba por el acercamiento, frunció el ceño, aun se sentía insegura conmigo aquí. Quede solo a un paso de distancia de ella. Estire mi mano esperando a que la tomara, pero ella se mantenía alerta. Suspire y me acerque a su cama para sentarme en ella.

-Empezamos con el pie izquierdo, ¿No lo crees? –Ella no dijo nada. –Mi nombre es... –Suspire de nuevo. –No me acuerdo de mi nombre, así que... me puedes llamar como quieras...

La chica se sintió intrigada por esto y se fue acercando poco a poco.

-¿Como que “no te acuerdas”...? –Dijo en voz baja.

-Ayer desperté en medio del bosque y al parecer había perdido la memoria...

La chica se quedó en silencio unos segundos, pensando si me creería o no.

 

-Mi nombre es Mia... –De pronto la chica volteó su cabeza de manera brusca.

Se podían escuchar pasos aproximándose al cuarto, Mia fue rápidamente a cerrar su puerta con seguro y luego tomo mi mano, empezó a ver a todos lados sin saber qué hacer.

-Escóndete debajo de la cama... –Murmuro.

Ella luego se acercó a la puerta mientras yo me escondía. Golpes se escucharon en la puerta.

-¡Mia! ¡Abre! –Mia abrió la puerta y segundos después apareció un hombre un poco algo con cabello un poco desarreglado. -¿¡Porque tenías la puerta con seguro!?

-Perdón, papá... Es que... Me estaba cambiando. –Ella empezaba a tartamudear.

-Bueno, no importa. Creo que deje mis zapatos el otro día por aquí... ¿Sabes dónde están?

-N-no... –Agacho su cabeza. –Seguro no están aquí...

-Como que no... Mira, ahí están. –Señalo hacia la parte debajo de la cama.

-¡No, papá! –Mia agarro el brazo de su padre para detenerlo, pero él se zafo de su agarre.

-¿Qué? ¿Acaso tienes una persona debajo de tu cama? –Dijo con Sarcasmo.

Se acercó a la cama y se agacho, tomo uno de sus zapatos y el otro lo siguió buscando hasta que lo encontró. Mia se había sorprendido porque su padre no me viera. El padre de Mia le acaricio el cabello y se fue de la habitación. Mia cerró la puerta de nuevo y miro de bajo de su cama, pero ella no vio nada. Salí del armario y ella volteó hacia mí.

-El armario me parecía más cómodo. –Le dije con una sonrisa.

-Pero... ¿Cómo?

-Era predecible que tu padre buscara debajo de tu cama y no en tu armario. Mi instinto solo me dijo que me escondiera en el armario. –Me senté en su cama. –Mientras que tú me decías que lo hiciera debajo de la cama. –Ella se mantenía atenta a lo que decía. –Así que cuando te diste la vuelta yo me escondí en el armario...

-Es impresionante...

-Te quiero mostrar algo. –Tome su mano y Salimos de su cuarto.

Vigile que el padre de Mia no estuviera por ahí y salimos por la puerta principal. Lleve a mí al parque, específicamente a la banca donde había dormido. Solté la mano de Mia y me senté en la banca, Mia parecía confundida, no comprendía porque la había traído al parque.

-Aquí... Aquí dormí y cuando desperté estaba en tu armario. ¿Cómo? Ni idea. –Solté un suspiro.

Mia se sentó en la banca mientras me escuchaba.

-Sé que te acabo de conocer, y esto sería muy descarado de mi parte, ¿Me dejarías quedarme en tu casa por poco tiempo? Es que no tengo a donde ir...

-No puedo dejarte quedar en mi casa... Mi padre no le gustaría la idea.

-Dile que soy tu amiga. –Insistí.

-No tengo amigos... Mi madrastra se quejaría por tu presencia.

-¿Qué importa ella? –Intente encontrar soluciones.

-¿Dónde dormirías? –Interrogaba.

-En el armario. –Le sonreí. –Puedo quedarme en tu habitación totalmente escondida...

-Está bien... Pero por poco tiempo... –Asentí y ella sonrió.

 

Me quite mi mochila, (Que la traía todo este tiempo), y de ella saque el postre de chocolate para empezar a comerlo.

-¿Quieres? –Mia negó con la cabeza. –Bueno, más para mí. –Seguí comiendo el postre.




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