La Reina De Los Demonios

Kali

 

 

Bill se quedó callado, mirándome fijamente. Cruzo sus brazos miro toda la habitación.

-Al fin lo sabes... –Sonrió. –No te lo dije porque era peligroso, y no me preguntes por qué...

Baje mi mano al escuchar lo último.

-¿Qué hago en la tierra? –Le dije suave y calmada.

-Se supone que tú tienes esa respuesta. –Suspiro. – Te acuerdas cuando ¿Desde un principio te dije que pertenecías al cielo? –Asentí. –También perteneces a la tierra, y eso lo sabes, pero... Una parte de ti, ya sea muy pequeña, está vinculada con el infierno y los muertos.

-¿Por culpa de Satanás, cierto? –Asintió un poco decepcionado.

-Pero sigues siendo buena... Aunque las puertas del cielo se te fueron cerradas de nuevo, tienes tus alas todavía.

-¿Por qué no las veo? –Mire mi espalda.

-En este momento no estas proyectando tu energía celestial, tu poder no está activado. No puedes ver tus alas aun, no las puedes hacer aparecer, porque aun estas recordando quien eres, y como funcionas...

-Entiendo... ¿Quién es... Isabel? –Incline mi cabeza y Bill se quedó paralizado.

-Ella... Ella... –Trago con dificultad al tratar de recordarlo. –Ella fue mi esposa...

-¿Estuviste casado con un Ángel? –Fruncí el ceño. –Entonces tenías una hija con ella.

-Si... Y por eso puedo ver a los tuyos más fácil, porque aprendí a detectarlos. –Su mirada estaba llena de melancolía. –Mi hija también era un Ángel pero la mataron... pero no fue un demonio...

Sus ojos se llenaron de lágrimas, apretó sus puños por lo tenso que estaba.

-¡Fue un maldito violador! –Rompió a llorar. –Y yo lo mate después... –Jadeo. –Estuve en la cárcel un par de años pero no me importo... mi hija merecía justicia...

-Y tenlo por seguro que ahora está sufriendo en el infierno. –Le dije con voz ronca, sacudí mi cabeza y me mire a un espejo desconcertada. –Que me pasa... –Murmure.

Bill limpió sus lágrimas con el trapo y aclaro su garganta.

-Bueno, no hablemos más sobre Isabel y mi hija... –Me miro curioso. –Dime ¿Qué más averiguaste sobre tu pasado?

-Que el rubio ese se llama Bel. –Bill frunció el ceño y apretó sus puños. – ¿Sabes algo más sobre él?

Negó con la cabeza. –No mucho que sepa. Mantenías hablando sobre Bel, pero nunca pensé que él y el rubio fueran la misma persona.

-¿Qué cosas hablaba sobre él? –Mire las notas pegadas en la pared.

-Ahmm, creo una vez mencionaste que él te ayudaba en un proyecto o trabajo que estabas haciendo. No me hablaste mucho de ese “proyecto”. –Se rasco la cabeza tratando de recordarlo. –Creo que matabas demonios.

-¿Matar demonios? –Fruncí el ceño. –Recuerdo algo de demonios, pero no sobre matarlos, sino que me alababan.

-¿Alabarte? –Sacudió su cabeza. –Es imposible que demonios alaben a un Ángel. ¿Tenían razones para alabarte?

-Creo que nunca te lo dije pero... Fui la musa de Lucifer. –Entrelace mis manos y las apreté.

-¿Tu? Musa de Lucifer. –Sonrió de lado. –Me lo sospechaba... Esa era una de las razones por las que no pudiste volver al cielo.

-¿Ah, sí? Y ¿Por qué no me echaste de tu hogar si tenías esas sospechas? –Lo mire con intriga, Bill se levantó y empezó a caminar por toda la habitación.

-Porque no creo que tu hubieras querido tener algo con él. –Puso sus manos atrás de su espalda. –Solo eras un ángel ingenuo y frágil, lo sé. Así que no fue tu culpa, ya que seguramente te llenaron la cabeza de mentiras.

-¿Qué hay del encargo? Ya me lo puedes dar. –Bill asintió y me hizo una señal para que lo siguiera.

 

 

 

Bill saco de un rincón escondido algo grande cubierto de una manta. Lo puso en una mesa y me señalo con su mano.

-Ya puedes ver. –Se sentó no tan lejos.

Quite la manta y vi una espada de plata, parecía una reliquia pero muy bien conservada. Pase mis dedos sobre ella y sonreí.

-Dios, con esto mataba demonios... –Mire a Bill quien asintió.

-Era de tu hermano. –Sonrió mostrando sus dientes. –Al parecer te quedaste con ella luego de que la dejara en una de sus misiones.

-Lo recuerdo... Me pregunto dónde estará en este momento... –Tome la espada con mis manos, estaba un poco pesada. La levante con un poco de dificultad apuntando hacia el cielo,  brillo por un momento y sonreí aún más. Podía sentir la energía que emanaba esta espada, lo cual me fortalecía aún más.

-Ten cuidado con ella. –Bill frunció el ceño. –Es fácil matar a alguien con ella.

La espada empezó a desaparecer lo cual me puso nerviosa, Bill estaba tranquilo. Ya no estaba, no había nada en mis manos.

-No, no, no. ¿Qué hice? –Mire a Bill desconcertada cuando empezó a reír.

-Ya aprendiste a guardarla. La espada desaparece pero sigue estando ahí contigo.

-¡Bien! Y ¿Cómo hago que aparezca de nuevo? –Bill encogió sus hombros y prendió una pequeña tele que se veía vieja.

-No lo sé, intenta canalizarla en tu mente y luego la visualizas en tus manos de nuevo. –Dijo sin verme.

-Está bien, lo intentare. –Cerré mis ojos intentando encontrar la espada, que apareciera de nuevo. Abrí mis ojos y  la visualice en mis manos pero aun no aparecía. –Creo que fue mala idea hacerla desaparecer, mierda.

-No lo pensaste, así que no fue tu culpa. –Me sonrió. –Va a aparecer de nuevo. Por cierto ¿Cuál es tu nombre?

-Deva. –Le sonreí.

-Muy bien, Deva. ¿Algo más que deba saber?

-Los demonios me llamaban de otra forma. –Bill alzo una ceja esperando a que continuara. –Me llamaban Deva Kali.




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