La Reina De Los Demonios

Satford.

 

 

Incomodada por el lugar en donde dormía y lo frio que era me levante lentamente apoyándome con mis manos, poco abrí mis ojos y pude ver el lugar en el que me encontraba.

-¿Pero que...?

Quede confundida al saber que estaba en medio del bosque con mis pertenencias y seguramente lejos de la casa de Mia. Mire bien el lugar y pude ver que estaba en aquellas vías de tren viejas que ya no se utilizaban.

-No puedo volver... Tengo que seguir mi camino... –Murmure.

Tome mis cosas que estaban en el piso y empecé a caminar guiándome por las vías. Aun me preguntaba como había llegado hasta aquí, si solamente me quede dormida... Bueno, ya me paso una vez, seguramente iba a pasar de nuevo...

-Satford... Ahí voy...

 

 

No sé cuántas horas han pasado desde que emprendí mi viaje a Satford, en el transcurso del camino me encontré con algunas casas habitadas cerca del bosque y la carretera, preguntaba si era el camino correcto para ir a aquel pueblo al que quería ir.

Mi estómago rugía por el hambre que tenía, pero no podía hacer nada ya que no traía ningún bocadillo o algo que pudiera comer.

No tuve que esperar mucho para darme cuenta que ya había llegado a Satford. Al fin podría tener respuestas de mi pasado e ir por mi “encargo” que tenía un tal “Bill”

Saque mi agenda intentando encontrar alguna dirección o nombre que me ayudara a encontrar a Bill y llegar hasta él.

...

Luego de buscar y buscar, de pasar por hoja y hoja encontré la dirección.

 

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Bill Rist.

Dirección: Calle 34. Barrió Celestino. Tienda de antigüedades.

 

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Cerré la agenda y la guarde, ya era hora de encontrar las respuestas y seguramente este hombre me las daría...

 

 

-En otro lugar-

 

Un hombre alto con dos cervezas en mano se acerca a su amigo y se sienta a su lado dándole una de las cervezas mientras miran por la ventana el hermoso día. El castaño mira al rubio de reojo mientras suspira.

-Suéltalo... –Dijo el rubio. – ¿Qué tienes para decirme?

-¿Qué harás con ella? –Le pregunta mientras bebía su cerveza.

-Sabes... Ella y yo veníamos aquí a pasar el rato mirando la luna llena...

-¿Acaso evitas mi pregunta? –Se sintió un poco desconcertado el castaño.

-No... Solo que, ¿Tú crees que la dejare ir sin más? –Miro al castaño. –Nunca dejare que él la encuentre primero... Sabes que ella es mía...

-Sí, pero... –Hizo una breve pausa mirando su cerveza y luego volviendo a ver al rubio. –Olvidas que él es el rey del infierno...

 

 

-Lo actual-

 

Llegue a la dirección la cual se encontraba escrita en la agenda y me encontré con una tienda llamada “Misterios y Antigüedades” Seguramente era la tienda de ese tal Bill. Entre empujando la puerta, una campana se escuchó al abrir la tienda y un tipo de al menos 30 años salió de una habitación mientras se limpiaba las manos con un trapo.

-Bienvenida, ¿En qué le puedo ayudar?

El tipo me miro por un segundo dejando su trapo aun lado.

-Ah, eres tu... –Me acerque un poco a él sin decir nada. –Te vas por casi un mes, te llevas las llaves de mi moto y luego vienes como si nada. ¿Qué? Te comió la lengua el gato...

-¿Perdón? –Dije confundida.

-Entonces las lleves de la motocicleta no eran mías... –Comento mi conciencia.

-¿Solo dirás eso? “Perdón” Carajo, encontré mi moto en mitad de la carretera, tenía unos cuantos rasguños, y yo que pensaba que eras más cuidadosa.

-No sé de lo que habla... Perdón, pero no recuerdo nada de sobre mí... Por eso vine aquí...

-¿Qué? ¿Intentas gastarme una broma? –Rio.

-Le digo la verdad. Desperté en medio del bosque sin recordar nada, gracias a una agenda que tenía en uno de mis bolsos pude llegar hasta aquí...

-Dios... –Me miro confundido. –Traeré algo de beber... Espérame aquí.

-No tengo otra opción... –Murmure.

 

Minutos después Bill llego con dos vasos en su mano ofreciéndome uno, tome uno de los vasos y me senté en una de las sillas que había cerca de un mostrador.

-¿Realmente no recuerdas nada? –Cuestiono. Negué con la cabeza.

-Solo sé que te llamas Bill y que tenías un encargo para mí...

-Claro... El encargo, te lo daré luego...

-Bien, ¿Me podrías decir cómo me llamo?

Bill le dio un sorbo a su jugo y luego me miro.

-Perdón, pero nunca me dijiste tu nombre, te mantenías neutra y con aire misterioso. Solo te puedo decir que te ayudaba con algunos encargos, y que mantenías saliendo con un rubio.

-¿Un rubio? Y ¿Sabes cómo se llama o como lo puedo contactar?

-No sé su nombre, tampoco su ubicación exacta, se que ustedes iban a un bar seguido, se llama “Hans Bar”

-Genial, iré... Luego volveré.

-No puedes ir ahora, está cerrado, tienes que ir en la noche, ah sí... Se me olvidaba, también sé que perteneces al cielo...




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